Creatividad
Todo por la empresa
Orgulloso por su forma de actuar, les explicó a los encargados cómo iban las zonas.
—El tema está mal, pero lo sacaremos adelante −espetó−, miren señores, yo me encargaré de que esto salga a flote, como que me llamo…
Hablaba con la confianza de alguien que no se dejaba amilanar, de alguien que seguía adelante a pesar de los inconvenientes, por eso era considerado la voz mandante dentro de los asalariados, el que movía los hilos y mantenía contento a los altos mandos.
Se consideraba, así mismo, como un puente, de fácil tránsito o intrincado, dependiendo de quien quisiera adentrarse.
No era fácil de carácter, es más, muchos lo consideraban como un tipo déspota, con aires de grandeza, le gustaba denigrar a los demás para demostrar quién era el que mandaba.
Estas afirmaciones se alejaban de la realidad. Lo que muchos llamaban despotismo y denigración, era simplemente una forma de escaquearse de sus obligaciones.
Solo buscaba que se llegaran a las cuotas marcadas y quien no se sintiera capaz podía dejarlo, por otro lado, a un tonto no le gustaba ser llamado tonto, como estaba rodeado de muchos, tenía que hacerlo constantemente.
Esto no gustaba, ya que no estaba ahí para ser un payaso, su razón de ser era cumplir su trabajo y tenía que hacerlo bien, a pesar de resultar desagradable a la plantilla.
Ser tomado así por los demás, era el precio que debía pagar por hacer cumplir a rajatabla las directrices de los mandamases.
—Al final era lo que importaba, la opinión de sus superiores —se recalcaba—, no la de unos mindundis que solo eran burros de carga, sin más aspiraciones que llevarse unos euros a fin de mes, tener estas aspiraciones era triste −musitó−, pero no todos podían tener un propósito acertado.
Por encima de todoa está la empresa. Los empleados van y vienen (no es bueno encariñarse con ellos), sin embargo, la empresa sigue, por eso mismo es a quien debo mi lealtad y, por añadidura, a vosotros —expresó en la reunión con los responsables.
Esto último sonaba a hacer la pelota, pero daba igual, servía para reforzar su posición, no era un trabajador más, era quien estaba dispuesto a ponerse a todos en contra por la empresa.
Se imaginaba como un general llevando un batallón a la guerra.
Pero en sus filas había díscolos, personajillos que iban de listillos y se creían dueños de su destino, con opciones de elegir lo que era bueno y malo, con ínfulas tan altas como para reclamar derechos.
Hubo uno que se le acercó y le reclamó el hacer horas extras
—Me dijeron que se trabaja treinta horas a la semana, no las… que finalmente nos obligan a cumplir.
Escuchar esto le hizo hervir la sangre, qué ingrata es la gente −pensó−, si supiera aquel tiparraco que le estaban haciendo un favor al tenerlo en sus filas, comprendería que estaba en dónde estaba gracias a ellos.
En estas circunstancias iba de frente, el trabajo es así, te guste o no, si no estás de acuerdo, ya sabes lo que puedes hacer.
Sabía perfectamente que esa actitud disgustaba, pero era necesario, de otro modo aquellos curritos les chuparían la sangre, se convertirían en sanguijuelas que tratarían de dejar a la empresa sin ganancias.
Por este motivo se comprometió, en aquella reunión, a escribir un informe, en dónde detallaría cada una de las causas que hacían que la empresa no fuera bien.
No estaba seguro si ser así de claro gustaría a las altas esferas.
Esperaba que los jefes, una vez recibido aquel documento, le dieran una respuesta rápida, no se podía esperar más, el negocio se venía abajo, se tenía que hacer algo ya, no se podían permitir seguir el mismo rumbo, era necesario virar hacia un mejor sentido.
A pesar de sus dudas, tenía la certeza de que valorarían su iniciativa, tener empleados así era necesario para elevar el nivel laboral, por eso mismo notó que era el único que podía mostrar el problema que tenían entre las manos.
Lo de redactar se le atravesaba, pensaba en quienes lo leerían, unos tipos preparados, con muchos conocimientos a sus espaldas.
Por este motivo intentó usar un lenguaje de altura, para que fuera tomado en serio, como escribes te tratan −se dijo−, pero no pudo avanzar más de dos líneas, no tenía claro en qué sentido apuntar.
Tras darle varias vueltas, comprendió que era mejor usar palabras sencillas y claras, cuando se dio cuenta estaba inmerso dentro de un manifiesto que sería una piedra de toque para la empresa.
Puso todo de sí y tras agregar más elementos, unos cuadros estadísticos, terminó su redacción.
Llegó a la conclusión de que era necesario cortar cabezas y hacer una restructuración, todo en aras de mejorar la situación. Si se llevaban a cabo sus recomendaciones levantarían cabeza en los próximos meses. Asimismo, tendrían que delegar más poder en él, concentrando en su persona la toma de decisiones más esenciales, con ello verían esos resultados que prometía y añadió: es importante que el ambiente de trabajo sea cordial y por cordial me refiero a que la gente tenga claras sus funciones, si era necesario se podría hacer una sesión de capacitación.
No tenía ningún problema en dictarla, tendrían que proporcionarle un sitio adecuado, una sala de reuniones estaría bien −anotaba.
Sin más, sentía la seguridad de que sería tomado en serio, los encargados sabrían ver las buenas ideas que proporcionaba, eran capaces −se decía−, sabrían valorar su aporte −concluyó.