Creatividad

Espíritu competitivo

Solo iba con una cosa en la mente: esperaba que fuera cierto lo que había promocionado aquel supermercado o, en su defecto, que fuera sencillo encontrar las ofertas.
Las piernas las tenía entumecidas (debido al sobresfuerzo).
Pronto se celebraría en la ciudad una carrera importante que entregaba jugosos premios. En aras de participar de aquel evento, que además era benéfico, se puso a entrenar.
Un día se topó con el anuncio de un supermercado nuevo, lo inaugurarían dentro de poco y para atraer nuevos clientes detallaba todas sus ofertas, solo era necesario —argüían— hacerse la tarjeta de socio, era fácil conseguirla, bastaba con acercarse a aquel sitio y, una vez tramitada, te la entregaban en el momento.
Durante varias semanas se preguntó, ¿daría la talla para participar en un acontecimiento de ese estilo?
No estaba muy seguro, en ocasiones estos negocios utilizaban publicidad engañosa.
Era consciente de lo que implicaba ser parte del grupo de corredores, el esfuerzo y el cansancio que implicaba. En la escuela participo en varias carreras, era el mejor, pero con el tiempo, se apartó de aquel mundillo, llegando al punto de ser un simple recuerdo.
A veces no era cierto que todo fuera tan fácil, sin embargo, los carteles fueron convincentes, al final cedió, iría a hacer la compra el fin de semana siguiente al de su apertura.
Al leer aquel cartel se imaginó participando, siendo parte de los atletas en lugar del público.
Al encontrarse a más bloques de distancia que los demás centros de abastecimiento, no era usual que fuera por esos lares.
Durante varios días pensó en la mejor forma de hacerlo, ya que casi no tenía tiempo, pero tras pensarlo dio en el clavo, ¿y sí se ejercitaba en las escaleras?, por voluntad propia decidió subirlas y bajarlas a pie, dejando de lado el uso de las mecánicas que, si bien, facilitaban la vida, motivaban a ser sedentario.
En tal tesitura, el primer sábado del siguiente mes, salió en dirección al lugar en cuestión.
Con la idea de hacer el mayor ejercicio, sin que le requiriera demasiado esfuerzo, se decantó por una estación que se caracterizaba por la gran cantidad de escaleras que tenía. La primera jornada de entrenamiento se sintió acojonado, ver la cantidad de escalones para subir, cansaba antes de hacerlo, pero pensó en el espíritu filantrópico de la competición, por eso se decidió a no cesar en su empresa. Llegaría a las últimas instancias.
Parecía otra zona, las calles no las reconocía.
Cuando se sintió preparado procedió a inscribirse. La carrera no era intrincada, había pocos abandonos, además, si surgían problemas había especialistas que salvaguardaban la salud de los participantes, pero eso era en un caso extremo, algo impensable, ya que la gente era consciente de los riesgos que implicaba exponerse a un esfuerzo de ese tipo.
Durante su recorrido le llamó la atención encontrarse con mucha gente aglomerada en las aceras, no sabía a qué se debía, pero pronto notó que era una maratón. Desde lejos se escuchaban gritos de aliento a los deportistas, ya falta poco —vociferaban.
Antes de hacer efectiva la inscripción caviló sobre los pros y los contras, sin embargo, recordó el motivo de su participación y no tuvo más dudas, participaría.
El día en el que se iban a realizar las pruebas fue a recoger el uniforme y el número que lo identificaría, le dieron el 13, era todo lo necesario.
No estaba al tanto de los acontecimientos deportivos, vivía en mundo paralelo (que no para lelos).
Cuando estuvo dentro de la competición, comenzó a sentir que era algo extremo, no estaba a su alcance, en el papel resultaba interesante, pero en la realidad, no. En ese momento se arrepintió de su decisión, tendría que buscar una salida que no le abochornase y que no dejara por los suelos su reputación de deportista. Mientras competía iba planificando su escapada, esperaba que nadie se diera cuenta, que resultara natural, fingiría que se desmayaba o que le daba un calambre, lo que fuera más factible.
Cuando fue parte de la multitud, percibió como se desvivían por presenciar este acontecimiento, de soslayo vio como la emoción les podía, se les notaba en los ojos, se volvían locos por alentar.
Recorrió un gran trayecto con esa maquinación, no encontraba el momento adecuado para llevarla a cabo, por eso siguió corriendo, en algún momento se le presentaría la oportunidad y abandonaría la prueba, primero estaba su salud —se dijo.

Mitchel Ríos

APP

300

Dos