Creatividad

Sobre sus pasos

Trató de guiarse por las indicaciones, pero seguirlas, a rajatabla, iba en contra de sus intereses, por eso cerró el folleto en dónde venían las pautas para armar lo que había adquirido.
Se consideraba un anarquista en estas lides, un papel no le iba a decir lo que debía hacer −cavilaba−, no por nada sus conocidos lo tenían como alguien hábil.
No obstante, desde la última vez que escuchó un elogio de este tipo, habrían pasado un par de lustros o algo más, aunque para él era como si hubiera sido ayer, imaginaba que sus cualidades se mantenían intactas.
Semanas antes estuvo interesado en comprar un artefacto de esos que avisan en donde se encuentran los radares de la policía, como cogía las autopistas frecuentemente, esto le sería de gran ayuda.
Sus colegas le comentaron sobre la existencia de esta tecnología −transportistas como él.
−Con uno de esos aparatos vas de lo más tranquilo, sin tener que estar pendiente de que te pillen esas sanguijuelas −enfatizaban.
Tenía sus dudas, no sabía si era legal llevar algo así en el coche, ya que, fiel a su adoctrinamiento, cumplía a ojo cerrado las leyes establecidas.
Sólo cuando recibió en casa una multa, por exceso de velocidad, sopesó la posibilidad de comprarlo. Le gustaba seguir las normas, en tanto, no se metieran con su bolsillo, por eso se informó más sobre el tema.
Sus compañeros le indicaron que lo mejor era comprarlo online, en una nueva plataforma que lo ofrecía a un precio módico.
Cuando le dijeron el nombre de aquel espacio le sonó desconocido. Eso era lo que tenía la globalización, escuchar nombres extraños, raros, poco usuales.
−Una vez que entras, lo pides y pagas, es sencillo −le dijeron.
Siguió los consejos que le dieron y adquirió el artefacto.
A la hora de pagar tuvo problemas, pero se debió a haber ingresado mal los datos de su tarjeta. Solucionado este impase, todo fue dar clic en un enlace y listo, la compra estaba realizada.
Ahora solo debía seguir el rastro de su pedido. El vendedor le mandó toda la información a su teléfono, con ella podría ver como iba el estado.
Tras esto le llegó un primer mensaje de texto: su pedido está en camino. Luego llegaron más informaciones −todas halagüeñas.
En uno de los tantos avisos de entrega le informaban que su compra había pasado el control de aduanas −suspiró.
Este era un escollo peliagudo, si notaban que el aparatejo no se ceñía a los estándares utilizados, lo podían devolver a su origen, lo que implicaría empezar de nuevo con todo el proceso. Desconocía las consecuencias que un hecho así traería, pero suponía que lo podían llamar para aclarar el tema. Tras darle vueltas, se tranquilizó, el problema sería del vendedor, no suyo. Incluso podía alegar que había sido engañado, pues no le habían proporcionado toda la información necesaria.
Durante los siguientes días el estado fue cambiando lentamente, la fecha estimada de entrega era en catorce días, hizo sus cálculos y sería cerca al fin de mes, le venía bien esa fecha, estaría en casa. Mas este entusiasmo decayó cuando al llegar la fecha marcada no le entregaron la compra.
Contactó con el departamento de ayuda al cliente y lo atendieron una serie de personas, todos con acentos raros, tuvo que esforzarse para entender lo que le decían. Únicamente le quedó claro que podía abrir una reclamación con el vendedor, le explicaron como lo debía hacer, antes de colgar le preguntaron si se le ofrecía algo más, afirmó que no, eso era todo.
−Por algo decían fecha estimada −se dijo.
Sopesando las opciones que tenía, sí valía la pena o no entablar ese proceso, llegó a la conclusión de que por una suma tan irrisoria dejaría pasar el tema, si hubiera sido por una más alta, lo habrían escuchado −se recalcó−. De este modo se resignó a no tener el aparato que le ayudaría.
A pesar de darlo por perdido, le llegó en una bolsa marcada con varios sellos, parecía un pasaporte.
−Pobre mío, todo lo que habrás pasado −expresó.
Al sacarlo del empaque le pareció risible el tamaño, se preguntó si algo tan pequeño podría serle útil. Ahora tendría que instalarlo en el coche.
Esparció las distintas piezas sobre su mesa de trabajo, por eso era tan barato, viene desarmado para que uno mismo lo ensamble −pensó.
Comenzó a analizar el panorama, cada parte debía encajar en un sitio determinado, las ordenó por su forma y comenzó a obtener resultados, pero su trabajo fue inútil, pues cuando creyó haber terminado y lo instaló en su vehículo, notó que no funcionaba, algo se le habría escapado. Tendría que volver sobre sus pasos y ver en donde estaba el error.
Lo sencillo hubiera sido coger la guía con la que venía, pero eso sería reconocer que necesitaba de una ayudita para dejarlo operativo.
Para él eso sería un golpe a su orgullo, por eso descartó esta posibilidad, seguiría con su método, el que siempre le había funcionado.
Buscó distintas formas de montarlo, pero en todas tuvo el mismo resultado, no supo desentrañar en donde estaba el falló, quizás era un problema de fabricación −era lo más seguro−, no había otra explicación, esto es lo que tiene comprar cosas en mercados lejanos −se dijo.
Al final, dejó todo para otro día, aunque no lo quisiera reconocer, la obcecación había sido en valde, huelga decir que no se dio por vencido, simplemente estaba cansado.

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