Creatividad

En la cuerda floja

Últimamente a M se le dio por subir todo a la nube, no tenía claro a que se refería ese instrumento abstracto, sólo sabía que apretaba un botón en el móvil y todo lo que quería guardar se respaldaba ahí, como por arte de magia.
Intentó contactar con el banco en cuanto vio que tenía un problema encima.
Hasta hacía poco, tenía problemas frecuentes, se metía en berenjenales por la falta de cuidado de sus datos digitales, ya que no les aplicaba la seguridad debida.
Cabreado, llamó hasta cansarse, sin embargo, fue en vano, nadie que pudiera solucionar su problema se puso al otro lado de la línea, después de varios intentos se encontró con alguien que, simplemente, se dedicó a hablar, pero de dar solución nada.
En vista de las carencias que denotaba la plantilla (en general), la empresa decidió brindar capacitación para hacer frente a los nuevos tiempos.
Esto le parecía una broma de mal gusto, para cualquier tontería solicitaban códigos de verificación, sin embargo, en aquella oportunidad se saltaron todos los controles.
No estaba seguro sobre asistir o no, era tiempo que le quitaría a su descanso y para él era sagrado. Si por lo menos fuera en horario de trabajo sería mejor, pero no, esto lo había tomado en cuenta el área de recursos humanos y por jorobar se tendría que hacer a la salida.
El dolor de cabeza que le causaba era insoportable, siempre estaba pendiente de cualquier alerta, pero pecó de confiado y aquí recayó el meollo del asunto.
Tras interiorizar que no podía escaquearse, se resignó a hacer caso y, por consiguiente, asistir (aun a costa de dedicar horas de su descanso).
Al inicio contactó por medio de un mail, escribió, detalladamente, el caso en el que se hallaba inmerso, en ese momento decidió ser escueto, pero ya metido en el tema, optó por dar las pinceladas más certeras, esperaba que así pudiera encontrar la ayuda que requería.
Sentía que era una pérdida de tiempo, en que podría afectarle no manejar los conceptos más actuales de informática, para su día a día esto no le perjudicaba, pero, aquí estaba lo esencial, gracias a las nuevas normativas, los negocios debían actualizarse (digitalizarse) lo antes posible.
Unas simples palabras de consuelo, sentía la necesidad de acercarse a su sucursal, hablar con su gestor e indicarle el mal servicio que brindaban, no le importaría solicitar el libro de reclamaciones.
No era muy dado a los cambios, le gustaba que todo se mantuviera igual, además, según él, ¿para qué modificar algo que funcionaba?
El ingreso de savia nueva a los puestos de mando hizo que ingresaran ideas novedosas al negocio, se les dio por presentar proyectos y solicitar financiación, con ello darían el espaldarazo necesario a sus iniciativas.
Siguió intentándolo, llamó más veces e igual que las anteriores, no lo atendieron.
La financiación, argüían, era a fondo perdido, por lo tanto, podrían sacarle todo el jugo, sin el temor de tener que devolverla.
Cuando lo hizo nuevamente, pensó en los inconvenientes que pasarían todos aquellos que sufrían estafas, ya que, con la demora que se producía, las cuentas podían ser vaciadas sin el menor escrúpulo.
Los cambios comenzaron a tocarle los cojones el primer día del mes siguiente al de su implementación. Recordaba claramente que le entregaron un folleto, en el cual decía: desde ahora todo se hará desde la nube, los informes se tendrán que sincronizar todos los días.
Nadie velaba por el cliente, solo servían para ofrecer productos innecesarios que, la mayoría de las veces, endeudaban a sus clientes, ya que sus contratos eran poco claros, tenían letra pequeña y destacaba su falta de ética.
Cada vez que miraba el folleto se lamentaba por el camino que estaba siguiendo la empresa. Los tiempos pasados fueron mejores —se decía como una forma de consolarse— y recordaba que no siempre estuvo en desacuerdo con las medidas de la empresa.
Por lo menos, ya que cobraban comisiones elevadas, deberían preocuparse por dar un mejor servicio —pensó—, pero esto era una quimera, desde hacía mucho tiempo estos servicios dejaron de tener un rostro humano, desde que se centraban únicamente en ganar dinero, todo quedó en nada.
Cuando entró a trabajar estaba de acuerdo con los aires de cambio, él era parte de la sangre nueva, la que daría otras energías al negocio.
Aunque, tal vez, eso fue parte del marketing que montaron para mantener engañados a sus clientes, ya que estos solo eran el medio, no el fin.
Pero ya no era parte de esa moda, una vez que se acomodó, no quería que nada cambiara.
Por lo menos antes se dignaban en hablarle e intentaban solucionar los inconvenientes que se producían.
La nube era un concepto abstracto que no manejaba a la perfección, no se imaginaba depositando su confianza en algo que no podía ver, si era así, era probable, que no fuera muy segura, por lo menos teniendo en papel sus informes podía saber en dónde estaban, de otro modo tendría la duda: ¿habría subido correctamente los archivos?
Cambió de estrategia, llamó a la central y fue ahí en dónde le contestó una chica. Todo iba bien hasta que, al exponer su caso, esta le dijo que no podía hacer nada, ya que solo se dedicaban a atender al cliente, el respondió que dar solución a los problemas del usuario, era dar atención al cliente, la respuesta fue que no podía solucionarlo, tendría que ponerse en contacto con su gestora.
El informático hablaba tan rápido que era imposible seguirle el ritmo, cuando se dio cuenta de que nada de lo que dijera aquel experto se le quedaría grabado, pensó en buscar la ayuda de alguien más, porque si no adquiría esas competencias se quedaría en la calle.

APP

300

Dos