Creatividad

Por un amigo

Lo vi de soslayo —Sí te callas, te daré parte de lo que consiga al vender esto —expresó mostrando un objeto guardado en su mochila.
Éramos colegas desde hacía una temporada relativamente corta, nos conocimos gracias a que coincidíamos en el complejo deportivo. Él solía ir con su equipo, yo con los colegas de mi bloque, además de ser el más alto de su grupo, era quien los dirigía, el resto de los chavales seguían a rajatabla sus indicaciones.
Así comenzamos a cruzarnos cada vez más por el pueblo, era muy bueno en los videojuegos de futbol, a mí no se me daban bien, por eso prefería jugarlos en la vida real a hacerlo en un entorno virtual, pero poco a poco fui aprendiendo, hasta descubrir que era una actividad entretenida.
En ese momento, al ver su acción, me pareció que lo correcto era callar, no tanto por su ofrecimiento económico, sino por la amistad, por eso le dije que no se preocupara, de mis labios no saldría nada de lo ocurrido.
En aquel lugar conocí a más gente, incluso, me llegué a hacer colega del dueño, en ocasiones noté como retaba a quienes demostraban ser buenos jugando al futbol virtual, de ese modo me di cuenta de que era una buena forma de jugar gratis.
Mientras volvía a casa le daba vueltas a lo que había pasado, ¿en cuánto vendería ese trasto? De repente me caerían unas cuantas monedas, no lo hacía por la pasta, lo hacía porque éramos amigos, me lo repetí varias veces hasta que me convencí de ello.
Por eso mismo quise mejorar mi juego, me siguieron enseñando, aunque tenía que pagar el tiempo que estuviéramos en la consola, no me parecía un mal trato, sentía que estaba aprendiendo.
Era por esa afinidad y no había más vueltas que darle. Durante la tarde seguí pensando en aquello, a mí también me interesaba tener una consola, pero no se me pasó por la cabeza hacerme con una de ese modo, ¿lo habría planeado?, ¿habría estado buscando el momento propicio? Solo él lo sabía, no se lo pregunté.
Era un periodo de formación, por eso no me afectaba perder, era el paso para mejorar.
Al no tener el dinero suficiente para comprar una, me acercaba al lugar en dónde solían alquilarlas. Con unos pocos euros, podía pasar varias horas divirtiéndome, cuando se agotaban me quedaba de pie observando cómo se divertían otros, no era lo más entretenido, pero me servía para analizar su estilo de juego.
Así, en silencio, observaba sus distintas estrategias, pensando en aplicarlas cuando jugara, si funcionaban, no las tocaría, si, por el contrario, no era así, tendría que adaptarlas y hacer que funcionaran con mi manera de jugar.
Continué asistiendo y demostrando que había mejorado, de tal modo que un día, el dueño me retó. Si bien, me había preparado para ello, no estaba seguro sí podría ganar, ya que aquel tipo tenía un buen nivel.
No sé sí llegó a vender la consola, pues dejé de verlo, tal vez no quería llamar la atención para que no lo relacionaran con el robo que había sufrido el negocio.
No estaba lo suficientemente preparado, a pesar de intentarlo, perdí, me faltaba mucho, pero no me desanimé, seguiría practicando.
Sin embargo, su ausencia generó sospechas, todos se preguntaban que había sido de él, como a mí me veían a su lado, daban por hecho que sabía algo, negué por activa y por pasiva que supiera en dónde estaba, como no tenían pruebas de que yo hubiera participado, dejaron de inquirirme, seguí siendo un asistente más.
Con el tiempo, demostré que era un rival digno, los juegos terminaban igualados.
Al final seguí como si nada hubiera sucedido, estaba demostrando ser leal.
Ante la afluencia de usuarios el dueño tendría que reemplazar la pérdida, sí quería mantener inalterable el nivel de su negocio, caracterizado por ser un espacio entretenido.

APP

300

Dos