Creatividad

Instruyéndome

Me había metido en la cabeza que era bueno para los idiomas, por este motivo quise seguir algún cursillo y, con eso, reafirmar mi confianza.
Quería llegar al nivel de poder cambiar de registro sin ningún esfuerzo, pasar de decir it ougtha be illegal a esto es ilegal, así, sin más, como si fuera algo natural.
Tenía una compañera a quien se le daba bien esto, siempre me sorprendía por la facilidad que demostraba, también ayudaba la formación que recibió.
Hasta que no la conocí, no me había planteado aprender otra lengua, pero al ver su destreza me dije: yo también puedo hacerlo, me embarcaría en la aventura de aprender, esto sonaba como uno de esos programas setenteros, lo pensé tras expresarlo.
Tras conversar varias veces comprendí que resultaba más fácil el aprendizaje si se realizaba a temprana edad, yo solo sé que desde pequeña tuve un profesor particular, me resultaba pesado, pero con el tiempo se me hizo costumbre —expresó.
Aquí tenía un problemilla (no insalvable), si eso era fundamental yo iba con retraso (para ser sinceros, con mucho). Esto también se lo escuché a un experto (un tipo que salía en la televisión): Es recomendable que se empiece pronto, más o menos sobre los… años.
Cierto, lo ideal hubiera sido…, pero no vivimos en un mundo perfecto, por lo tanto, tenía posibilidades de aprender a hablar, aunque fuese mínimamente bien.
De igual modo afirmaba que: Lo necesario era dedicar… horas, era fundamental pensar en ese nuevo idioma, por eso era importante viajar para rodearse de nativos.
Esto último no me pareció una mala idea, por eso planifiqué algunos viajes, asesorado por mi compañera bilingüe aprendí varias frases.
Solo tenía que llenarme de valor y, con ello, sería suficiente para lanzarme a lo desconocido.
Antes de viajar tanteé mi pronunciación con mi colega, me dijo que no estaba del todo mal y que tenía una forma graciosa de pronunciar las distintas oraciones, era mejor resultar gracioso que aburrido —me dije.
Envalentonado con ese apunte, viajé.
Estar en un lugar en donde lo que se escucha no se parece a lo que se oye comúnmente es una experiencia nueva, pero como tenía un vocabulario limitado, no podía disfrutar al ciento por ciento de todo lo que oía, sin embargo, a pesar de ello noté que el tono que utilizaban era familiar, resultaba similar al que usaba en mis charlas.
Conforme fui conociendo más de ese ambiente noté que todos se preocupaban por entenderme, en ese momento recordé lo que había leído en un libro: «Aquel que quiere venderte algo, hará lo imposible por hablar tu idioma».
De este modo, descubrí que aquella afirmación era verdad, pese a ello encontré la oportunidad para soltar algunas de las frases aprendidas, pero no por una cuestión comunicativa, sino por resultar salado.
Volví de ese viaje sin haber aprendido nada nuevo, tal vez el movilizarme por la zona turística tuvo que ver, a lo mejor si hubiera seguido una ruta alternativa, la aventura hubiera resultado más satisfactoria.
Así me di cuenta de que podría estudiar cualquier idioma sin salir de mi ciudad, por eso me acerqué a un centro de idiomas local.
Inscribirme fue sencillo y, tras rendir un examen, me matriculé en el programa que se adaptaba a mi nivel, pero aquí tuve como inconveniente la forma en la que enseñaban, la poca motivación que causaban en mí hizo que el interés decayera.
A pesar de esto seguí matriculándome en más cursillos, comencé a coleccionar carnés de los distintos centros que impartían clases, gracias a esto incrementé mi círculo de conocidos, con los que coincidía en distintas zonas de la ciudad, no todo tenía que ser malo.

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