Creatividad

Ideas de peso

Estaba reincorporándose a la rutina de todos los días, la temporada de celebraciones terminó.
—Si todo fuera siempre una fiesta, sería un aliciente —se decía.
Si le hubiera sido posible vivir como un señorito, habría aceptado. En situaciones concretas, su sentido de clase se quedaba en el papel, en dónde pusieran más días de descanso, estaría él.
Tendría que empezar de cero, tener la pereza de retomar las tareas, el cuerpo no le ayudaría, lo sentía lento y pesado, ¿habría subido de peso?, no estaba seguro, tenía miedo de cotejarlo con la báscula, ya que, se cumplirían sus peores temores, se iría de cara con la realidad, tal vez con unos 4 o 5 kilos de más.
Pensó en la época en la que le costaba engordar, ¿cuántos años tendría?, pocos, con seguridad —elucubraba—.
Era un tirillas y casi todos lo molestaban por su delgadez. Es la genética, afirmaban algunos, tienes un cuerpo desagradecido, añadían otros. No sabía cuál era la razón exacta de tales afirmaciones, no se sentía diferente a los demás, sin embargo, los comentarios le crearon un complejo que lo empujó a adecuarse a los cánones de quienes lo criticaban.
Ahora eso era pasado, en la actualidad el problema era bajar de peso, daría lo que fuera por tener el metabolismo de antaño, pero era un deseo imposible, su cuerpo se comportaba de otro modo.
Cuando le soltaban alguna chanza por su aspecto, argüía que era por sus huesos, los tenía muy pesados, e incluso cuando susurraban que tenía tripita, decía que era a causa de sus costillas, le sobresalían.
Tenía en mente la imagen de un tipo mirándose al espejo y diciéndose —me estoy haciendo viejo—, tras darse unos golpecitos en el vientre.
Los días de asueto eran cortos, los de trabajo no, los primeros pasaban más rápido, los segundos, lentos, si se descansara más y se laborara menos, la calidad del trabajo subiría exponencialmente. Se planteaban jornadas más cortas, con esa promesa te hacían currar más, pero estas no pasaban de ser meras ideas soltadas en petit comité.
¿Los kilitos de más? Se pondría a régimen —afirmó—, ¿por cuarta, quinta vez?, sentía que, en esta oportunidad, necesitaba ponerse en manos de un nutricionista o, en su defecto, comenzar a comer sano, por su propio bienestar.
Las campañas de concienciación habían cumplido su cometido, no quería sentirse mal, su cambio de humor y depresión podía deberse a su mala alimentación, aunque mientras no consultara con el especialista las ideas que le surgían, eran simples suposiciones.
Volver a esos años en los que hiciera lo que hiciera, daba igual, su peso no subía, era una añoranza irrealizable en la actualidad.
Daría lo que fuera por estar ahí y decirse a sí mismo, no hagas tonterías, luego te arrepentirás, una vez que estás arriba es difícil bajar, da igual que los demás no te acepten por como eres, eso no debería importarte, tú eres tú, no tienes porqué encajar.
Ahora sí, cumpliría su cometido, con bajar pocos kilos se sentiría satisfecho, no pedía más, no se sentía capaz de cumplir una meta más amplia, tenía que ser realista, ponerse un objetivo que pudiera cumplir, no mentirse desde el inicio, pero eso sí, ser constante, seguir una ruta clara, acorde a sus circunstancias.
Recordó, en ese instante, alguna situación más, si se ponía en ese plan todo resultaba intrincado, lo mal que le quedaba la ropa, lo mal que, según él, le sentaba todo, no se veía bien, no se sentía a gusto consigo mismo y, esto era lo fundamental, tenía que dar un giro, dar nuevas esperanzas a sus aspiraciones, no dejarse llevar por la situación sin hacer nada, tomar las riendas de su aspecto.
Poco a poco la imagen se fue haciendo tenue, escondiéndose en sus recuerdos, ahora solo tenía el presente, él, sus costillas, su sentido de clase, su tripita y sus huesos, iban a cuestas, sintiéndose más pesado, conforme avanzaba en su trayecto.

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