Creatividad

Contacto amical

Santi descubrió, hace poco, una nueva forma de socializar. Un espacio simple que no requería demasiada formación.
Escribía una frase random, esperaba e iniciaba el contacto.
Las fórmulas eran repetitivas y, casi siempre, cumplían su cometido.
No más de cuatro palabras, esa era la norma, los caracteres se contaban al dedillo, estaba prohibido sobrepasarlos.
De repente estas restricciones estaban implantadas para no sobrecargar el servidor.
Otra posibilidad, aunque no estaba seguro, explicaba esto debido a que la gente no era de leer mensajes extensos.
Esto daba más alcances al hecho de establecer esta regla.
Sus limitaciones aquí eran lo de menos, nadie las notaba, pasaba por uno más.
Si quería podía crearse un usuario o, en su defecto, permanecer como invitado. Elegir esta opción limitaba las interacciones, pero mantenía en el anonimato a quien la elegía.
Se centró en quienes estaban a cien metros de distancia. Tan cerca y tan lejos −se dijo−, con lo fácil que hubiera sido acercarse en persona y saludar.
Si fuera más sociable, estaría en otra situación, quedaría más a menudo, saldría más seguido. Pero este no era su caso, desde que teletrabajaba había semanas enteras en las que no asomaba el careto por la calle.
Podía resultar raro, pero no le parecía anormal.
Solo veía avatares y se centró en uno, llamó su atención por la cantidad de imágenes que colocaba en su estado. No eran fotos profesionales, pero describían lo que hacía en su día a día.
Desde su punto de vista le parecía excesivo colocar tantas capturas personales.
Cualquiera podía acceder a ellas.
Le resultaba peligroso, notó que su información se podía descargar, no se requería tener permisos especiales para hacerlo, solo era necesaria una cuenta.
Siguió observando, aparentemente era feliz.
También podía darse el caso de que todo fuera una fachada, quería mostrar que era alguien de fiar, para que la gente se acercara a él, ya que generaba confianza, era un tipo de familia.
¿Quién podría dudar de sus intenciones?, estaba ahí en buen plan, buscando amistades, no buscando cosas raras.
Con esa estrategia podía resultar más exitoso a la hora de entablar conversaciones y conseguir seguidores.
Mientras estaba en esas tribulaciones, volvió a revisar aquel perfil y se dio cuenta de que había añadido fotos nuevas, tal vez tomadas en ese momento.
Con ellas se podía seguir su día a día y fue así como se fue haciendo un observador asiduo de aquel desconocido.
Cada día contaba una historia, se podía acompañar el rastro de las cosas que hacía, incluso a lo que se dedicaba.
Le sorprendía la vida que tenía.
Asistía a conciertos, viajaba constantemente, estaba rodeado de muchas personas, por lo visto se lo pasaba bien.
Se le ocurrió que a él le gustaría vivir lo mismo, disfrutar de las bondades de ser popular.
Tras mucho pensarlo, creyó que era hora de dar el paso, saludarle, explicarle cuales eran sus intenciones, contarle que se había fijado en sus estados, en sus fotos y que le parecieron interesantes.
Comentaría que le resultaba llamativo el desenfado que mostraba en cada publicación, igual podrían quedar para tomar algo.
Durante la charla lo pondría en alerta.
No era bueno que se expusiera de ese modo −y añadiría−, no es recomendable exhibirse así, colgar tanta información privada, alguien podía aparecer y comenzar a tomar apuntes de tus datos.
Podría seguir tus pasos, saber tus trayectos.
En su mente, aquel elemento, pensaría que habría una relación amistosa entre ambos, por eso se presentaría en cualquier momento, con la firme idea de que existía un nexo entre vosotros.
En su proyección la charla fluiría de lo más natural, aquel extraño estaría atento a sus consejos, por ese motivo seguiría en su plan pedagógico.
No se puede ser tan inocente en estos medios, más aún cuando lo que subes está abierto a cualquiera.
Tal vez lo haces por divertirte, pero no todos lo ven así, imagina si se sale de control, no quiero ni pensarlo, te recomendaría que colocaras en modo privado tu perfil, eso te aseguraría que solo lo vieran quienes tu quisieras.
Es fácil, yo lo aprendí sobre la marcha, vas a opciones, luego te centras en privacidad y listo, nadie más te espiaría.
Asimismo, seguiría con una serie de recomendaciones, todas enfocadas en su seguridad, pues era lo único que le interesaba.
No sabría cuanto tiempo le tomaría soltar esta retahíla de consejos, ¿una tarde, tal vez, o más jornadas?, pero el estaba dispuesto a todo, solo esperaba que hubiera la disposición necesaria en la otra parte.
Aquel encuentro iría de maravilla, podían ser amigos y seguir quedando, intimarían más y se harían compañeros asiduos, al final de todo le soltaría lo siguiente:
−¡Tuviste suerte chaval!, tu perfil podría haber caído en las garras de un acosador y eso te hubiera puesto en una situación peliaguda…

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