Creatividad

Bozal

Despertó como tantas veces. El día no tenía nada de especial, uno más, uno menos —resopló mientras pensaba en sus obligaciones—, ¿qué más daba?, total, esa sensación de pesadumbre no se iría. No le iban mal las cosas, todo estaba relativamente bien. Era seguidor del existencialismo, no el de Sartre, sino del suyo propio, moldeado a su forma y figura, con toques pesimistas, al estilo de Schopenhauer, más no sabía quiénes eran estos filósofos. Vivía como otros que pueden ser encasillados, pero no se enteran de qué va su angustia existencial.
—No entiendo lo que dices.
—… —por segunda vez repetía el parlamento.
—Habla despacio…
Durante un tiempo se interesó por la política. En la etapa de formación (así le llamaban), tuvo que asistir a varios cursos denominados de capacitación, los encargados de dictarlos intentaban destruir cualquier idea contraria a la postura ideológica del partido, eran métodos de aleccionamiento. En ese lapso tuvo que facilitar sus datos personales, permitir que lo investigaran y proporcionar información de su cuenta bancaria. Sus ganas de creer en algo podían más, por eso no se percató de esta intromisión.
Repitió nuevamente la frase, fue en vano, no se oyó bien. En este punto estaba cuajando, en su cabeza, la idea de que era un sinsentido llevar bozal (así leyó que llamaban a las mascarillas, el mensaje estaba pintado en una de las paradas del bus), pero, las autoridades recomendaban su uso, entre hacer caso a unos gilipollas y a los que velaban por el bien común, se decantaba por los segundos, sin embargo, para cabrear a su entorno le llamaba bozal, valía la pena burlarse de los demás.
También tenía que pasar por una temporada de prueba, a mi edad y en proceso de prueba —se dijo—, ¿acaso no era un buen elemento que podría aportar cosas importantes al partido?, sin embargo, se respondió pronto, nadie lo conocía; para ser tomado en cuenta era necesario tener un padrino, quizás, si hubiera querido ser político muchos años antes, ahora lo tendría.
—Tendrás que quitarte el bozal.
—… —tenía temor de hacerlo, sin embargo, tenía ganas de decir que no era un bozal, sino una mascarilla, si este tipo no sabía la diferencia, tenía un problema muy gordo.
—Te lo vas a quitar o no.
—… —estaba convencido de que se estaba burlando de él, hasta ahora no había tenido problemas, todos lo entendían, ¿cómo era posible que no lo escuchara?
—Si no vas a decir nada, deja la fila y deja pasar a otra persona.
No te desanimes, este proceso es corto, ni pienses en tirar la toalla, enfócate en lo esencial, formar parte de algo más grande que tú o yo, de una institución tan antigua como las pirámides (dedujo que esto lo decía para sonar más grandilocuente). Una vez que pases esta prueba todo será más sencillo, podrás hablar con la gente que se encarga de organizar los mítines y con nuestros representantes, aunque sean personajes muy ocupados, nunca se olvidan del partido, saben que las bases son lo fundamental. Cuando vienen, nos invitan a cenar y a tomar algo, lo que tú quieras, como si tomas agua, una cerveza o vino, aunque lo de beber vino sería pasarse un poco, como muestra de respeto solo los de arriba lo hacen, es una forma de quedar bien sin caer en la extravagancia.
Ante esas palabras no supo que decir, en vano intentaba que lo atendieran, no había demasiados trabajadores en el lugar, volvería al día siguiente o consultaría por teléfono, prefería eso a quitarse la mascarilla.
Todo iba perfecto hasta que hablaron de domiciliar pagos y otros temas que sonaban a inversiones financieras, eso comenzó a olerle mal, los cobros recurrentes no formaban parte de su bitácora, quería hacerse miembro, sí, pero no a cualquier precio.
Por esta razón dejó de lado esa inquietud, debido a este aspecto mercantilista, pues con el poco dinero que ganaba se le hacía imposible pagar las cuotas que exigían para poder afiliarse y portar un carné.
Su salud estaba primero y no la pondría en juego para ser atendido.
Esa angustia existencial motivó que se desmarcara y saliera de aquel lugar, le daban igual las promesas. Todo esto hizo que creciera su náusea, que comenzara a vivir desmotivado, ¿cómo tener ánimo tras aquella decepción?, esa experiencia fue como un choque con la realidad, no existía la perfección. Él esperaba encontrar un espacio en donde todos compartieran su ideología y que la misma no se sustentara en lo económico. Todo esto era meditar en vano, no podría cambiar la mentalidad de sus miembros, este descreimiento comenzó a mellar más sus ganas; despertar era parte de una gran monotonía.

Mitchel Ríos

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