Creatividad

Un manitas

Hace poco me compré un mueble para casa.
Yendo por una de las calles más populares de la ciudad lo vi en exposición, en ese momento lo visualicé en mi apartamento, me imaginé siendo su dueño, llevándolo a mi espacio, acomodándolo, ubicándolo cerca de lo que me gustaba, sentándome en él y disfrutando de buenas tardes, tal vez viendo fútbol, una serie o jugando algún videojuego.
Los colores eran perfectos, destacaba la composición del verde y negro, mezcla agradable a la vista, además el precio no era excesivamente elevado.
Sin más dilación entré en la tienda, me acerqué a una de las encargadas y solicité información, tuve que subir a la segunda planta, la que, en boca de la vendedora, era la dedicada a venta de objetos para el hogar.
La tienda era enorme y tenía muchos productos en exposición, yo iba con las ideas claras, por lo tanto, no tendría problemas a la hora de ir, escogerlo y esperar en casa a que me lo llevaran.
Sin embargo, cuando accedí al lugar en dónde lo podía coger, no encontré ningún sofá, solo había cajas, pregunté que si era correcto el sitio en el que estaba, me dijeron que sí, el mueble venía en su embalaje y en él las instrucciones para armarlo. Yo expresé que esperaba encontrarlo ensamblado y, así, indicar mi dirección para que lo dejaran en casa. La respuesta fue contundente:
—Lo podían llevar a casa y armarlo, pero tenía que hacer un pago extra —El cargo de la entrega, sumado al precio hacía que este se equiparara a los que había visto en otros comercios.
Al inquirir si era posible llevarse el que estaba expuesto, el vendedor comentó que no era posible, era de atrezo, no para la venta.
No se me daba bien armar esos muebles, por eso al oír esa palabra, dudé. Alguna vez lo intenté, compré esos muebles que parecen rompecabezas y al finalizar no se parecía en nada al modelo que había visto, cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. En un mundo ideal era similar a lo que había adquirido.
Con esa mala experiencia, no tenía claro si valía la pena armarlo yo mismo, por eso al inicio pensé dejarlo, pero me gustaba tanto, que me lo llevé, además deduje que la caja sería pequeña, pero estaba equivocado, por suerte, vivía a unos cuantos bloques y podía tenerlo en el piso pronto.
Lo cargué y pensé que de este modo me serviría para hacer ejercicio.
Al llegar desplegué su contenido en el suelo. Tras ver todas sus piezas, me quedé ahí sin saber qué hacer, solo se me ocurrió leer sus instrucciones, una vez que consideré que las tenía memorizadas, me puse a darle forma, pero mis buenas intenciones no bastaban para llegar a buen puerto. Lo intenté, más no fue posible.
Tras cavilar sobre el tema, me decidí a buscar un tutorial en internet, lo logré, seguí los pasos y conseguí tener algo que se acercaba a lo que vi en la tienda. Me sentí reconfortado al haber ahorrado dinero, pues con ello podía comer o salir un fin de semana.

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