Creatividad

Un sitio mono

Leí por ahí (o tal vez lo escuché en una peli) unas líneas sobre los días buenos y como, durante el transcurso de las horas, se van estropeando, no quiero pensar que este día haya sido uno de esos.
Planifiqué, durante varios días, salir, no daba abasto con mis obligaciones, necesitaba hacer una pausa.
Quería elegir una experiencia distinta y si era culinaria, mejor.
Todo surgió sobre la marcha, sin embargo, cuando me puse al tema comprendí el error de improvisar —a las ganas de evadirme le agregué el estrés de no saber a dónde ir.
Recordé que una compañera me habló de un sitio muy mono, pequeñito pero atractivo, en el que atendía una gente encantadora, lo dijo con su acento particular
—Sabes, tienes que ir, es un sitio de lujo.
Me dio más detalles, se ubicaba en el número 600 de la gran vía principal.
Con esas señas sabía a qué lugar se refería, pasé por ahí, pero nunca entré.
Yo solía ser asiduo del café situado a espaldas de este. En mis ratos libres, cuando tenía más tiempo, me sentaba cerca de una de sus ventanas para tener vistas de la calle principal. Me gustaba porque podía perderme entre sus decorados y estatuas.
La primera vez que asistí quedé maravillado. Era un lugar apacible al cual se podía ir sin apuro y se podía estar tranquilamente, pasando el día como, en su época, algún personaje famoso lo hizo (deduzco).
Sin embargo, comenzó a ganar popularidad y cada vez era más difícil encontrar un sitio decente, para el dueño era ideal que asistieran más clientes (su negocio estaba en auge), pero eso rompía la magia del lugar. En un mundo ideal este espacio se hubiera mantenido estático, esperándome, deseando que llegara para ocupar la silla de siempre, pero la realidad es distinta, somos piezas desechables.
Comprendí que su encanto era cosa del pasado, cuando, un fin de semana, me acerqué con la idea de consumir un amontillado y hallé el lugar abarrotado de gente. Alguien (uno de esos mal llamados influentes) había puesto una reseña en internet indicando las bondades del lugar. La muchedumbre impedía el ingreso, pensé que sería algo pasajero, pero eso se repitió varias veces, tras entender que este ya no era mi lugar, decidí retirarme, sentí que perdía una parte de mí.
¿El sitio sería tan mono?, tal vez no estaba del todo mal, podría ser un grato descubrimiento.
La gran vía principal quedaba a pocos minutos de mi casa, podía desplazarme fácilmente, sin embargo, los locales ubicados en ella se habían acostumbrado a atender solo con reserva.
Era decimonónico pensar en aquellos sitios como si fueran bares de pueblo, en los que uno se sentaba sin más, aquí tenían otro estatus o eso era lo que aparentaban.
Llamé siguiendo las normas, sin embargo, fue imposible realizar una reserva.
—A menos que hubiera cancelaciones, ese día tenían el servicio completo —arguyó una voz atenta.
Otra opción era quedarme en el piso, apalancarme, pasarlo a mi bola, pedir comida a domicilio.
No obstante, la última vez que lo intenté, aborté la opción, después de estar intentándolo durante un buen rato.
En aquella oportunidad se me dio por utilizar una de las tantas ofertas de reparto a domicilio que me llegaban al correo, pero pronto descubrí que las ofertas no eran tales, pues había que cumplir ciertos requisitos.
Las promociones se aplicaban si se seleccionaban una serie de complementos obligatorios y otros opcionales, con esto el precio se elevaba, dejando en nada la oferta, no claudiqué, esperaba hacer efectiva alguna, pero fue una empresa difícil, ya que el importe ofrecido era uno y al momento de pagar cambiaba, resultaba que, sin saberlo, se incluían ciertas selecciones que no marcaba, varias veces repetí el proceso, pero el resultado fue el mismo.
En tal tesitura, se me fueron las ganas de efectuar el pedido, me decanté por ir a hacer la compra, fui al super más cercano y me apañé con lo que encontré.
Aún tenía buen ánimo, por eso tras escuchar las indicaciones del encargado, no insistí, me dije que iría por libre, a ver si había suerte y todos se ponían de acuerdo, anulaban sus reservas en aras de que pudiera encontrar un sitio, una quimera en toda regla.

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