Creatividad

Un inconveniente

Cuando le robaron la cartera estaba seguro de que podría reconocer al ladrón.
De soslayo había visto a alguien que se le acercaba, pero pensó que era como todos los días, en hora punta, cuando la gente se agolpaba en la puerta para bajar.
Sin dudarlo fue a preguntar a los de seguridad, bastaría con revisar las grabaciones de las cámaras para saber en dónde estaba sus pertenencias −lo daba por descontado.
Como la estación era pequeña encontró rápidamente a los encargados, les narró los hechos, prestaron atención.
Les explicó que se dio cuenta del robo cuando, al subir por las escaleras, fue a coger el abono de transporte para salir por el control.
Fueron amables y le indicaron que si encontraban su cartera se pondrían en contacto.
Tras escuchar esto añadió que le resultaría de ayuda que revisaran las imágenes de las cámaras —lo dijo con la seguridad de haber visto varias en diferentes puntos.
Ahí se vería el momento exacto en el que sucedió el hecho y dar con el responsable, podrían seguirle el rastro.
Lo escucharon atentamente hasta que terminó de hablar y luego replicaron.
—Eso sería lo lógico, seguir el rastro, sin embargo, eso que parecen cámaras son, simplemente, objetos disuasorios, para que los bribones piensen que los están grabando, la mayoría de las veces cumplen su cometido, pero como te habrás dado cuenta, en otras, no… —luego añadieron— en este tipo de estaciones usualmente es así, en las grandes tienen un departamento especializado en monitorizar, si lo tuviéramos aquí no hubiera sido necesario que tú nos buscaras, nosotros te habríamos buscado.
Le recomendaron que mejor fuera a denunciar a la policía, ellos sabrían brindarle ayuda, tal vez lo conocerían, ya que a menudo los carteristas del metro estaban fichados.
Después de escuchar la recomendación, decidió ir a denunciar el robo y quedarse tranquilo.
Mientras se dirigía a ese lugar comenzó a preocuparse, porque en la cartera tenía sus tarjetas, si bien el delincuente no sabría su pin, podría hacer compras pequeñas. Sin perder tiempo llamó a su banca online para cancelarlas, pero tras intentarlo, nadie cogió su llamada, solo una grabación le indicó, varias veces, que se mantuviera a la espera, pues todos sus agentes estaban ocupados.
Trató de serenarse, tampoco era necesario montar una película, además recordó que casi siempre uno lo pasa peor con lo que imagina que con lo que pasa en sí. Tras darle vueltas, se sosegó.
En la comisaría, le tomaron declaración e hizo la denuncia, mientras deslizó que podía reconocer al carterista si le ponían delante una foto —pensó que era como en las películas en donde los policías solucionaban todo con celeridad.
Muy bien −dijeron−, pero para una identificación tendríamos que enviarte una citación, en el caso de que hubiéramos apresado a alguien, para que te personaras —y añadieron— este es el procedimiento habitual, lo lamentamos, pero no podemos hacer más.
Decepcionado salió y siguió dándole vueltas a todo.
Volvió a llamar a su banco, pasó lo mismo que la vez anterior. Le jodía que no hubiera un mejor servicio al cliente, ellos serían los culpables si sus finanzas se veían perjudicadas.
Muchos intentos más tarde, no recordaba la cantidad, alguien le respondió al otro lado, en lugar de desfogar el enfado que llevaba, guardó su cabreo para otro momento, ya que era más importante hacer las diligencias necesarias para no perder algo más que unos simples trozos de plástico.

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