Creatividad

Inconveniente casero

El fin de semana era para desconectar, así lo tenía marcado. Como pasaría cerca del área comercial de la ciudad, iría a por un producto que tenía entre ceja y ceja, pero que, hasta no hace mucho, tenía un precio prohibitivo.
Lo que más odiaba de estar en casa era limpiar, durante la semana tenía el pretexto del trabajo
−Llego cansado y no tengo ganas de hacer nada −afirmaba.
El día de su lanzamiento generó expectativas entre el público, prometía ser la innovación definitiva, dar a los consumidores una experiencia sustancial.
Tener una casa inteligente sería la solución, en donde la limpieza fuera automática, fregara los platos, barriera los suelos y aseara el baño.
Sería la compra más sencilla de su vida, no se rompería la cabeza preguntando a los encargados, tampoco recorrería innecesariamente el mall, subiría un par de pisos, se dirigiría al área indicada y cogería lo que buscaba. Efectivamente, sería simple.
Pero todo eso no pasaba de ser un deseo, ya que no sabía de la existencia de un sistema de ese tipo.
Se decantó por ir en sábado, esperaba encontrar poca afluencia de gente.
Conocía de varios que se centraban en un determinado apartado, pero actuaban de forma independiente, no de forma conjunta, ni automatizada, era necesario que hubiera alguien detrás controlándolos.
Entre más pronto estuviera en el comercio, más probabilidades habría de que su plan fuera más certero.
Este problema surgió desde que comenzó a vivir solo, antes, cuando vivía con la familia, no tenía esa preocupación, no todo estaba a cargo de él, había más gente y eso era un alivio.
Encontraría vacío el local, cogería aquel artefacto y saldría, de este modo se haría con la herramienta que facilitaría su vida, evitándole cansarse innecesariamente, así tendría tiempo para dedicarlo a otras tareas.
Ahora, tenía que apañárselas como podía.
Si todo lo que afirmaban los desarrolladores era cierto, la decisión de adquirir con una unidad era buena idea, aunque había la posibilidad de que fuera una campaña de marketing, en la que convencían al usuario de hacerse con algo que no solucionaba nada, pero sí fomentaba el consumismo.
Por un tiempo, al independizarse, lo tuvo controlado, lo planificaba todo, pero, al cambiar a un trabajo sin horarios fijos, esto lo descuadró, por eso, tenía que hacerlo cuando pudiera, cuando las circunstancias se lo permitían.
Cuando pensó en comprarlo, vio varios videos en los que indicaban sus bondades, poniendo por las nubes sus funciones. No era tonto, sabía que muchos eran pagados por la empresa que los ofertaba.
Pero casi siempre terminaba quemado después del trabajo, sin ganas de hacer nada, por eso dejaba pasar los días.
Además, entendía que solían pasarse de la raya los anunciantes, su fin era convencer por cualquier medio, aún a costa de ir en contra de sus propios intereses.
Llegaba el fin de mes y, aunque era consciente de que no era lo más adecuado, intentaba dejar presentable su espacio.
No era alguien influenciable, eso estaba claro, pero estaba convencido de que necesitaba algo así, le ayudaría en sus labores cotidianas, le evitaría cansarse innecesariamente e incorporaría tiempo de calidad a su vida.
También se había planteado contratar a alguien para que se encargara de la limpieza, pero no era factible, pagar por ello implicaba hacer un desembolso de dinero elevado.
Calidad que requería, pues notó que siempre estaba con pocas ganas de hacer las cosas. Esto repercutía en lo que le gustaba hacer, porque no podía centrarse, nada tenía sentido, nada le emocionaba.
Era necesario adecentar todo a su alrededor.
Sopesándolo, sería una buena adquisición, aprovechando su precio, estaba rebajado, la tecnología entraría por la puerta grande a su casa, podría estar a la vanguardia y, eso, le sentaría bien.
Algo que no entendía era el polvo que se acumulaba por todas partes, si vivía en una urbanización, ¿cómo era esto posible?, no había árboles, tampoco tierra, pero, a pesar de ello, el polvo no dejaba de aparecer, era un sinsentido.
Al encontrarse en el lugar notó que nada estaba en el sitio que recordaba, habían cambiado todo de posición.
Igual podría compartir piso… esto no le gustaba, prefería estar solo.
No bien entró, lo notó.
No tener a alguien más recorriendo su espacio, explorando su intimidad.
Como no se dignó ningún encargado en acercarse e indicarle en dónde podía encontrar lo que buscaba, pensó en irse con las manos vacías, pero antes de hacerlo esperó un par de minutos más, era fin de semana y estarían atareados, tampoco podía ser tan pijotero, tendría que ser paciente, en algún lugar estaría lo que fue a comprar.
Volvió sobre lo de la casa inteligente.
Lamentaba irse con las manos vacías, pero no podía seguir esperando, más aún cuando iba a tiro fijo, el encargado que se le acercara haría la venta más simple de su vida. Si al final nadie lo atendía —dijo resignado— se iría a otra tienda que ofreciera un mejor trato a sus clientes.
Mientras pensaba en ello, cayó en que no había manera de escaquearse, debería hacerlo él mismo, miró a todas partes y entre más revisaba todo lo que había por hacer en el piso, menos ganas tenía de ponerse manos a la obra. Al final se decidió, pero antes iría de compras…

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