Opinión

Una luz en su ocaso

Se ve a un tipo sentado en un sillón, tiene problemas para desplazarse. Las escenas pasan, vive atormentado, por eso está autodestruyéndose y pone trabas a quienes intentan ayudarlo. Sin embargo, a pesar de esas circunstancias trata de consolarse, convencerse de que su decisión es acertada e irá con ella hasta las últimas consecuencias.
El año pasado se estrenó «La ballena», dirigida por Darren Aronofsky. Su trama gira en torno a Charlie, encarnado por Brendan Fraser, un profesor universitario que vive aislado en su apartamento, a causa de sufrir de obesidad mórbida. Debido a su enfermedad no puede moverse con libertad, por eso es una persona dependiente, requiere de alguien que le limpie la casa, le haga las compras y le prepare la comida. Consciente de su contexto decide dar solución a un frente que tiene abierto, contactar con su hija y redimirse con ese acto.
Lo resaltante de esta obra es su puesta en escena y el uso de un solo escenario, a pesar de las limitaciones que podría plantear, estas no son tales, porque consiguen el efecto de mostrarnos el mundo asfixiante en el que se desenvuelve nuestro personaje principal. Al circunscribirnos a esas cuatro paredes, el director logra que sintamos la opresión de su mundo, ya que no logramos ver más allá de ese escenario, como si todo el infierno que sufre el catedrático está en esa prisión que habita por voluntad propia.
Asimismo, a esto acompaña la buena interpretación de Brendan Fraser, su desenvolvimiento resulta creíble, convirtiéndose en el pilar fundamental de la cinta, su performance da veracidad a lo que vemos en pantalla, consiguiendo acaparar la atención de los espectadores.
Por ponerle una pega, tiene problemas de guion, hay algunos aspectos que quedan en el aire y no son explicados, dando por hecho que no es necesario, pues con la información que se nos proporciona es suficiente. Esta disposición hace que no empaticemos con el resto de los personajes, si bien el centro de la historia es el profesor universitario, ampliar su panorama desarrollando al resto de arquetipos no hubiera estado de más, le habría otorgado otros registros y matices a su relato.
En esta misma línea su discurso moralista resulta por momentos fuera de lugar y el modo de abordar el papel de la religión en la vida del hombre, por momentos, se semeja a un libro de autoayuda, aleccionador.
No obstante, dejando de lado estos detalles, el filme es entretenido, nos mantiene interesados en seguir el día a día de Charlie, entregándonos una bella narración dentro de lo trágico que resulta el proceso de autodestrucción de un ser humano. En tal sentido, hace de lo grotesco su leitmotiv, no escatima en recursos para mostrarnos la fría realidad de alguien que sufre de obesidad mórbida.
Dejando de lado este aspecto, al final, tal vez, el personaje encarnado por Fraser vive obsesionado con Moby Dick, escrita por Hernan Melville, porque en esa novela la ballena blanca, némesis de Ahab, logra alzarse y vencer a su perseguidor (el mundo).

Lume

Agli