Opinión
Cosas tiene la democracia que parecen de autocracia
En una sala se encuentran varias personas dialogando. Los asuntos que abordan son diversos, hablan de economía, de la problemática mundial y de las leyes. Consideran que tienen en sus manos el destino del mundo; arguyen la importancia de sus decisiones, de ellas depende que todo vaya bien o mal. Por lo visto son personajes importantes. Sus conversaciones continúan por un buen tiempo. Termina la charla y la camaradería se cierra con una frase: Somos la nación más poderosa del mundo.
Me acerqué a ver Vice (Adam McKay, 2018), por lo curioso de la traducción de su título al español: El vicio del poder —no se puede negar lo llamativo de este en contraposición al original—. El rótulo dado en nuestro idioma enfoca la idea central del guion, en él se muestra el papel de Dick Cheney dentro de la política norteamericana; su ascenso hasta convertirse en el personaje más poderoso dentro de EEUU, no en vano, uno de los personajes, su esposa, le dice en una reunión: en este espacio la mitad nos teme y la otra quiere ser como nosotros.
Hasta aquí puede ser una película como muchas otras que elaboran el retrato de un personaje importante, pero, es más que eso, conforme avanza rompe con esa idea y se convierte en denuncia, le dice en la cara al espectador: así es cómo los políticos se comportan mientras tú confías en su buen hacer, así te manipulan para que estés de acuerdo con sus decisiones.
La narración denuncia el peligro que se corre al concentrar todo el poder de una nación en una sola persona y, así mismo, la forma en la que nuestros sistemas democráticos, a veces, pueden parecerse a los de su contraparte, las dictaduras, a causa de llevar al nivel más vil, e inverosímil, la interpretación de las leyes, porque, según la cinta, toda norma se presta a ser redefinida, jugando en este aspecto un papel fundamental el contexto. El espíritu de las leyes es noble, aunque manipuladas, por seres no tan nobles, dan pie a atrocidades. El poder conducido por la ambición personal genera catástrofes y corrompe todo lo que toca.
Puede sonar cómico que en un pequeño espacio se pueda decidir el curso de nuestra historia. ¿Cómo es posible que una minoría tenga en sus manos el destino de millones?, la pregunta es sencilla, pero la respuesta no, debido a lo intrincado de su definición. Existe gente con el poder suficiente como para alzar o traerse abajo estados. Con una simple palabra pueden modificar el medio, en contra de lo que se puede pensar. Los medios nos dicen que vivimos en un mundo libre y, para reforzarlo, nos muestran imágenes de países en donde no sucede eso. En esos lugares los civiles son víctimas de gobiernos déspotas, también, su argumentación se consolida en las imágenes de pobreza, además de la violación de los derechos de las personas. ¿Cómo no vamos a querer vivir en nuestros pueblos libres? Esta propaganda nos hace considerar que lo que se ve en los medios es la única verdad.
Una de las mejores escenas de la obra se da en un restaurante, en donde el camarero lee la carta del menú a un grupo de políticos; en lugar de describir la serie de platos gastronómicos que la conforman, comienza a decir en voz alta una serie de normas de las que pueden servirse para seguir ostentando su poder, lo único que deben decidir es si se valen o no de ellas.
Esta caricaturización del poder nos lleva a pensar en la forma en la que se maneja el mundo, gracias a que algunas naciones se sienten con el poder de decidir sobre otras, inventando enemigos, generando miedo en la población; para alcanzar sus fines invaden territorios ajenos porque arguyen que favorecen la paz mundial. Su único objetivo es llevar la justicia a aquellos lugares en donde no se aplica correctamente. Su misión, autoimpuesta, es trasladar la felicidad a todos los pueblos, a pesar que, en ocasiones, los ciudadanos se opongan. Solo los necios pueden negarse a recibir, de buen agrado, las bondades que se le ofrecen de forma desinteresada. Este rechazo se debe a que están confundidos, no saben lo que es bueno, por eso es necesario imponérsela, con el tiempo comprenderán que la guerra y sufrimiento era por su bien. Aquellos que se niegan a hacer del mundo un lugar mejor son, simplemente, una amenaza y un peligro para su entorno.
Por suerte, esta película es ficción, si bien, se inspira en la realidad, uno no puede pensar que cosas así sucedan en el mundo, no podemos dejarnos llevar por relatos que buscan menoscabar el sistema, feliz, en el que vivimos.
Mitchel Ríos