Opinión

Sin tiempo para vivir

La vida era monótona, tenía un trabajo común. Aparentemente, su existencia, seguiría el mismo camino que la de sus antepasados: sin nada memorable que contar, ni nada para heredar, sencillamente un tipo que no formaría parte de ninguna mención especial. Así, sin más, se desenvolvía en este mundo hasta que contrae una enfermedad grave, ahí comprende muchas cosas y se replantea otras, comienza a notar que tiene poco tiempo para hacer que haya valido la pena estar en este planeta, empieza a valorar eventos que antes pasaban desapercibidos, comienza a valorar el hecho de despertar cada día.
En el 2013 se estrenó la película Dallas buyers club, basada en la vida de Ron Woodroof y dirigida por Jean-Marc Vallée. Su trama se enfoca en mostrar a un cowboy de rodeo texano, mujeriego, alcohólico y drogadicto, que vive su vida al límite. Sin embargo, es diagnosticado de SIDA y le pronostican solo treinta días de vida. Con la soga al cuello, decide hacer frente a esa terrible enfermedad, documentándose sobre posibles tratamientos, porque su fin es vivir más de un mes con esa infección, de este modo se embarca en una aventura incierta para lograr ese propósito.
La obra no nos fuerza a empatizar con Ron, simplemente se centra en narrar su historia, con sus claroscuros, mostrándonos una época en la que cualquier infectado de SIDA era estigmatizado por la sociedad y apartado como si fuera un apestado, las personas se dejaban llevar por prejuicios y condenaban a esos seres a malvivir, a pesar de que solo buscaban una existencia en condiciones decentes.
De igual forma nos muestra a dos personajes que transitan el mismo camino de dolor por casualidad, estos seres disímiles, si no se hubieran encontrado en esas circunstancias, probablemente nunca habrían estado en contacto, mas esa senda de angustia e incertidumbre los une, haciendo que se forje una amistad desinteresada.
Si bien, hubiera sido interesante que ahondara más en el tema de la intromisión de las farmacéuticas en la aprobación de tratamientos para la lucha contra el SIDA, la forma en la que aborda el tema funciona, a pesar de quedarse simplemente en la anécdota. Tratar por encima un asunto tan espinoso consigue dar fluidez a la cinta, ya que desarrollarlo haría que se extendiera innecesariamente, asimismo con esto no encausa la opinión del público, da la libertad para que cada espectador saque sus propias conclusiones.
Tras ver la película, uno se sorprende por la calidad de las interpretaciones, el montaje y la dirección, sin duda, todo esto en conjunto nos ofrece un buen producto que consigue entretener, consigue que acompañemos a Woodroof en su odisea, perdiendo de vista que su final se aproxima. Somos testigos de su transformación y de la lucha en la que se embarca para tener una muerte digna, de igual modo se da cuenta de que su tiempo se va acortando. Tenemos la certeza de que moriremos en algún momento, nuestra existencia es finita, sin embargo, pocas veces pensamos en lo corta que es la vida, por eso, tal vez, expresa que a veces siente que está peleando por una vida que no tiene tiempo de vivir.

Lume

Agli