Opinión

Una mirada puntual

Hace 24 años se estrenó la película la lengua de las mariposas, dirigida por José Luis Cuerda, realización que toma como base para su guion tres relatos de Manuel Rivas recopilados en ¿Qué me quieres, amor?
Su trama nos presenta a Don Gregorio, un profesor de escuela que comparte sus conocimientos en un tranquilo pueblo gallego, a dónde acuden niños de todas las condiciones, entre ellos uno que hará migas con el educador. Sin embargo, la tranquilidad del lugar se verá afectada por el golpe de estado a la democrática República española, generando cambios profundos entre los habitantes de aquel reducto.
Algo resaltante es la manera en la que Cuerda consigue llevarnos de la mano y, siendo sutil, dibujarnos lo que significa para el ciudadano de a pie verse inmerso en un conflicto armado. Lo alejado que le puede sonar entrar en guerra, cuando las acciones tienen lugar en sitios apartados (donde solo es informado a través de los noticieros), y lo increíble que le puede resultar que todo ello se vaya acercando inexorablemente, hasta que ya no tiene escapatoria, está inmerso en el conflicto.
Por eso el director nos dibuja con unas pinceladas la alteración de ese mundo a causa de ese hecho, los enfrentamientos que pueden surgir entre los amigos o, simplemente, entre gente que antes eran de confianza, solo por ser considerados como enemigos por quienes llevarán de ahora en adelante las riendas del poder y, como no, las del pensamiento.
Asimismo, conforme avanza el metraje, vemos como van evolucionando los personajes, como se van acentuando ciertos rasgos, así como la forma en la que algunos comportamientos van cambiando, de acuerdo con la complejidad que va adquiriendo la trama, deviniendo en un ecosistema enriquecido por el aporte de estos a lo que vemos en pantalla. Esto sin duda es satisfactorio, pues permite disfrutar de un viaje entretenido.
Todo esto se ve respaldado por las buenas interpretaciones que nos entregan los diferentes actores, resaltando Manuel Lozano, quien encarna a Moncho, y Fernando Fernán Gómez que interpreta al maestro de escuela, ambos nos ofrecen una hermosa escena final, en la que uno desde la inocencia obedece a la madre y el otro, desde la experiencia, reconoce que ha vivido en vano.
Tal vez, el punto flaco sea el centrarse en otras tramas que no aporta nada a la historia principal, porque solo las aborda superficialmente, no profundiza en ellas y se quedan en lo anecdótico.
Tras ver la cinta uno no puede quedar indiferente al ver el final, el solo hecho de que un grupo de gente se crea con el derecho para perseguir a la gente por su ideología es espeluznante y, más aún, ser atacado por los que antes se sentaban a la misma mesa contigo, es para sentir una profunda decepción. No cabe duda de que era verdad lo que afirmaba Don Gregorio: El infierno existe en cada uno de nosotros, pues dependiendo de las circunstancias (políticas) podemos sacar a relucir lo peor de nuestra personalidad.

Lume

Agli