Opinión

Ennio: Il divino

Recuerdo que durante mucho tiempo estuve convencido de que la banda sonora de «El bueno, el malo y el feo» la había compuesto Hugo Montenegro, a causa de una cinta que no se dejaba de escuchar en casa. Con el paso de los años descubrí que el autor fue Ennio Morricone, un compositor, para mí, desconocido en ese momento (por eso dicen que la ignorancia es atrevida), pero que había participado en cientos de películas, de las que yo conocía las que pertenecían a «La Trilogía del dólar», «La misión», «Érase una vez en américa», «Cinema Paradiso», «Los intocables» o, la más actual, «Los ocho odiosos», de Tarantino. Así pues, aunque no lo sabía, conocía su obra de soslayo.
Por eso no dudé a la hora de interesarme por el documental Ennio: El maestro, estrenado en el año 2021 y dirigido por Giuseppe Tornatore.
Algo resaltante en el desarrollo de esta realización es la forma en la que nos muestra a un Morricone más cercano, sus años de formación y sus inicios en la industria del Séptimo arte, debido a esto fue despreciado, durante muchos años, por los músicos puros, quienes tomaban a los que participaban en esas producciones como meros artistas comerciales, que prostituían su arte. Este debate suele darse en los círculos intelectuales y sobresale la dicotomía: popular, culto, decantándose estos por pertenecer al segundo grupo, ya que intentan mantenerse alejados de todo aquello que pueda perjudicar a su actividad creativa y huela a comercial.
Asimismo, un punto a tener en cuenta es el de como nunca se dio por vencido y aunque el medio indicaba que no podría sobresalir, se sobrepuso y creyó en sus capacidades, dedicándose mucho tiempo a mejorarlas, era consciente de su talento, pero también de que este sin trabajo se queda en una simple aspiración. Por eso mismo no se durmió en lo conseguido, siguió trabajando en su estilo, en busca de la voz que lo distinguiera de los demás.
Su proceso creativo, según el documental, era peculiar, era virtuoso a la hora de escribir partituras. Sabía distinguir entre lo que funcionaba o no en una película, podía dedicarse a trabajar día y noche, para lograr la ansiada melodía que encajara con las imágenes que se veían en pantalla, con esto demostró la importancia de la banda sonora en un filme, porque consiguió transmitir emociones que hasta ese momento se reservaban para otro tipo de elaboraciones.
Tras conocer a este compositor italiano, que murió hace tres años, me adentré en un mundo lleno de matices musicales, con el cual se disfruta de melodías entrañables que, con su magia, nos trasladan a lugares insospechados, nos hacen rememorar recuerdos casi olvidados, pero que siempre estuvieron ahí, a la espera de esa sustancia (en este caso melodía) desencadenante de emociones para volver y hacernos sentir, de algún modo, lo de ese momento, no de la forma en la que sucedió, pero, por lo menos, parecida. En este sentido ahí reside el poder de su obra, nadie queda indiferente al escucharla.

Lume

Agli