Opinión

Un ciudadano

La mayoría de los que nos animamos a ver la película Ciudadano Kane (Citizen Kane, Orson Welles 1941), lo hacemos porque lleva el rótulo de ser la mejor de la historia. Las expectativas que esta consideración genera son grandes, sin embargo, no consiguió un reconocimiento inmediato, tal vez, por ser la ópera prima de un joven de 26 años; los premios que obtuvo fueron pocos en comparación a los que uno espera que reciba una obra de este calibre.
Su trama se centra en la vida de un personaje ficticio, Charles Foster Kane. Al morir en Xanadú formula una misteriosa palabra «Rosebub», el enigma se encumbra en torno a ella y despierta la curiosidad de la prensa. Los medios de comunicación harán todo lo posible para resolver la intriga.
Esta película fue estrenada hace 78 años y puso en práctica artificios innovadores dentro de su producción, otorgando un aire de frescura al séptimo arte, a pesar de las limitaciones técnicas. Con su propuesta, consiguió mostrar una nueva forma de hacer cine, de tal modo que fue emulada en realizaciones posteriores.
El personaje encarnado por Welles es el centro de la acción y, con el transcurrir de los minutos, se transforma en el eje que da sentido al argumento de la historia; su aparición en pantalla trastoca los acontecimientos. Foster vive en un mundo solitario. La enigmática palabra que enuncia, Rosebub, representa la felicidad perdida de su infancia. El recuerdo de ese momento se hace lejano con el tiempo, una representación efímera. En su día a día, durante toda su vida, ha estado pendiente de vivir apartado de cualquier tipo de sentimientos, se ha esforzado en fingir para ocultar su verdadera forma de ser. A fuerza de ocultarse se ha convertido en un hipócrita más. Se ha escudado detrás de una máscara para delimitar su mundo, al que solo unos cuantos pueden acceder, este se ha construido a su gusto y de esta forma, apartar cualquier posibilidad de caos, si bien, la perfección no existe, él quiere hacer creer que es posible dentro de las cuatro paredes que habita.
Un apartado importante, dentro de la trama, es mostrarnos el papel de los medios de comunicación y su actuación en la vida política dentro de una sociedad. Las ambiciones de sus dueños generan expectativas en la opinión pública y encauzan los votos de sus seguidores en favor de sus intereses. Esta actitud egoísta produce alianzas corruptas para lograr fines deleznables: ostentar el poder y campar a sus anchas.
He visto esta película en varias oportunidades, sus personajes y el manejo de las herramientas por parte de su director, Orson Wells, consiguen otorgarnos una obra redonda. Su visionado nos brinda varias sensaciones, la forma en la que se logró un trabajo tan meticuloso en una época con carencias técnicas, sin contar con los recursos actuales. Su forma de llevarnos a través de las distintas escenas hace de ella una obra célebre y, de manera sutil, nos encandila, llevándonos por el camino de una gran obra, producida e ideada para satisfacer los gustos más exigentes.

Mitchel Ríos

Lume

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