Creatividad
MORRIÑA
Amor como el nuestro… sonaba en la radio, sin darse cuenta comenzó a tararearla mientras esperaba a que la temperatura de su café fuera aceptable para beberlo, nadie más entendía la significación de aquella canción, solo él.
Mientras la escuchaba recordaba épocas pretéritas, en donde vivía en una situación aparentemente mejor, pero por la carga familiar se vio en la necesidad de buscar mejores horizontes.
Un conocido que solía ir por el pueblo de vacaciones le comentó que se fuera con él al país de las oportunidades, ahí pagaban bien y los alquileres eran baratos, tú no te preocupes, afirmó, vienes conmigo y te presentaré a gente, solo es cuestión de acostumbrarse, ya verás.
Tuvo muchas dudas, por eso no le dio una respuesta en un primer instante, tuvo que conversarlo, lo habló con su pareja y llegaron a la conclusión de que era lo mejor, así podrían planificar y pensar en tener hijos.
Contaba las monedas para pagar la bebida, dos de un euro y una de cincuenta céntimos, le jodía tener lo justo y no dejar propina, pero era lo que había, se excusó con el camarero, disculpa tío, no tengo más, tío, te la debo, tío, expresó.
Al llegar a ese nuevo sitio alquiló una habitación, aunque no fue sencillo. Uno de los requisitos que se repetía en todos lados era el de presentar las últimas nóminas cobradas, en ese momento se preguntó como lo haría, pero su colega le dijo que no se preocupara, él se encargaría de todo, tú, déjamelo a mí.
Tienes suerte que solo pidan las nóminas, a veces, suelen pedir el contrato, pero no uno cualquiera, uno de larga duración, ahí la cosa se complica, créeme, afirmó, mientras bosquejaba una sonrisa, la situación está jodida, ahora nadie confía en nadie, pero también te digo, razón no les falta, con tanto okupa no quieren tener problemas, al final no deja de ser un negocio.
No podía olvidar la canción, en ese momento necesitaba un abrazó, un beso, un susurro al oído, se detuvo un momento y suspiró, tantas cosas que, por ahora, eran imposibles.
Tengo un experto de confianza, los trapicheos son su fuerte, es alguien con el que se puede contar, si te dijera la de veces que me ha ayudado. No sé cómo lo hace, pero le pides algo y lo borda, por eso confío en que nos facilite la documentación que necesitas, pero eso sí, ya sabes, es falsa, así que calladitos, pero a estas alturas, nos da igual ¿no?, volvió a bosquejar una sonrisa, la necesitamos sí o sí.
Será caro y tú ya sabes que…, pero su colega no dejó que terminara, del precio no te preocupes, con salir un día de copas e invitarle a todo, bastaba, de paso te lo presento, eso sí, es de los que terminan todas sus frases en bro, así que tendrás que adiestrarte en el uso de esa palabra.
Cuando la escuchó por primera vez le resultaba extraña, ¿cómo se pude querer a alguien a la distancia, sin estar físicamente?, le parecía una situación tonta, era como vivir de una ilusión, como creer en un ente irreal, producto de la locura de la soledad.
Cuando presentó la documentación tenía dudas, sí se daban cuenta los de la inmobiliaria se podía meter en problemas, pero, milagrosamente, no pasó nada, vieron las nóminas, las revisaron por encima y lo mismo con el resto de los documentos, eso sí, lo que más les preocupó fue acordar los pagos previos para entrar a vivir en la habitación. Sintió que había tenido una pequeña victoria, se la había jugado al sistema.
Vivía en una zona en dónde comenzó a conocer gente de distintas procedencias, a pesar de los comentarios negativos sobre el lugar, no percibió nada extraño, más bien le resultaba agradable, por este motivo se volvió un asiduo a las reuniones del vecindario, se convirtió en uno más.
A pesar de llevar a cuestas sus recuerdos, la tierra, la pareja, intentaba llenarse de ánimo. Pensando en esto, alguna vez, cuando iba de visita al pueblo, se le ocurrió proponerle que viajara para vivir con él en la ciudad, pero pronto cambió de idea, analizando el panorama no era una opción, el dinero no les alcanzaría, tendrían otras necesidades, requerirían de más comodidades, lo mejor, y esto lo tenía claro, era seguir ahorrando para hacerse con un capital y abrir algún negocio en el pueblo, esa era su motivación, el tener algo suyo.
Pero ahora el mensaje cobró otra significación, ya que vivía una situación similar al de la canción, en esta realidad comenzó a entender lo que era ser un desarraigado.
Más aún cuando madrugaba para hacer los trámites de extranjería, en donde encontraba individuos en su misma situación, algunos en circunstancias realmente peliagudas comparadas con la suya, sin embargo, a pesar de tener todo correcto era imposible conseguir cita de manera legal, cuando intentaba coger una en la plataforma del ministerio saltaba un mensaje que indicaba que no estaban disponibles, así pues tuvo que buscarlas en el mercado negro, no eran baratas, pero era la única forma de conseguir una. Él era puntual, madrugaba y era el primero en la fila, aunque no los atendían por orden de llegada, sino, por el número del identificador de la cita. Esto le chocó al inicio, pero tras muchas veces tratando con distintos encargados se acostumbró, lo importante era no desesperarse, los trámites seguían un curso, iban despacio, pero salían para adelante. Las leyes eran buenas con el recién llegado, aunque te hicieran sentir foráneo en todo momento.
Por suerte siempre lo atendían con buena cara, le daban ánimos y alguna vez conoció a gente que le proporcionaba buena charla.
Al salir del bar comenzó a darle vueltas a la cabeza, a veces tenía la necesidad de hablar de lo que le pasaba, de sacar toda la frustración que sentía por no sentirse realizado, de vivir subestimado por los demás, pero a pesar de tener conocidos, no tenía la suficiente confianza como para abrirse de esa forma. Tenía que tragarse las penas y auto aconsejarse, a veces, daba la impresión de que estaba loco, pero era una de sus particularidades.
Efectivamente, su colega, cumplió su promesa, lo llevó a la empresa de repartos en la que trabajaba, le presentó a los encargados. Hablaron con él y le dejaron claras las condiciones para empezar en el puesto.
Buenas, así que tú eres Anxo, Uxío nos ha dado buenas referencias de ti, imaginamos que te habrá explicado de que trata el trabajo y te habrá dicho que no es difícil, solo es necesario conocer la ciudad y, por supuesto, cumplir los horarios.
Después de oír estas palabras preguntó por las condiciones y el salario.
No tenemos sueldo base como tal, el contrato que te podemos ofrecer, por ahora, es mercantil, más adelante, te podríamos hacer laboral, a esto le añadieron, tenemos unos objetivos, si llegas a ellos, ganarías comisiones. Le hablaron a uno de los contables y le pidieron un reporte de pago para mostrárselo, también solicitaron un cuadro con los rangos de comisiones.
Tras esto siguieron dándole más detalles, hablaban de las distintas casuísticas, los diferentes escenarios, pero para ese punto dejó de prestar atención, solo reaccionó cuando le dijeron que eso era todo, si estaba interesado podía volver al día siguiente, acompañar a un repartidor antiguo, Uxío, por ejemplo, y ver si le gustaba el puesto o no, si nos dices que te gusta empezaríamos con el proceso.
Dijo que estaba interesado por no defraudar a su colega, y al día siguiente observó cómo era el itinerario, no le desagradó, sintió que podía dar la talla.
No fue difícil acostumbrarse al ritmo de trabajo, lo que sí le costó fue conocer las diferentes zonas en las que se tenía que repartir, le daban una cantidad determinada de productos que debía entregar, en él estaba si se demoraba o no.
Con el paso de las jornadas le pilló el truco al reparto y tuvo menos complicaciones, se hizo de una rutina.
El trato de los encargados no era del todo malo, sin embargo, no le gustaba que lo consideraran un currito más o un buen trabajador que no tenía más aspiraciones, un burro de carga como tantos que nunca se quejaba.
Desde un primer momento entendió que quejarse no valía de nada, vio a muchos haciéndolo y siendo despedidos, en ese entorno no servía de nada alzar la voz, además en su situación actual, su familia aumentaría en número, lo mejor era tener ese trabajo a no tener nada.
El tiempo pasó, por lo menos un lustro, pero la promesa del contrato laboral nunca se realizó, ya que con el cuento de que ganaba más siendo autónomo, lo tenían dado de alta en esa modalidad, pagando una cuota que subía cada cierto tiempo y que, dependiendo de la temporada, era más fácil o difícil hacerle frente.
La canción parecía que lo seguía a todas partes, cuando lo encontraba en un momento de bajón hacía un balance de todo lo que le pasaba, sentía que estaba defraudando a su familia, las esperanzas de brindarles mejores oportunidades se estaban esfumando, si todo seguía como hasta ahora lo más seguro es que volvería con ellos a buscárselas en el pueblo, era mejor malvivir acompañado que solo.
Los políticos habían prometido que habría más trabajo, pero lo que no prometieron fue que el valor de la moneda se mantendría, ahora mismo, por la devaluación algunos precios eran inasumibles.
En su situación, con dos bocas que alimentar, tendría que cortar algunos gastos superfluos, el café de las doce, la caña de las tres, la copa de las diez de la noche, para seguir mandando la misma cantidad de dinero, tenía claro que eso debía seguir siendo igual.
Conocía a alguien empapado de todo lo que acontecía y le explicaba que la situación se debía al modelo económico. Él no hacía caso, le parecían palabras vanas que solo servían para engatusar a los cándidos, no entendía de modelos ni nada por el estilo, él solo sabía que lo que ganaba no le alcanzaba y debía agenciarse mayores ingresos, pero visto lo visto, el único modo era solicitando que le asignaran más zonas de trabajo.
Cualquier día tendría que llegar el cambio, afirmaba, ya verás como mejorará todo con los partidos que regeneren todo lo malo que nos pasa. Cuando oía esto le sonaba gracioso lo de regenerar, que usaran ese término en lugar de curar, pues, a pesar de no saber mucho, por intuición le resultaba un engañabobos el mensajito de algunos sectores, en especial de aquellos que enarbolaban la bandera de la salvación.
Prefería ser tomado como alguien despreocupado, por eso afirmaba que de política no entendía nada, era un tema del que no le gustaba hablar, al oír esto su colega, comenzaba a soltar un discurso en donde lo resaltante era sostener que eso pasaba porque no se informaba lo suficiente.
Oír esto le resultaba pueril, habiendo otras cosas en la que preocuparse pensar en que otros te arreglarían los problemas era lo fácil.
La temporada era de poco trabajo, según el modelo de su puesto cobraba según lo que trabajaba, día que no salía a hacer repartos, día que no tenía pasta, esto se reflejaba en la cantidad de dinero que ingresaba, en determinados momentos lo comentaba con su almohada, pero al no recibir respuesta se agobiaba.
A pesar de los ajustes económicos que había hecho, le faltaba más, tendría que hablar con los encargados, pero cuando se lo dijo le comentaron que ellos no tenían la potestad de hacerlo, tendría que hablar con el jefe.
Solo está mi… cuando terminaba la canción se quedaba triste, era como si la estuviera viviendo, como si en cada verso estuviera él, en una forma tan cruel que no podía estar feliz, como si todo se confabulara para hacerlo vivir de los recuerdos.
Por eso cuando pagó los dos euros cincuenta, salió de aquel bar en dirección a la oficina, no estaba acostumbrado a hablar con el jefe, pero aquel día se lo había propuesto, le diría que ya era hora de que lo pusiera en nómina.
Era un trabajador modelo, atento a todo y que había demostrado su lealtad al no afiliarse a ningún sindicato, aun teniendo muchas oportunidades, pues conocía a varios miembros en su barrio.
Asimismo, entendía que no había nadie irremplazable, y menos él, pero el aspecto humano era invaluable, él aportaba cosas que nadie más podía, pero eran suposiciones suyas, ilusiones que se montaba.
Durante el trayecto ensayó el discurso que soltaría, intentaría ser directo, pero sin tomarse confianzas que no venían al caso, solo se centraría en exponer lo que le aquejaba, si era necesario explicaría el porqué de su solicitud, aunque esto sería hablar de su situación personal.
Tengo que mandar dinero para los gastos de la familia, si solo fuera yo, no tendría problemas, pero ya sabe usted, el tener personas a mi cargo me pone en una situación peliaguda. Suponía que al decir esto dejaría claro que no era un capricho.
Siguió dándole vueltas a lo que diría, añadiría que si era necesario no descansaría, no le importaban las horas, aunque trabajara doce y solo cobrara por ocho, lo que quisieran. Cuando se le ocurrió esto último pensó que era el mejor argumento, en lugar de hablar de lo demás iría directo al grano.
Al llegar fue atendido, saludó, se sentó y comenzó a hablar, confiaba en ser convincente.
A lo lejos una melodía se escuchaba, no era fácilmente perceptible, pero hablaba de unas caricias mustias, del sufrimiento de vivir alejado del pueblo, de las personas amadas y la forma en la que la distancia lo dificultaba todo.