Creatividad

Zona incierta

Mientras me disponía a dormir, comencé a dar vueltas en la cama, al notar que demoraría en hacerlo, decidí revisar los libros que estaban amontonados sobre una mesa, junto a la cama.
Llevaba ahí un par de días y noté, la primera vez que entré en la habitación, esos volúmenes. No imaginé que fueran interesantes, por tal motivo pasé de ellos, estaba más preocupado por dar con el punto de la calefacción, ya que lo puse a diecinueve grados, sin embargo, yo sentía que estaba a menos, luego lo subí a veintidós y, aquí, comenzó a hacer más calor de lo deseado, tal vez estaba fallando el termostato. Podría enviar un mensaje al encargado del piso, pero eso implicaba llamar a un técnico, era mejor dejarlo así —me dije—.
En tal tesitura, me decanté por el calor en lugar del frío, siempre lo he preferido, me sienta mejor.
Durante varias jornadas entraba ahí únicamente para pasar la noche, luego salía a trabajar y viceversa, estaba en ese lugar el lapso que durara mi descanso, ni un minuto más, ya que tampoco era un sitio atractivo.
Esa fue mi rutina durante los días que estuve ahí, ya que, dependiendo de lo que indicara la oficina, más pronto que tarde, tendría que ir a otro sitio.
Extrañaba estar en casa y descansar plácidamente, la frase home sweet home venía a mi mente, una y otra vez.
En ocasiones me gustaba estar fuera, pero en esta oportunidad estaba más tiempo del que hubiera querido, no por gusto, sino, por obligación, esto último hacía que la estancia no la disfrutara plenamente, ya que implicaba estar más centrado en el curro que en otra cosa.
Llegó un momento en el que contaba los días que me faltaban para volver, pero… esto no estaba en mis manos, dependía, como dije antes, de la buena voluntad de mis jefes.
Por momentos me imaginaba siendo un nómada, yendo de un lugar a otro, tratando de engatusar a la gente con mis dotes de buen comercial, aplicando la fórmula de demostrar seguridad en mi mismo a pesar de no tener ni puñetera idea de lo que hablaba.
Asimismo, al ir con el negocio de un lado a otro, me equiparaba a Zampanò, claro, a diferencia de él, que llevaba su lugar de trabajo a cuestas, yo tenía que ver las posibilidades de abrir nuevos mercados y, una vez que esto fuera posible, dar paso a los que eran más profesionales, en pocas palabras, bajaba al barro para allanar el camino de los otros.
No me disgustaba hacerlo, sabía cual era mi lugar y no aspiraba a ocupar uno que no fuera el mío, invadir el espacio de los demás. No quería cometer la llamada intromisión profesional, la especialización (y separación de deberes) era la base de la armonía en el centro de trabajo y, mientras siguiera así, funcionaría como una máquina bien engrasada.
Sin poder coger el sueño, seguí dando vueltas en la cama, hasta que se me dio por revisar uno de los textos que vi con anterioridad, tal vez fue dejado por alguien que estuvo antes que yo, un viajero más.
Al ojear el libro encontré una anotación en las primeras páginas, esta hacía referencia a un hecho personal, estaba escrita a mano alzada, quizás era del autor o del dueño que lo dejó ahí —sentía curiosidad.
Durante mi lectura, sentí como si esas líneas hubieran sido escritas por mí, el estilo era similar, las palabras utilizadas, las expresiones, este hecho me alteró, en mal momento decidí entretenerme una vez recostado —medité.
De repente, ya estaba dormido y no me había dado cuenta, pero todo resultaba real, no podía ser un sueño, en un mundo posible, probablemente era un mensaje que había dejado para mí mismo, ¿acaso no dicen que el tiempo es cíclico?, pero ¿cómo sería posible?
En una época perseguía libros que abordaban estos temas, estuve tan puesto que, incluso, asistí a charlas, hasta que un día me volví un descreído de todo eso y dejé de sentir entusiasmo.
Podría ser posible que aquel mensaje fuera hecho por mí, si dejaba volar la imaginación esto era posible y más, pero había algo que me decía lo improbable de este hecho, tal vez, por viajar tanto, estaba comenzando a divagar, se me estaban secando las ideas.
No obstante, si esto fuera real, en qué momento lo escribí, claro está que no viajé del pasado al futuro, ni al revés, ¿sería sonámbulo? Alguna de las pastillas que tomaba para la ansiedad, ¿tenía reacciones que desconocía?,
Si lo segundo fuera verdad, iría a decirle un par de palabras a mi psiquiatra, en alguna parte de sus normas debería indicar lo de avisar al paciente sobre las contraindicaciones que ocasionarían sus medicamentos.
Tal vez tenía un alter ego, me convertía en otro sin saberlo, sin estar en mis cinco sentidos mi cuerpo era poseído por una fuerza que se escondía en mi subconsciente, en un lugar tan apartado que yo desconocía. Pensar en esto daba temor, tener una parte oscura, una personalidad apartada de mi día a día, o siempre estaba ahí, aunque no era consciente de su presencia, como si de un prisionero se tratara.
No me gustaría vivir así, ser un reo en un cuerpo que, siendo el mío, estaba controlado por alguien más y solo fuera posible tomar los mandos de este, cuando el otro estuviera dormido o, en su defecto, bajo el efecto de unas pastillas.
Igual podría ser posible —me dije—, apagué la lámpara y me dispuse a…

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