Creatividad

Acto silencioso

Cogió el libro, antes de embalarlo marcó la primera página con el boli que llevaba en el bolsillo.
La cara de la ciudad estaba cambiando, los lugares que le traían recuerdos comenzaban a desaparecer, se convertía en algo distinto a lo que recordaba, esto era lo peor, la forma en la que sus recuerdos dejaban de tener sentido.
Tenía que ir con cuidado, evitar que lo pescaran.
A pesar de tener instantáneas en su mente, estas se iban difuminando poco a poco.
Desde el día en que comprendió que podía actuar de una forma particular, decidió poner su granito de arena para traerse abajo el área para el que trabajaba.
El bar, el restaurante, ya no estaban en su sitio, lo comercial se estaba imponiendo y aunque esto les gustaba a los foráneos, para los locales, quienes vivían el día a día, esto era insoportable.
Fue aquel momento −recordaba− cuando al ir a dejar un pedido, pasó junto a una librería, de esas de toda la vida, y leyó en un cartel: libros al cincuenta por ciento de descuento por cierre.
Un lugar pensado exclusivamente para hacer turismo, en eso se estaba convirtiendo.
Esto le hizo replantearse algunas cosas.
¿Quién habría impulsado esas medidas?
Mas aun cuando lo que llevaba para entregar era un libro.
Los encargados eran un ente que se dedicaba a velar por sus intereses y no por los de los ciudadanos, de repente les habrían dado una motivación extra para sacar adelante los cambios.
A su empresa le resultaba beneficioso este fenómeno, si todos esos negocios cerraban, habría más pedidos y las ganancias se dispararían.
Esto seguiría pasando mientras gobernaran los corruptos de siempre. Estos parecían intocables, ya que estaban protegidos por los medios de comunicación que se encargaban de decir que todas sus medidas eran excelentes, cuando en sí, todo era diferente, pero mientras tuvieran de su lado al cuarto poder, la opinión publicada seguiría siendo manipulada.
Sería parte del problema o ayudaría a sus conciudadanos para que los negocios salieran a flote.
La tenían de su lado gracias a tener a sus cabecillas en plantilla y a regar con dinero público su línea editorial. Sus prebendas eran tales que algunos medios independientes denunciaban el desvío de los presupuestos en dar partidas a sus aliados.
Pero de qué forma podía ayudar, necesitaba trabajar, si a su empresa le iba mal a él también, pues, conociendo como eran los capitalistas, estaba claro que habría despidos.
Lo hacían sin hacer concursos públicos, saltándose la ley, porque ellos se consideraban los amos y señores del lugar.
Este enfrentamiento de premisas lo sumió en una disyuntiva, por un lado, no quería dar la espalda a los negocios de toda la vida y por el otro, su trabajo… era difícil decantarse.
Saltaban a la vista estos tejemanejes, sin embargo, la apatía de quienes podían cambiarlo, los ciudadanos, pasaba por alto el hacer frente a los corruptos que los gobernaban.
Era un simple peón, no tenía voz ni voto, podía ir a hablar con su jefe, pero sería una pérdida de tiempo, ese tipo simplemente era un gestor, no el dueño del cotarro.
Solo en una ocasión sintió que soplaban aires de cambio, cuando comenzaron a realizarse marchas, la cantidad de gente que participó en ellas fue tal que, por un momento, pensó que realmente las cosas mejorarían.
Por eso se le ocurrió dañar los libros que repartía, estropeándolos, conseguiría que los usuarios dejaran de pedir libros por internet, los usuarios tendrían que mover el culo e ir a la librería —sentenció.
Era impresionante estar al lado de gente que no conocía de nada, pero que concordaban con los postulados con los que él comulgaba.
No podía ser que todo se lo llevaran a la puerta de la casa, eso motivaba el sedentarismo.
Sin embargo, todo fue un simple espejismo, porque a la hora de las elecciones, ganó el proyecto que no proponía nada en favor de las personas, lo hizo adjudicándose la mayoría, se desencantó.
Su acto de rebeldía tendría que ser silencioso, sin que nadie se diera cuenta, porque no quería perder su empleo, tendría que aparentar que entregaba todo en perfectas condiciones.
Era difícil de expresar, la política lo asqueaba.
Las devoluciones no tardarían en llegar y se iniciaría una investigación interna, tratarían de encontrar al culpable de tal estropicio, ya que las editoriales sostendrían, con pruebas, que entregaban la mercancía impoluta.
Cuando solo se centraba en su beneficio, se pervertía la democracia, ya que su sentido, el de dar voz a todos, era dejado de lado, por las intenciones perversas de quienes ostentaban puestos de mando.
Por eso para evitar que lo pescaran, debería cambiar de boli a menudo, de tal modo que nunca se repitiera la marca, ni tampoco el color, solo así podría irse de rositas, evitando ser culpado por los daños en los ejemplares.
Tendría que resignarse, todo cambiaría. En una ciudad de millones de personas, los que pensaban como él no llegaban ni a los cien mil, la voz de la mayoría gobernaría, no la suya.
Tendría que llevar todo en silencio, nadie podía descubrir sus intenciones.
Resignado, se centraría en sus asuntos, guardaría perfil bajo, mientras fuera posible, disfrutaría del lugar que habitaba o, por lo menos, hasta que no le quedara nada por el qué seguir ahí.
Tras empaquetar el último pedido, se preparó para salir, mientras tanto pensaba en lo que hacía, no le remordió la consciencia, lo hacía para salvar las librerías de toda la vida, las que estaban cerrando, las que, con su partida, dejaban un panorama triste en la ciudad.

APP

300

Dos