Creatividad
Dos Memorias
Mientras esperaba para entrar, el frío arreciaba, intentando pensar en otra cosa, comencé a charlar con un chaval que tenía al lado, hablamos de nuestras expectativas, lo que estudiábamos y a la escuela que asistíamos.
Intenté salir temprano, tenía en mente llegar quince minutos antes, de ese modo podría elegir un buen lugar. Si era posible tenía planeado escoger una fila de la mitad, adelante no, no me gustaba sentarme al lado de los empollones.
No habíamos coincidido nunca, eso nos llamó la atención, no siendo tan grande el campus, era difícil no conocer a todos de vista.
Me había enterado de aquel acontecimiento gracias a unos carteles pegados en la calle, me parecía interesante acercarme al instituto en el que se haría la presentación. Había estado en varias oportunidades, conocía su ubicación. No quería dejar pasar la oportunidad de tener tan cerca a aquel genio.
Intercambiamos ideas, opinábamos que era un evento singular en aquella pequeña urbe aún en desarrollo, con grandes expectativas, pero que vivía en el atraso.
Sin embargo, había mucha gente, temí no encontrar un asiento libre, por lo visto en la ciudad aquel escritor tenía muchos seguidores, no solo yo. Por eso tuve que conformarme con situarme en la última fila. Esperé a que iniciara.
Lo ideal para todos los que se aventuraban a vivir en esta tierra era ponerles un cartel a la entrada en el que dijera la frase: «Dejad aquí toda esperanza», esta serviría de adelanto a lo que les esperaba.
El responsable de presentar al panel de invitados fue el director del centro, destacó la calidad de sus redacciones, la forma en la que, en palabras, podía hacer un retrato del mundo, algo permitido solo para los virtuosos.
Hacerlo resultaría pesimista, la vida en esa ciudad, semejante a un pueblo, no era tan desoladora, aunque su gente no estuviera contenta con la calidad de sus servicios.
Tras aquellas palabras habló una escritora reconocida, si bien no había leído sus libros, había visto varias películas basadas en ellos. Me sorprendió la calidez de sus palabras, el afecto que expresaba hacía el homenajeado, así como las claves que le dio para terminar su primera novela, siguiendo el lema: «como sea», cuando no sepas como continuar aplica el como sea, expresó.
La cola no avanzaba, por un momento temimos que ya se hubiera completado el aforo.
Más adelante intervino un cantante al que admiraba, se refirió con cariño a la forma en la que conoció al autor. Contaba como fue aquel primer encuentro, entre casual y forzado, contactó con varios colegas cercanos para programar una entrevista. Aquella tuvo lugar y forjaron una amistad que ya iba para los seis lustros.
Quizás los que estaban dentro no querían dejar pasar a más gente, pero tenían que hacerlo, éramos muchos los que aguardábamos para poder ser partícipes de aquella presentación.
No imaginé tener a aquel cantautor delante, recordaba las veces que sus canciones acompañaron distintos momentos de mi vida, aunque él no lo sabía me inspiró muchos instantes bohemios.
Hablamos de lo que hacíamos ahí, ambos sentíamos admiración por el autor que se presentaba, concordamos al hablar sobre su mejor novela, no era usual encontrar esa sintonía.
De repente, todos guardaron silencio, hablaría el personaje por el que estaba ahí. Fue muy escueto en su intervención, se esperaba que diera un discurso más largo, pero el público valoró el detalle que tuvo.
Así comenzó a pasar el tiempo, mientras nos aproximábamos a la entrada, pensaba en como llegué a su obra, recordé la vez en la que, habiendo comprado un libro, no tenía cambio la encargada de la tienda, me ofreció un ejemplar más, a mi elección, como estaba apurado, acepté.
Tras concluir mis lecturas programadas, cogí aquel que no tenía planificado comprar. No puedo decir que me gustó desde las primeras páginas, pues se me hizo difícil entenderlo, era el tipo de escrito que requería cierta pericia, por eso lo dejé. Después de un lapso volví, poco a poco comencé a pillarle el gustó, con el tiempo se convirtió en mi libro de cabecera, único en su especie, al que le tenía mucho cariño por lo intrincado que me resultó.
Miraba de reojo cual era la mejor forma de acercarme al escritor sin llamar demasiado la atención, esperaba que la gente no me impidiera hacerlo, solo sería un minuto, no quería robarle más tiempo.
Cada vez que pensaba en aquel hecho elucubraba sobre cómo podemos caer en una novela, conocer un autor, descubrir algo que nos acompañará el resto de nuestras vidas.
Un instante que para mí sería un gran regalo.
Al final la cola avanzó, ya era de noche, por fin podría ver de cerca al creador de tantas obras destacables, pero mi sorpresa fue grande al ver que la única manera de poder ver al autor era por medio de una pantalla, me sentí defraudado.
Cuando terminaron de hablar los ponentes se pusieron en pie, todos aplaudimos, logré avanzar varios espacios, hasta que lo tuve a la vista, en mis manos llevaba uno de sus libros, del que tenía tres ediciones, la primera que compré era de bolsillo (en una librería de barrio), le tenía afecto, la saqué de la mochila, estaba a unos pocos pasos, me acerqué más y le mostré el ejemplar, si tenía suerte, me lo firmaría.