Creatividad

A un solo clic

Clic, clic, sonaba sin parar. Alguien, en algún lugar de la casa estaba trasnochando, eran las tres de la madrugada, algo raro a esas horas, ya que durante de semana todos estaban en cama antes de la medianoche.
Sin embargo, aquel día, perdió la noción del tiempo, debido a que estaba pendiente de la compra de un artículo en preventa, como era de suponerse la plataforma estaba desbordada.
El clic seguía su recorrido, pero era infructuoso, la pantalla daba la misma respuesta: tenemos problemas de tráfico, refresque la pantalla, en un momento estaremos con usted. Un mensaje simple y directo, pero que no satisfacía sus inquietudes.
Su felicidad está en un solo enlace, sostenía el anuncio que le saltó en una ventana emergente, como no prestaba atención a esas chorradas siguió con su labor. Tras unos minutos volvió a salir el mismo anuncio, …en un solo enlace, repetía y estas palabras, con su acústica, retumbaban en su cabeza.
Tal vez tendría que esperar su turno, estaría en la tesitura de hacer una cola virtual, esperando que, como era costumbre, nadie se colara (como en las de verdad), pero aquí ¿cómo le diría un par de cosas a quien lo quisiera hacer?, lamentaba depender de la inteligencia artificial.
No tenía planificado hacer compras, se había prometido ser fuerte y dejar pasar estas fechas, eso de tener un trasto más, no cambiaría su vida.
La espera se hacía eterna, a pesar de seguir las instrucciones, no obtenía resultados, era un sinvivir, ahora que tenía la idea de hacerse con esa pizca de felicidad, le resultaba insoportable no comprarla.
Estaba convencido de que podía sobreponerse a cualquier cosa, no caería en las fauces del mercantilismo, por eso siguió con su tarea, terminaría pronto.
Los clics parecían incrementarse, no era consciente de ello, si seguía así despertaría a todos. Su obcecación lo cegaba, quería conseguir aquel objeto que hasta hacía poco no sabía que lo necesitaba.
Seguía apareciendo el aviso, …la felicidad en un solo enlace, qué motivante aquel mensaje y, a la vez, molesto, no lo dejaba tranquilo, se le estaba metiendo en la médula.
Sí persistía en esa tesitura se cargaría el ratón y, con lo difícil que resultaba usar el panel táctil, pero en ese momento era lo de menos, tenía que seguir la senda que había empezado de forma espontánea.
El aviso seguía apareciendo y a la enésima vez decidió entrar en él, quería comprobar lo que anunciaba, quería saber si valía o no la pena, ya que su insistencia era cargante. Una vez que entró, comprobó que el producto destacaba por su descripción, nombraba una serie de bondades que hacían de él algo útil. Hasta ese momento no había caído en lo necesario que pudiera ser en su vida un objeto así, pero dado que no lo tenía, no podía confirmarlo.
O no tan espontanea, porque fue acribillado por todos lados.
Cerró la ventana, volvió a lo que hacía, cuando pensó que lo del aviso era cosa del pasado, volvió a aparecer. ¿Sería una señal?, de esas que se presentaban por casualidad y era importante tenerlas en cuenta, podía ser, incluso, un mal augurio.
Fue víctima de una de esas campañas de marketing que no escatimaban en gastos a la hora de atraer a los incautos.
Le buscó sentido para convencerse de que tenía una indicación, abocada a mejorar su suerte.
O quien cayera en sus redes.
Ahora la idea de comprar ese trasto se oponía a dejarlo seguir con sus quehaceres, pensaba en él, leía el cartelillo, estaba a un solo clic, y recordaba la muletilla de los avisos, …la felicidad. A pesar de su esfuerzo, y negación inicial, iría a por ella, además el pago estaba fraccionado en cuotas razonablemente bajas, exclusivas de la temporada. Haciendo cálculos no sería demasiada la inversión, realmente era una oferta difícil de dejar escapar.
El sonido no dejaba de reventarle la cabeza, era algo que lo sacaba de quicio y, a su vez, le indicaba que iba a hacer algo importante.
Sin darse cuenta estaba desvelándose, se había centrado en conseguir aquel objeto, parecía un poseso, encandilado por la promesa de aquel trozo de bienestar.
Se sentiría en un mundo ideal, en donde todo tendría sentido, sus dudas quedarían de lado y cada vez que le surgieran, volvería a su tótem, lo veneraría y reconocería la verdad de las palabras del ideólogo comercial.
El adquirir aquel producto era algo primordial, solo así quedaría en paz.
Tenía la posibilidad de darse el gusto de comprar algo que quería desde hacía varios años, pero que, casualmente, se salía de su presupuesto. Ahora ¿quién podría decirle que no?, haciendo un recuento de las cosas que había hecho, se lo había ganado.
Se imaginaba logrando su propósito, consiguiendo lo que estaba buscando. colocando aquella compra como si fuera un trofeo, en un lugar central, una muestra de su agilidad en los medios virtuales, medios que se adecuaban a su forma de ser.
Necesitaba en ese instante el chute para sentirse reconfortado, no iba a claudicar, estaba tan cerca, solo tenía que pinchar en el….
Y el clic siguió sonando, clic por aquí, clic por allá. Su felicidad estaba a un solo clic.

APP

300

Dos