Creatividad
Una descarga
Estaba liado dándole forma a un cartel, para una campaña publicitaria, buscando ideas para ver el rumbo que tomaría mi labor. Quería entregar un buen trabajo con unas letras que realzaran a la vista.
El problema de este asunto era el hecho de llevar haciéndolo varios años, la creatividad tenía un límite y la mía estaba llegando a un punto en el que se notaba su falta de frescura. Era el primero en darme cuenta, pues no sentía que innovara con mis últimos trabajos, más bien eran repetitivos, copia de las copias, apelando a temas manidos, sin la frescura necesaria para sorprender.
Tenía una colega que siempre me daba su opinión sobre ellos, sus palabras textuales eran:
—De tu trabajo me gustan los detalles finales, ese rumbo que le das, la fuerza que le otorgas.
—Eso lo dices porque me aprecias, si no fuera así, dirías que es una mierda pinchada en un palo.
—Sabes que lo orlado no es lo mío
—¿Lo dices por el palo?
—No tendría por qué mentir, si no me gustara te lo diría.
Su palabra era fundamental para mí, su buen gusto me indicaba por donde tirar, era esa luz que necesitaba.
A menudo con ese juicio tenía claro el camino a seguir, me enfocaba en ello y seguía para adelante, hasta que se concretaba la idea y quedaba conforme.
Pero estos días no pude hablar con ella, estaba de viaje en un lugar con muchas horas de diferencia horaria, por eso mismo no quería incomodar, tendría que apañármelas solo.
Tenía varios borradores, ninguno me satisfacía, me parecían sosos, por eso mismo necesitaba una opinión, alguien que estuviera fuera del proceso creativo y no estuviera obcecada, como yo, pues llegaba un momento en el que perdía la perspectiva y me parecía que todo estaba mal, cuando probablemente alguno podía tener posibilidades de salir adelante.
En tal tesitura comencé a hurgar en Internet, en aras de buscar inspiración (que no material para plagiar), de este modo terminé en una web en la que indicaban los mejores tipos de letras para hacer presentaciones.
Alguna vez le di vueltas a la idea de hasta que punto mi trabajo era original, sabiendo que la originalidad era una utopía, todo estaba creado, por lo menos eso era lo que pensaba.
Asimismo, hasta qué punto recibir la ayuda de mi colega significaba que era parte de mi creación, ¿tendría que darle el crédito a su aporte?
Si no podía salir adelante en esta tesitura, demostraría que no podía trabajar por mi cuenta. En ese momento maldije que estuviera de viaje, necesitaba esa flechita que me indicara hacía donde seguir.
En la misma web daban la posibilidad de hacerse con un programa que hacía todo el trabajo, solo indicabas lo que querías conseguir y la inteligencia artificial hacía el resto, todo se reducía a dar unas directrices, una imagen y el tipo de letra a usar, por lo demás, el mentado algoritmo resolvía el puzle sin más dilación. Algo que jugaba a su favor era que no se distraía en nada, solo se centraba en el proyecto y nada más.
En tal tesitura comencé a sopesar la posibilidad de llamar a mi as bajo la manga.
—Hola, ¿cómo estás?, ¿qué tal el viaje?
—¿En serio?, aquí son…. Lo siento, no tenía claro a dónde habías ido.
—De verdad, si lo hubiera sabido no llamaba, soy un desastre para esto de los usos horarios.
—Lo siento, no quería incomodar.
Podía ser una metida de pata mundial, a la que tendría que exponerme sí quería recibir ayuda. No obstante, mi sentido común me decía que era una pésima decisión, era mejor no entregar el trabajo en plazo a exponerme a perder una amistad de toda la vida.
Viendo que estaba estancado, no avanzaba, tomé la vía simple, no me vendría mal echar mano de la tecnología, por este motivo me decanté por seguir la recomendación de la mentada web, descargaría el programa y sacaría adelante mi creación. Por estar haciendo el tonto, el plazo se iba acortando
A estas alturas de mi vida no estaba dispuesto a exponerme a una situación semejante, con lo difícil que me resultaba conocer gente, probablemente no podría establecer relaciones con alguien así, por eso mismo, lo mejor era dejar el tema como estaba.
Si la inteligencia artificial hacía todo el trabajo por mí, con qué cara podía atribuirme la creación, sería deshonesto decirle a mi jefe que lo había hecho yo, cuando en realidad solo di las pautas, no obstante, esto solo lo sabría yo, por ende, podría pasar desapercibido ese pequeño escollo, yo y mis circunstancias callaríamos.
Igual podría hablarle más tarde, una vez concluido el trabajo, para saber cómo estaba, que tal era todo por ahí, si estaba disfrutando su estancia en aquel lugar, si era como lo había imaginado, preguntaría por las visitas que habría hecho y, añadiría, si me recomendaba realizar la misma ruta. Probablemente su respuesta sería que sí, usualmente se divertía en sus excursiones, debido a que era metódica, no dejaba nada al azar, todo iba según sus planes, si algo no encajaba con sus preferencias lo dejaba de lado, no le daba tantas vueltas, lo mejor era no romperse la cabeza con tonterías.
La descarga concluyó, instalé el software y al testearlo noté que no tenía demasiadas funcionalidades, parecía una demo (era de esperarse, nada es gratis). Lo probé un buen rato, no satisfizo mis expectativas, por eso no demoré mucho en desinstalarlo, decidí centrarme en el cartel a la vieja usanza.