Creatividad
Una apuesta personal
No tenía muy claro a qué se debía la citación en la oficina. No había notado nada raro, tampoco nada especialmente llamativo como para que le llamaran los jefazos.
¿Habría alguna queja?, ¿le habrían descubierto algún chanchullo?, lo mejor era tranquilizarse, dejar que hablaran y luego responder.
−Parece como si estuviera yendo a un juicio en dónde soy mi propio defensor —expresó en voz baja.
No tenía que montarse películas antes de tiempo, de repente no era nada, era solo una reunión para explicarle algunos cambios, ya que la empresa se caracterizaba por ser veleta, no sería la primera vez −se dijo.
Al entrar en aquel reducto estaban los dos jefes que lo iban a someter −según él− a un interrogatorio brutal.
Solían ser comprensivos, sin embargo, cuando estaban de por medio las ganancias de la empresa, su trato cambiaba, resultaban pragmáticos, si algo no funcionaba lo cortaban de raíz, no le daban más vueltas, aunque pudieran resultar déspotas.
No bien entró, lo invitaron a sentarse, se acomodó y esperó tranquilamente a que expusieran la razón de tenerlo ahí, en lugar de estar trabajando.
−Hemos notado estas últimas semanas que tu rendimiento ha bajado −cogieron un resumen de sus cobros− mira esto, es del año pasado, como verás, en el mismo periodo habías generado el doble de lo que llevas hasta este momento.
Era cierto, por centrarse en la formación de su colega estaba dejando de producir como de costumbre (no estaban errados los mandamases), pero no sabía que hacer, era un amigo de toda la vida y tenía que brindarle su apoyo, todos deberían tener una oportunidad y él quería ser quien le abriera la puerta a ese chico que se merecía mejor suerte.
−Tal vez tenga mucho que ver la persona nueva de tu grupo, hemos notado que no vende como debería.
−Lo sé, pero es que está en proceso de formación —afirmó.
−Tú sabes que esto es un negocio, no te decimos que seas duro con él, igual podríamos cambiarlo de grupo.
No, no, esa no sería una opción, Alberto está por mí en este trabajo −se dijo.
−Tengo fe en que funcionará en mi grupo, además no sé si le gustaría el cambio.
−Entonces lo tenemos complicado, eres una pieza fundamental, no nos lo podemos permitir, en realidad, la empresa no se lo puede permitir. Tú sabes −lo repitió en un tono aleccionador− como funcionan las cosas, necesitamos que rindas como siempre.
−Como te dijimos −añadió el otro jefe que estuvo callado hasta ese momento−, no tienes que ser duro con tu colega, explícale la situación, somos adultos, no tendría por qué tomárselo mal, esto es un trabajo y no podemos estar con niñerías.
−Entiendo perfectamente la situación, no se preocupen, hablaré con él y se lo explicaré −lo dijo en un tono de resignación.
−Muy bien, entonces lo dejamos en tus manos.
—No se diga más y ya sabes, eres una pieza importante de la empresa.
«Una pieza importante de la empresa», quedó retumbando en su cabeza mientras salía de la oficina.
Ahora estaba en una tesitura rara, como decirle a un colega al que motivó a que trabajara en esto que no servía para el puesto, se le caía la cara de solo pensarlo.
Era cierto que las primeras semanas le fue relativamente bien, pero últimamente la cosa no andaba.
—Los jefes deberían entender que no era fácil trabajar en verano, la gente salía de vacaciones.
Sin embargo, el negocio no conocía de esos imprevistos, para los administrativos todo eso era una chorrada…
Siguió pensando en cómo decirle a su colega que no continuaba, con las promesas que le soltó al inicio, que se haría de oro, vendiendo poco se podía ganar mucho, para convencerlo le mostró uno de sus reportes de trabajo, uno de los que solían enviarle al móvil.
Efectivamente, como ves, si aprendes pronto, podrías llevarte jugosas comisiones −luego añadió− y este no es un reporte de mi mejor semana.
−Si fuera yo, me sentiría engañado.
Como enfrentarlo, ¿ser sincero y comentarle que eran ordenes de arriba?, él sólo era el brazo ejecutor…
Descartó este argumentario, no podía tratarlo como a un tonto, a pesar de que había confianza entre ellos.
−La confianza apesta −expresó.
Al día siguiente siguieron la bitácora de costumbre, pararon a las doce y fueron al bar de siempre. Eran asiduos, por eso no era necesario que vieran la carta, se sentaban y el camarero ya sabía lo que les serviría, un par de suculentos bocatas, de los especiales, de esos que venían con queso, jamón y sobrasada.
Comenzaron a charlar. Hablaron de la temporada y lo mal que les sentaba el cambio.
Concordaban en que venía bien el break que se tomaban, luego retomaban sus labores con más ánimo.
Así pasaron un buen rato, tocaron por encima temas de política y algo de deporte.
−¿Verás la final del domingo?
−Venga, cómete el bocata, tenemos que seguir con el trabajo −lo miró de soslayo.
−No te apures, a estas horas casi todos los negocios están cerrados −respondió Alberto.
Mientras tanto seguía pensando en cómo decirle lo que le recomendaron los jefes.
Tras meditarlo se aclaró, lo dejaría para otro momento. Creía en él, una mala racha la tiene cualquiera, si le dieran tiempo, de repente explotaría, sería el mejor comercial que verían en su vida. Lo conocía bien, sabía de su potencial, con más ayuda saldría adelante.
Lo intentaría un poco más y si no daba la talla, le transmitiría el mensaje de los jefes, en ese momento, tal vez, ya habría encontrado las palabras adecuadas.