Creatividad
Problema de estilo
Su voz se escuchaba cada vez más alto, soltaba lo primero que le pasaba por la cabeza, aunque en el proceso pudiera herir susceptibilidades.
Cogió una hoja, puso en ella unas cuantas palabras, tras revisarlas notó que no servían, lo mejor era borrarlas, deshacerse de ellas.
No tenía empatía, era el centro de su mundo, en torno al cual los demás debían girar, sin rechistar, pues eso implicaba ser apartado y caerle mal.
Hasta ayer era fluido, se sentaba, daba libertad a sus dedos y ellos producían.
Cuando iniciaron el viaje se preguntaron a donde irían, no tenían nada planificado.
Siempre que hubiera temas daría rienda suelta a su creatividad.
Lo echaron a la suerte, sería una aventura.
Probablemente estaban en alguna parte, pero le eran esquivos, no se le hacía fácil encontrarlos.
Un gran acontecimiento. Comenzó a imaginarse una serie de posibilidades, pero con tener una motivación para redactar, le bastaba. Por lo demás, conocer a alguien que solo veía por los pasillos, le resultaba interesante.
El problema era su estilo, aplicaba siempre el mismo y eso lo encasilló. El desgaste que denotaba lo percibía al ponerse en el lugar del lector.
No se conocían demasiado, solo de vista, de cruzar un par de frases, por eso le sorprendió que aceptara la invitación, fácilmente podría haber dicho que no —pensó.
No siempre escribía buenos textos, tampoco era que se sintiera a gusto con todo lo que salía de su inventiva, algunos solo eran pasables, pero últimamente ni eso, parecía que escribía por cumplir plazos y no había nada.
Aunque al inicio le pareció que era mejor ir con alguien conocido, luego se decantó por ir con alguien que no conocía de nada, de ese modo podría explayarse y contar cosas personales, sin tener que llevarse un sermón de regalo, del tipo: «Te conozco desde hace mucho tiempo y sé qué tú vales… bla, bla, bla».
En ocasiones se truncaba a causa de ese factor, escribir por compromiso y no porque le resultara divertido.
Le parecía una mala idea confiar su problema a alguien que conocía, a alguien que se expresaría de un modo tal, que solo le causaría molestias por la condescendencia que mostraría.
La mejor opción sería dejar de escribir, replantearse lo que hasta ahora estaba haciendo, dar una vuelta de tuerca.
Además, no había nada más aburrido que escuchar lo mismo de siempre, las mismas palabras que buscaban consolar a quien pasaba un mal momento.
Días antes quedaron en una zona céntrica, pasaría con el coche y enrumbarían hacía lo desconocido, de este modo esperaba tener algo que contar, ya que no siempre te diriges, sin pensártelo, a cualquier parte.
No sabía con seguridad en qué momento fue perdiendo esa gracia, si lo hubiera percibido no hubiera esperado tanto como para reconsiderárselo.
Al inicio hablaba con cierto temor, pero cuando fue cogiendo confianza comenzaron a salir de sus labios afirmaciones rotundas.
No era alguien que viviera en una nube, si algo estaba mal no solía enseñarlo, prefería borrarlo, con eso, consideraba que tenía cierto grado de calidad.
Conforme fueron avanzando sus diatribas, fue calando a su acompañante, al parecer no tenía una barrera que censurara lo que decía, no había un filtro que le explicara que expresarse de ese modo, podía ser tomado de mala forma.
Incluso su paciencia y disciplina le parecían bien aplicadas, pero por lo últimos resultados parecía un pelele.
No tuvo oportunidad de expresar lo que sentía, si una conversación era de dos, en este caso solo uno la acaparaba. Odiaba no poder formular su opinión, todo nacía y moría en sus conceptos, por momentos se preguntaba y se respondía, como si estuviera hablando con su mente en voz alta.
Le costaba demasiado plasmar sus ideas de un modo diferente, utilizaba la forma que, según su pensamiento, le servía para lo que quería. Además, pensó haber encontrado una voz, solo era necesario dejar que saliera, que se expresara y eso era lo que estaba haciendo, darle todas las libertades.
Si hubiera tenido una grabadora de voz podría haber conservado aquel soliloquio.
Borrar las barreras, no cortarse a la hora de idear.
Era curiosa esa forma en la que se desdoblaba, a pesar de resultarle pesado, el viaje continuaba.
Transcribiría aquella escena, con detalle.
Por momentos se acercaba a su oído y susurraba, como si alguien pudiera escucharlos, algo alejado de la realidad, no había nadie que pudiera hacerlo, tal vez sería un neurótico.
Sería hacer algo distinto, salir de su sitio de siempre, de ese modo se estimularía.
Igual, al final, podría escribir sobre alguien que resultaba un grano en el culo cuando hablaba, pero tendría que darle un buen contenido. Así, sin quererlo le quedó un tema, ahora solo debía desarrollarlo… no sabía cómo empezar.
Tal vez salir de viaje le resultaría gratificante, tendría que hacer algo diferente, quizá ir acompañado sería una buena forma de conseguir lo que buscaba, no obstante, era consciente que hacerlo implicaba jugárselo todo a una sola y última oportunidad…