Creatividad
La Maga
Quedábamos sin quedar, simplemente nos encontrábamos y paseábamos, fue una buena época que aprecio conforme se van oscureciendo mis recuerdos.
Solía tener presente a Maga, me gustaba la forma en la que había sido creada, sus parlamentos, envidiaba a Oliveira.
Deseaba tener en mi vida a alguien así, aunque era un personaje de ficción, no perdía la esperanza de que se plasmaran en un ser real todas sus características.
Esto no lo comentaba, prefería guardármelo (un secreto entre mi yo y mi ello), que no saldría de sus linderos.
Para pasar desapercibido daba a entender que no me gustaba, cumplía el tópico de negarlo.
Hasta que fui sincero conmigo, quería encontrar algo que cambiara mi vida, tendría que hacerlo lejos del sitio en el que vivía.
Lo descubrí cuando sentí que no encajaba en mi ciudad.
Fue raro, las calles que consideraba mi hogar dejaron de otorgarme su calidez, fue en año nuevo, mientras caminaba, veía las celebraciones, pero no las sentía especiales, dejaron de tener sentido.
Con esto en mente me adentré en un viaje diferente, sin planificarlo, quería perderme para encontrarme, como aquellos amantes literarios, esperaba embarcarme en una aventura que me enriqueciera.
Así hice mi elección, a muchos les sorprendió e intentaron disuadirme, alguno se acercó y me dijo que estaba cometiendo un error, que me lo pensara.
Probablemente, si les hubiera comentado mis motivos, se hubieran descojonado, pero en mi caso, no lo expliqué, seguí con la actitud de siempre, confiaba en tener suerte, en llegar a ese punto de cambio.
Durante el viaje me convencí de lo necesario que resultaba, me había acomodado, apalancado, y no tenía ganas de emprender, de hacer algo diferente a lo acostumbrado.
Ese nuevo espacio me resultó reconfortante, además al estar en el lugar que lo era todo, tenía algo ganado, a pesar de no ser nada.
Respirar ese aire que habría respirado el creador de Oliveira me resultaba inspirador, pero lo más motivante era tener la posibilidad de hacer realidad la fantasía de encontrarme con la Maga.
En aquel espacio todo era posible. Esto se sentía solo con transitar por sus avenidas, ver sus principales monumentos y reconocer que todo lo que afirmaban sobre su ambiente era verdad.
Así comencé a seguir unas rutinas, me sentaba en cualquier banco que encontraba vacío y divagaba, imaginando a todos los que habrían estado ahí, mi imaginación bullía.
Fue así como, tras seguir aquellas ideas surgidas de la fantasía, comencé a frecuentar un barrio con un ambiente bohemio abarrotado de pintores, ofrecían sus servicios por un módico precio.
Entusiasmado se me ocurrió pedirle a uno la caricatura de aquella que no me dejaba dormir, pero al saber lo que costaría me decanté por seguir imaginándola.
El encuentro tendría que ser perfecto que apareciera y lo cambiara todo, quería que me otorgara nuevas energías, que pusiera todo de cabeza.
Comenzaríamos a quedar, primero a tomar un café, luego la relación iría a más. Le recordaría que nos habíamos encontrado sin desearlo, simplemente aparecimos.
Compartiríamos nuestros paseos, cantaríamos, sin duda, sería mi Maga.
Disfrutaría de algo que sería efímero, porque todo daría a entender que esos encuentros tan efusivos no durarían demasiado, ella tendría su vida. La invitaría a mi mundo, mi habitación, le enseñaría cada uno de los libros que había coleccionado y le indicaría en cual la había conocido… Me sentiría realizado, por fin sería parte de algo más grande, por fin dejaría de ser una mentira.
Compartiríamos abrazos, besos, caricias, todo lo que había imaginado lo plasmaría en esa situación. Me dejaría llevar, daría todo de mí, por una vez sería mejor persona.
No me pondría límites, le diría todo lo que había ideado durante el tiempo en el que lo imaginé, le preguntaría: ¿por qué no apareciste antes?, sin embargo, callaría, me lo guardaría, no mataría el momento, intentaría que fuera perfecto.
Luego vendría una despedida, todo empieza para terminar, volveríamos a nuestros mundos, retomaríamos nuestras historias. Intentaríamos olvidarnos, pero sabríamos que siempre seríamos parte el uno del otro, aunque por nuestra piel pasaran otras pieles, quedarían rastros de nuestra experiencia.
Quizá solo compartiríamos aquellos días porque nos sentíamos solos. Al terminar, perdería cualquier sentido seguir con algo que no tendría recorrido.
Estaba en un lugar en el que todo era posible, un lugar que era todo, a pesar de que yo era nada.