Creatividad
Error de dedo
Compré un móvil nuevo, uno de esos publicitados en grandes carteles. No sé, con certeza, si lo compré por necesidad o por efecto de los dispositivos propagandísticos.
Me sentía contento, tenía tecnología punta en mis manos y podría instalar cualquier tipo de aplicaciones.
Mi equipo antiguo no funcionaba como yo deseaba, sin ser exagerado, a veces calentaba y me producía cierto temor. En internet pude ver videos de gente a los que les explotaban estos trastos. Hay que ser sinceros, se convirtió en un buen pisapapeles, además no conseguía apañármelas como yo necesitaba.
El proceso de selección fue complicado, no bien me fijaba en uno, descubría otro con mejores prestaciones, sin embargo, para ayudar en mi elección comencé a enfocarme en mi presupuesto, no pensaba gastar más de…, me parecía una suma razonable, porque gastar… por uno que únicamente se diferenciaba de la mayoría por la cantidad de pixeles de la cámara, me parecía tirar el dinero. En este punto estaba convencido de que no necesitaba una resolución alta, porque no podía olvidar que mi prioridad era el de hacer llamadas.
Una vez resuelto ese asuntillo, el del precio, comencé a descartar los modelos por su aspecto. Tras pasar ese proceso me quedé con dos modelos, el… y el…, ambos eran similares, quizás uno ofrecía mejores prestaciones y en relación calidad precio estaba sumamente equilibrado, pero, tenía una cuestión que no terminaba de cerrarme, no tenía NFC, esa tecnología de comunicación de campo cercano. En buen cristiano: una aplicación que permite meter las tarjetas de crédito en el móvil. Esto me hacía tener como mejor opción la otra marca, aunque no tuviera la misma capacidad de almacenamiento, uno me ofrecía… y el otro…, no era una gran diferencia.
Marqué como fecha para la compra, la semana posterior a mi decisión. Tenía en mente entrar, ir al mostrador y pedir el modelo señalado.
—No es buena idea venir un día como este.
—Cualquier día es bueno para comprar.
—¿Estás seguro que el precio de la web es el mismo que el de tienda?
—¿Debería variar?
—Claro, usualmente el anzuelo es el precio bajo de la web, la promoción se hace efectiva en tanto la realices desde esa plataforma.
—No creo que sean tan…
—No es que sean…, simplemente es su forma de atraer compradores. Conozco esa forma de negociar por la cantidad de reportajes que realizan.
—Sí hacen eso es una estafa.
—Es una estafa y no lo es, sucede que te informan del asunto, pero como ponen la opción recoger en tienda, te confunden y caes en la trampa.
—En este caso no había letra pequeña —por lo menos no la vi—
—Una vez en tienda la gente se da cuenta de la diferencia de precios, pero, como vienes decidido a comprar, te da igual … o …, en ese punto salen ganando.
—El que ideó esto era un listillo.
El día elegido para la compra no había mucha gente en la tienda, a diferencia de otras temporadas, el número de consumidores no impedía moverse a gusto.
—No hace falta que me vendas la burra.
—Quiere ese de ahí.
—Pero, ¿está seguro que se adecua a sus necesidades?
—Sí, por lo menos a las básicas.
—Pero tengo este otro, es mejor y por el mismo precio.
—Será mejor que le des el que te pide, lleva varios días decidiéndose.
—Acompáñeme por aquí por favor. Muy bien. Espere mientras relleno los datos, me puede facilitar su carnet de identidad, gracias. Este móvil viene con un seguro de… no se preocupe, es gratis…
—Todo lo que sea gratis, bienvenido sea.
—Sin dudarlo. El primer mes es gratis, luego, si usted decide cancelarlo, llama a este número y les dice que se quiere dar de baja, como es una oferta, le harán un reembolso de…
—¿En dónde está la trampa?
Salí de aquel lugar con el equipo que quería. Como un extra, me ofrecieron pasar todos mis contactos y datos de aplicaciones al nuevo equipo, pero eso me costaba… Mi presupuesto no se podía permitir ese lujo, por eso decidí hacerlo yo mismo. Seguiría un curso acelerado para poder realizarlo, encontraría un tutorial en la red, no había dudas.
No demoré mucho en encontrar uno, lo seguí a pie juntillas, tuve que esperar… para que terminara el proceso, pero valió la pena. Tenía los mismos datos del equipo viejo e incluso había números y contactos desconocidos.
Una vez que estuvo operativo el móvil, me puse a trastear y a comunicarles a mis amigos que estaba de nuevo en la red. Efectivamente las aplicaciones iban mejor y las llamadas se escuchaban con buena calidad, parecía que tenía a mi interlocutor al lado. De repente, mi bandeja de mensajes se llenó, era como si todos se pusieran de acuerdo. Sin querer saludé a quien no debía, mi dedo erró el tiro, confundí el número de un… con el de otra persona.
No recordaba de quien se trataba y me respondió el saludo. En esa tesitura, no sería mal educado, tendría que responder al ¿te acuerdas de mí? Sería fácil no hacerlo. Posteriormente comencé a tener cierta idea de quién se trataba, no obstante, si la memoria no me fallaba, habían pasado varios años desde que dejé de hablar con ese contacto, más ¿Quién en sus cabales se puede acordar de otra persona después de tanto tiempo? ¿Cuánto?, no lo sabía. Fue un momento que pasó, podía alegar que no lo recordaba, pero no soy ese tipo de personas, no está de más ser amable, ¿qué podría pasar?, iniciamos una charla.
Mitchel Ríos