Creatividad
Engorro
Durante el último viaje que realicé, mientras estaba sumido en las cosas que debía hacer al llegar, me fijé en un cartel que contenía un relato (de esos que pululan para hacer que la lectura se haga de masas), me entretuve leyéndolo y me gustó.
Su tema era simple, así como su lenguaje, ya que iba enfocado a no ser intricado para sus lectores.
Su autora no me sonaba de nada, tal vez, porque no estaba empapado de la literatura de estos tiempos, aunque según ponía una leyenda había ganado un premio importante, con lo imprescindible que es leer a los escritores premiados, menudo desliz imperdonable.
La idea central era el no poder abrir un recipiente que juraba, en sus indicaciones, estar hecho para hacer más cómoda esa labor.
Algo similar a lo que apareció estos días en las redes sociales, pero en torno a lo de los nuevos cartones de leche, en ese caso era con respecto a un producto de limpieza.
Fui reacio a creer en tales afirmaciones.
Hasta ese momento no había comprado la nueva presentación con ese sistema de apertura, pero, a pesar de estar abastecido, decidí ir al super a por un cartón extra, de los nuevos, quería verificar si eran ciertas tantas líneas escritas sobre su novedosa forma de abrir.
No fue difícil conseguirlo, cuando lo cogí no me pareció que fuera complicado, además su tapón se semejaba al de toda la vida, así, por encima, fue difícil encontrar las características que le habían labrado la fama en los entornos virtuales.
Sin embargo, una vez en casa, no pude hacerlo, me sentí frustrado, no era posible que algo tan simple diera tantos problemas.
Durante varias jornadas lo intenté, pero la empresa fue infructuosa, comencé a dar la razón a quienes sostenían que era necesario estudiar una maestría para conseguirlo.
Por un momento tuve la debilidad de ver un tutorial, en el que explicaran como se le hacía frente a ese dispositivo, algo que hubiera resultado sencillo, ya que hay videos para todos los gustos, desde como atarse los zapatos hasta como pelar un plátano.
Mas no quería darme por vencido, quería hacerlo por mí mismo, sin apelar a trampas, sin solicitar consejo de ningún modo, ni ayuda a nadie, tenía la confianza de que centrándome en el dilema podría salir airoso, demostrar que no era tan difícil como afirmaban.
Esta situación resultaba risible, ya que solo se rompería la cabeza con una actividad así alguien que no tuviera muchas cosas por hacer en el día, esto era cierto, pero el asunto se había vuelto personal, tenía que hacerlo, sí o sí, no existían otras opciones.
Lo seguí intentado, pero el resultado fue el mismo, si la cosa seguía así me vería en la situación de tener que abrirlo como sea, me prometí no comprar más hasta conseguirlo.
Y ese día llegó. Una mañana, me vi en la necesidad de forzar la situación, es decir, romperlo. Cuando lo hice me sentí liberado, además el problema no era mío, sino de los que habían ideado el cambio de sistema, en lugar de facilitar la vida del consumidor, la estaban complicando.
No resultaba satisfactorio que te dijeran que una empresa tan simple había podido contigo y que era verdad lo que escribían en las redes sociales.
Por eso me sentí reconfortado, apliqué mi toque personal, mi manera particular de hacerle frente a los desafíos, era un ganador, demostré ser pragmático, llevando a cabo lo que otros habrían pensado.
Al hacer un parangón entre ambas situaciones, el problema era parecido, las similitudes saltaban a la vista, quizás el inventor del nuevo cartón de leche se habría inspirado en el texto que estaba leyendo, desde su perspectiva le estaba rindiendo un homenaje, aunque no lo supiera.