Creatividad
Viviendo del sistema
¿Cuánto tiempo llevaba en esa circunstancia, dos, tres meses?, miró el calendario y cayó en que había pasado un año. Le sorprendía que hubieran transcurrido tantos días desde aquella vez cuando, en la consulta, le expidieron la baja.
Como el especialista lo conocía de mucho tiempo, notó que no estaba bien, sus gestos, sus palabras y la forma en la que contestaba a las preguntas lo delataban, por eso le dijo sin más dilación que debía acercarse a la consulta del psiquiatra.
Le dijo expresamente que tenía que concretar la cita a la entrada del centro de salud, si se apuraba lo más probable era que se la dieran para dentro de un par de semanas.
Ese día pensaba en lo jodido que se sentía, había tenido un intercambio de pareceres con un compañero, quien, con aires de superioridad, vino a soltarle una retahíla de incoherencias, centradas en sus labores, a las que respondió de forma rotunda y aunque todo quedó en palabras, las mismas se le quedaron rondando en la cabeza.
No podía permitir que desdeñaran su labor, quizás no estaba a la altura de las exigencias, pero daba todo de sí, por eso mismo merecía que tuvieran cierta consideración a la hora de referirse a ella.
Al estar en casa se le plantó un dolor de cabeza que no se calmaba con nada, por eso mismo se acercó a su centro de salud. Lo que en un comienzo parecía una visita normal, en la que le recetarían un medicamento, pasó a algo más cuando el médico de familia lo notó tan decaído.
Al sacar la cita para el psiquiatra, pensaba en lo jodido que se debería ver para que se exteriorizara en su rostro el malestar que sentía los últimos días, con todo lo que hacía en su centro de trabajo, no le agradaba lo que sucedía a su alrededor.
Esto fue, quizás, la causa de que respondiera de ese modo a las palabras de aquel compañero, en otra situación no hubiera hecho el mínimo caso, pero en ese momento explotó, ya no pudo seguir reprimiéndose y, aunque luego se lamentó por haber reaccionado así, cayó en que era una respuesta normal, si te pinchan, sangras, es parte de ser humano.
No tenía claro como actuar en la consulta del psiquiatra, pero le dijeron que era necesario decir la verdad, que se abriera, que contara sus secretos más oscuros, solo así, el experto, podría sacar las conclusiones necesarias para dar solución a su problema. Era lógico —se dijo.
En la consulta, le resultó diferente, nunca había estado en el loquero, sería su primera vez. Estaba nervioso, no se sentía capaz de poder abrirse sin más, de buenas a primeras, ante un extraño.
Sin embargo, hablar fue sencillo, nada de lo que elucubró lo preparó para vivir aquella nueva experiencia, solo fue cuestión de responder sinceramente a las preguntas que le formulaban. Tras pasar un tiempo prudente el psiquiatra le recetó una serie de ansiolíticos, había detectado que tenía depresión, era necesario tratarla antes de que emporara, por eso mismo le extendió una baja, inicialmente sería por un mes, pero podría ampliarse si no mejoraba con el tratamiento.
A pesar de que todo le resultaba nuevo, el especialista le indicó que no debía hacer nada, la baja le aparecería ese mismo día a la empresa, no tendría que informarles, solo debía centrarse en recuperarse.
Haciendo caso a las recomendaciones al inicio le resultaba extraño su nuevo contexto, no tenía que ir al centro de trabajo, su salud mental era lo primero, a partir de ahí debía preocuparse por sí mismo, demostrarse amor propio.
Como tenía la costumbre de madrugar, los primeros días se despertaba a la misma hora, temprano, y como no tenía nada que hacer, intentaba entretenerse con cualquier cosa, incluso se inscribió en algún curso ofrecido por el ayuntamiento para gente que estuviera en su condición. Cogió uno sobre cine, le resultaba interesante seguir el desarrollo de ese arte que le encandilaba.
Intentaba hacer su vida de forma normal, a esto le ayudaba el recibir mensualmente su sueldo, por primera vez se sentía protegido ante la vida injusta.
Pasados unos meses le llegó una comunicación a casa, un administrativo de la seguridad social había decidido que en su condición debía reincorporarse al trabajo, por eso mismo redactó un documento en el que explicaba con detalle los pasos a seguir, indicando claramente que su resolución era definitiva y ante cualquier duda podía llamar al número que venía indicado.
Al leer este papel se sintió superado por la situación, si bien le indicaba que debía volver a su puesto de trabajo, no se sentía con suficiente disposición, el tiempo que pasó recuperándose no le había cundido, seguía igual o peor.
No era posible que un administrativo de pacotilla sin conocimiento de la situación decidiera, unilateralmente, cursarle el alta, ¡qué sabría un mentecato sentado en un escritorio!, para quien él solo era una estadística, un nombre que aparecía en su base de datos, esta deshumanización del ciudadano era usual entre los burócratas, no veían personas, veían datos informáticos.
En ese momento sintió que el mundo se le venía encima, el malestar que, poco a poco, se estaba diluyendo, volvió.
Antes de hacer caso al aviso iría a ver a su doctor, esperaba que notara que seguía mal y extendiera su baja, no estaba con la capacidad de hacer frente al mundo laboral, necesitaba más tiempo, necesitaba más días para recuperarse y para salir del hoyo en el que se encontraba.