Creatividad

Verano

Durante un tiempo me gustó el verano y su calor abrasador. Salía con los auriculares escuchando una lista de canciones, no eran melodías estridentes, eran relajadas, de esas que abstraen. Me gustaba estar a la moda.
Para que una canción se convirtiera en parte de mi lista, tenía que quedarse grabada en mi cabeza y que la letra fuera profunda (aunque esto era relativo, no soy un experto en profundidad).
En un paseo, cerca de un árbol, nos encontramos, era domingo y, de soslayo, observé que leías un texto, estaría interesante, no apartabas la vista de él.
Intenté seguir con mi rutina, pero fue imposible, llamabas mi atención y lo sabías.
Con el tiempo reconociste que me viste varias veces por ahí.
—No te fijabas en lo que pasaba a tu alrededor, eras rarito −afirmaste−, por eso me colocaba a la sombra de ese árbol.
No tenía idea de que alguien pudiera tener interés por mí —afirmé.
Nuestra charla fue simple, hablamos de la temporada, compartíamos el gusto por el verano, así como por algunas canciones, aunque rápidamente dejaste claro que no todos los géneros te gustaban.
Comenzamos a hacer caminatas, salíamos pronto, y regresábamos tarde, a menudo en fin de semana. Durante la semana estábamos ocupados, teníamos responsabilidades, por eso buscábamos otras formas de encontrarnos, sin llamar la atención.
Nuestro lugar preferido era el cine, elegíamos la sala con menos público, daba igual lo que estuviera programado, reservábamos entradas junto a la salida.
No recuerdo que películas eran, estábamos centrados en nosotros, luego, al concluir, en la calle, tomábamos caminos diferentes.
Teníamos una relación de la que solo tenían conocimiento los implicados, sin que hubiera cotillas que se inmiscuyeran.
Otras veces, quedábamos en un bar con un camarero peculiar, tenía un estilo extraño para hacer los pedidos, no los anotaba, los gritaba. La primera vez bebiste una copa de vino, sin embargo, no te gustó, era peleón, dejaste la copa y supimos que el vino ahí no era lo mejor, por eso nos decantamos por la cerveza.
El verano se fue y tú también, no se podía mantener esto otra estación más.
Alguna vez me pregunté como hubiera sido lo nuestro en otoño, posiblemente hubiéramos caminado sobre las hojas, cerca del boulevard.
Conservé las canciones que te gustaban, las añadí a mi lista, eran tan tuyas, tenían tanto de ti que, si suenan, parece que tú las estás cantando, con ese estilo particular del que muchas veces nos reíamos. Éramos un par de extraños haciendo el tonto. Te desternillabas cuando te decía que podías ir a algún concurso, de esos de moda, todos tenían que conocer tu talento, no solo yo.
Esas melodías que tenían otra significación antes de conocerte, pero ahora, están condicionadas por tu recuerdo. Tienen la misma letra profunda, pero ahora si no pienso en ti, no simbolizan nada.
Tendría que haber durado un poco más, sobrevivir a lo estival, pasar a otra etapa, pero no sucedió, se perdió en nuestros paseos.
¿Un amor de otoño?, era improbable, el color de las calles era triste, la decadencia que rodeaba la urbe deprimía.
Definitivamente, el otoño nunca me gustará.
Hoy paso por el boulevard y somos sólo recuerdos. Intento buscar nuestras huellas, pero es en vano, se han difuminado, han desaparecido con el paso de los años, como tantas cosas más, pese a ello, aún guardo la esperanza de encontrarte, empezar de nuevo, como si fuera nuestra primera vez, aunque sea utópico quisiera revivir todo, enamorarme de nuevo, porque hablar contigo me hacía bien, te lo dije muchas veces, aunque nunca lo tomaste en serio.

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