Creatividad
Una herramienta errática
Mientras probaba las bondades del nuevo asistente informático, leyó en una nota, a pie de página, que las respuestas proporcionadas por este artificio podían contener errores. Al percatarse del mensaje no continuó.
Desencantado por su primera experiencia con esta herramienta le dio vueltas a cómo fue que terminó usándola.
Hasta ese momento no le interesaba, debido a que, según él, eso lastraba la creatividad del ser humano, ergo, su imaginación, por eso mismo no necesitaba de nada, salvo de su ingenio.
Recordaba que, cuando hablaba con sus colegas, se jactaba de mantenerse al margen de usar esos anabolizantes intelectuales, de ser puro, puesto que en sus creaciones solo intervenía él y nadie más.
Se le ocurrió comentarles sobre el grado cero de la escritura y sostener que matarían al autor de una puñetera vez con el grado cero al cuadrado, aunque al instante se dio cuenta que sonaba como una estupidez, no valía la pena expresarlo, por esta razón simplemente se centró en seguir argumentando en contra de esa herramienta que para algunos era maravillosa.
Sus colegas hablaban de que se podían hacer maravillas, desde imágenes hasta artículos, solo bastaba con ser claro en lo que se quería, una vez que dabas las indicaciones el resultado era de gran utilidad.
Estaba claro que parecían una secta, unos discípulos aleccionados sobre las bondades de esta nueva tecnología, para ellos todo eran beneficios.
A pesar de esas opiniones, él siguió en su posición no quería formar parte de una moda pasajera, ya que cuando se dieran cuenta de que su utilidad era relativa dejaría de estar en boca de todos.
Aunque su argumentación sonaba del todo clara, a sus colegas les costaba entender, pues más de una vez tuvo que volver sobre sus palabras, por lo visto no querían enterarse.
Siguió hablando, pero llegó un momento en el que decidió parar, dejaría de darles la tabarra.
Para fundamentar su reticencia a usar esta invención, decidió probarla. Primero descubrió que había varias opciones para usar, cada una con sus particularidades, por eso echó mano del asistente del portátil.
Como tenía un escrito personal sin desarrollar debido a la carga laboral, se dijo que era la mejor forma de ponerla a prueba.
No bien digitó algunas palabras obtuvo respuestas, incluso tenía citas, algo importante para lo que estaba realizando, pues siempre era bueno sustentar las afirmaciones en las opiniones de otros, en tanto, eso sí, fueran válidas y tuvieran peso intelectual.
Conforme fue avanzando se le dio por revisar la información obtenida, por eso al fijarse que no era del todo fiable se quedó de piedra, ¿cómo podía confiar en un ente que podía estar equivocado?
¿Se lo comentaría a sus colegas o se lo guardaría para él?, si les hablaba de esto lo más probable era que consideraran su afirmación como un argumento, de los tantos que soltaba, en contra de esta nueva tecnología; no lo tomarían en serio, más bien le dirían que era parte de su discurso para convencerles de que dejaran de usarla, algo que, como era de suponerse, no harían.
En tal contexto, vio que su posición era la correcta, se reafirmó en ella y se dijo que no la utilizaría más, aunque se demorara lo haría a su estilo, se esforzaría, y así tuviera errores, por lo menos, serían sus errores, no los de un algoritmo que se vendía como infalible o eso creían sus seguidores (defensores a ultranza que se cerraban a oír cualquier afirmación en contra de lo que profesaban).
Con la determinación de no volver a ser engañado, dejó de lado su escrito, lo procrastinaría, además no tenía un plazo, solo el autoimpuesto. Así pues, al ser una apuesta personal, podía demorarse lo que quisiera y el día que lo terminara se sentiría orgulloso de haberlo hecho sin utilizar artificios extraños.