Creatividad
Una estación cualquiera
—Las mujeres son perfectas, pero están tan ciegas que no se dan cuenta de ello —mientras decía esto miraba como se levantaba una muchacha a la distancia.
—¿En qué te basas?
—Dios las hizo así, algo sencillo, ¿no? —no perdía de vista como se apresuraba para coger el bus.
—Yo no sería tan contundente, igual te confundes.
—Podría ser, pero ellas son las que no se dan cuenta de esa perfección, están descontentas con todo —se percató que se esforzó para subir.
—Ahora sí no entiendo nada.
—Es fácil de entender —una vez que subió, el vehículo partió raudamente.
—Explícamelo de una forma tal que se me haga simple de entender, ya sabes no todos somos tan listos como tú.
—No es cuestión de ser listos o no, es cuestión de ser observadores.
—A ver, siempre están intentando verse mejor de lo que son, se maquillan, se compran ropa. Algunas, incluso, se vuelven obsesivas a tal punto que están intranquilas, se desviven por llegar a unos parámetros de belleza que ni ellas mismas saben cuáles son.
—Creo que eso tiene que ver con un síndrome o algo por el estilo.
Durante su charla comenzó a atardecer. La gente que se disponía a llegar a su casa intentaba coger el bus lo antes posible.
—Tiene que ver con muchas cosas, a lo que voy, si no están conformes con nada, ni con lo que Dios les dio, ¿cómo esperas que nosotros, simples mortales, hagamos que esa insatisfacción sea saciada?
—Tampoco es que sean tan difíciles, yo he tenido varias parejas y no he notado que sean así.
—No digo que siempre sea así, no generalizo, pero lo común hace la norma.
—Por poco pensé que te pasarías al lado de la misoginia.
—No, ni por asomo, solamente te expresaba una idea que me recorría y que, más o menos, he intentado ordenar para explicarla, sé que no está del todo clara, pero lo he intentado, ¿no crees que es un paso?
De vez en cuando algunos se detenían y los escuchaba de refilón, al hacerlo sentían que solo eran tonterías soltadas en voz alta, otros, por el contrario, no entendían nada de lo que se decían, pues los escuchaban a la volada, tenían cosas más importantes que hacer.
—Sí, un paso, pero le das muchas vueltas a la cabeza.
—No creo, nosotros somos en tanto pensamos, mientras pensemos existimos, me centro en el cogito.
—Yo me volvería loco.
—Es pura filosofía, no es nada del otro mundo.
—No podría vivir buscándole el sentido a todo.
—Porque no estás acostumbrado, una vez que te haces a ello es cosa del día a día, como lo que te acabo de decir, se me ocurrió y he venido dándole una envoltura diáfana.
—Quizás la próxima vez, cuando coincidamos, me lo contarás mejor.
—Sí, te lo explicaré, mejor.
La línea que esperaban era la AF4 que daba servicio desde la plaza mayor, hasta los suburbios. Su recorrido demoraba dos horas.
—¿Cómo va el trabajo?
—Estos días bien.
—Qué resumido me lo dices.
—No tengo nada más que decir.
—Más bien a ti, ¿cómo te va?, señor empresario.
—No me puedo quejar, gano bien y me da para ayudar a los demás.
—¿Cómo así?
—Le he echado un cable a varios conocidos. No me gusta decirlo, pero gracias a mí están en donde están y eso me alegra.
—¿Puedes dar nombres?
—No, no es necesario dar nombres, con que yo sepa quienes son, me basta, tampoco quiero que me consideren un mecenas, ayudo y ya, eso es lo que importa.
Cuando tenían suerte cogían el primer bus que pasaba, pero en ocasiones, como esta, lo dejaron ir, debido a que no había asientos libres, algo que les disgustaba, pues estaban cansados por la jornada y ya que iban a demorar en llegar a casa, preferían hacerlo cómodamente, lo de ir apretujados no era lo suyo.
—¿Cuánto puedes estar ganando?
—No me gusta hablar de dinero.
—No tiene por qué ser una cantidad exacta, con que me des un aproximado, es suficiente.
—Ahora estás como ese entrevistador de televisión que les pregunta a todos, ¿lo del dinero?
—No, no estoy como ese tipo, solo me da curiosidad.
—¿Y por qué no te dan curiosidad otras cosas?
—Lo otro ya me lo sé.
—Sí cierto, en eso no te quito razón —lo dijo soltando una sonrisa.
Tenían la suficiente confianza para hablar de todo, no había tema que fuera peliagudo, pero cuando se ponía pesado uno de los dos, comenzaban a mandarse indirectas, no era lo usual, pero cuando sucedía, uno de los dos intentaba ponerle paños fríos al asunto para que no fuera a más.
—¿Me lo vas a decir o no?
—Gano bien, si te doy cantidades exactas sentiría que me ufano innecesariamente. Sin embargo, para saber cuál es mi ganancia neta tendría que ver lo que me queda después de pagar todas las obligaciones que tengo. Cuando hable con mi contable lo tendré claro.
—Qué complicado, nunca te tuve por alguien de números, pensé que te decantabas por las letras.
—Una cosa no anula la otra, que te gusten las letras no implica que te olvides de los números.
—Ya.
—Simplemente la necesidad te empuja a habituarte, ya sabes, la vida es adaptarse o morir.
A la distancia comenzaron a observar que venía el bus en el que solían irse a casa.
—¿Cuál es el secreto de tu éxito?
—El secreto es que no hay secreto.
—No lo entiendo.
—Es fácil de entender —en ese momento se levantaron y cogieron el bus.