Creatividad
Una diligencia
Mientras aguardaba la realización del proceso contemplaba el ordenador que tenía delante, parecía una pieza de museo; se preguntaba: ¿cómo era posible que en estos tiempos pudiera existir un computador así en una institución del estado?, dedujo que no era reciente porque se fijó en los puertos PS/2 —eran utilizados para conectar el ratón y el teclado— hoy han sido reemplazados por puertos USB. El funcionario encargado de atenderlo seguía ocupado en sus gestiones, por lo tanto, podía seguir inspeccionando el dispositivo. Se fijó en el cable LAN y también en uno que sobresalía y terminaba en el suelo, si era pisoteado probablemente causaría algún estropicio; por un momento quiso avisarle al agente sobre ese desajuste, podría causar alguna avería. Dedujo que eso le haría perder tiempo; decidió callarse. También observó un puerto paralelo y un monitor de treinta y dos pulgadas. Trató de buscar la marca; era complicado, no la ubicó. No pudo seguir indagando; comenzaron a atenderlo.
Tres días antes estaba delante del ordenador intentando reservar una cita, necesitaba modificar algunos datos del padrón en el que estaba inscrito, puntualmente la dirección de casa —Se había mudado y era importante hacerlo, sino se podía meter en problemas—; sin ánimos de exponerse a disgustos innecesarios, se decidió a conseguir la cita deseada.
Tiempo atrás su poca pericia en temas informáticos limitaba de forma cuantitativa su desenvolvimiento, era usual que pasara varios minutos hasta dar con el link correcto; en teoría era sencillo. La última vez que estuvo en la oficina de atención a la ciudadanía del ayuntamiento se lo habían explicado, pero como suele suceder con las cosas que no se practican, las olvidó. Su orgullo podía más, por eso no se daba por vencido en la aventura de recabar un turno para ser atendido.
Uno de los problemas más usuales a la hora en la que accedía a una página virtual era que diera clic en donde no debía, cuando eso pasaba se desplegaban varias páginas en segundo plano y ralentizaban el rendimiento del portátil, en el mejor de los casos pasaba esto; en el peor, hacía que se colgara y era complicado reiniciarlo; momentos como ese no le daban temor, su frase en esas situaciones era: «La práctica hace al maestro» —bajo este punto de vista había estropeado varios equipos—. El problema —desde su perspectiva— era su poca inclinación por los asuntos informáticos, solo le gustaba sentarse y disfrutar de ese entorno. Con el tiempo se puso un poco en el tema y aprendió a discriminar las partes esenciales de estos aparatos.
Después de estar intentándolo logró llegar al link que buscaba, hizo clic encima y logró ubicarse en el espacio adecuado para conseguir la cita, había varias horas y varios días libres, en ese momento dudó un poco, se decidió por una hora y un día con los que no tuviera problemas —cuadró las fechas—, ingresó su número móvil para que le enviaran un recordatorio de la reserva, todo salió bien y pudo respirar tranquilo.
El trámite fue sencillo, se acercó al edificio, hizo presente que tenía cita en recepción y le dieron un ticket con un número.
—Esté atento, el número saldrá en una de esas pantallas —señaló el encargado de la recepción en dirección a tres monitores colgados de un travesaño.
Recibió el número y se sentó en uno de los asientos que había libres. Durante la espera, trató de conectarse a la señal de WIFI que ofrecía gratuitamente ese establecimiento; no fue posible —era un desatino ofrecer un servicio y no brindarlo—. No demoró mucho en salir su número, se acercó al escritorio que indicaba en la pantalla y lo atendió un tipo de cabello canoso adecuadamente vestido. Le pidió el documento de identidad y una copia del contrato que había firmado para vivir en el nuevo piso. Abrió el bolso y sacó una carpeta —la había llevado para que no se maltrataran los documentos—, cogió los folios y los entregó. Prestaba atención a cada uno de los movimientos que realizaba el servidor público; al notar que demoraba se entretuvo examinando la parte que podía observar del dispositivo que utilizaba el burócrata; analizó cada una de las partes que pudo reconocer.
En uno de los módulos que se encontraban a su mano derecha, se dio cuenta que se acercaba una pareja.
—Hola imagino que eres Lucia —dijo esto mirando a una chica de cabello negro.
—Sí soy yo —en ese momento dirigió unas palabras al chico.
—No te lo pregunto a ti porque deduzco que no eres Lucía y si lo eres tienes que pasarme el número del doctor, ha realizado un trabajo impresionante —mientras lo decía le daba una mirada penetrante.
—Claro que no soy —pensaba decirle que quizá podían confundirlo con una mujer, si se dejaban llevar por su nombre, pero no pudo, fue interrumpido.
—En serio, sí así fuera, tendrías que pasarme el número del cirujano —se dibujaba una sonrisa en su rostro.
—Sí, claro, se lo daría, pero no es el caso —apartó la mirada y la dirigió el suelo.
—Bueno, en que puedo servirles…
No siguió prestando atención a lo que sucedía a su alrededor porque le comenzó a hablar el gestor, había terminado de ingresar los datos,
—Espérame un momentito, ya casi terminamos —se levantó a recoger una hoja que había mandado a imprimir y volvió al módulo—. Tienes que poner una firma aquí —señalando un recuadro en la parte inferior de la hoja.
Firmó en donde le había indicado y la devolvió.
—Esta copia es para ti —le dijo.
Sacó nuevamente la carpeta que llevaba en el bolso y guardó esa hoja que le proporcionó; dio las gracias, se despidió, se levantó y girando sobre su propio eje enrumbó hacia la salida. Una vez en la calle buscó una puerta de entrada a la estación de metro, bajó unas escaleras mecánicas, llegó al control de acceso y pasó el abono; miró las pantallas en donde se indicaba el andén por el cual debía pasar el tren al que tenía que subir, se dirigió a la dirección mostrada y abordó el transporte; notó que había un sitio libre —se fijó que no fuera un asiento reservado y se sentó—. El metro partió. Se acomodó y para entretenerse extrajo la hoja que le habían entregado, comenzó a revisarla detalladamente, pronto notó que le faltaban los datos de la nueva dirección, tendría que regresar, no podía llevar un documento incompleto.
Mitchel Ríos