Creatividad

Una desfeita

Tenía una reserva para cenar en un sitio que le llamaba la atención, pero al que hasta ahora no había podido ir. Se arreglaría, no todos los días uno puede darse el gusto de asistir a un sitio que le apetece −se dijo−. Tras verse notó que su pelo estaba ligeramente largo, por lo demás su aspecto era correcto, solo se centraría en lo que le chirriaba, con una rebajada, bastaría, sería rápido.
Se miró al espejo y notó que lo mejor era empezar por los costados, era lo más llamativo, después tendría que dedicarle tiempo al medio, era una especie de bitácora que seguía, era lo mismo cada vez que se cortaba el pelo.
Hasta antes de eso iba siempre al peluquero, pero un día percibió que siempre salía con el mismo corte, igual si se lo hacía él no habría problemas –pensó−, todo residía en pillarle el truco, sería su propio estilista.
Para aprender, recurrió a una serie de tutoriales, un conjunto de videos en los que explicaban el método a aplicar, los diferentes trucos, así como diversos consejos en los que indicaban cual era la mejor forma de hacer un corte en condiciones.
Cuando lo concluyó, sintió que solo necesitaba una maquinilla en condiciones, no estaba seguro por cual decantarse. Intentó conseguir la que utilizaba el tutor, sin embargo, la marca no era fácil de adquirir. Por este motivo fue a por una más accesible.
Las primeras veces no quedó satisfecho, sentía que le faltaba aprender los detalles, pero no se desanimó, durante los sucesivos cortes su técnica mejoró, llegando al estilo que quería.
Al ver la hora se dio cuenta de que quedaban ciento veinte minutos para salir, tendría que arreglarse.
Cogió el peine de siempre, lo colocó en la maquinilla y siguió el plan elegido, pero al hacerlo notó que en esta oportunidad la cantidad de pelo era mayor que la de otras veces, esto le llamó la atención. En tal situación detuvo lo que estaba haciendo, cogió la maquinilla y desacopló el peine, lo revisó y vio que en lugar del nueve que sabía usar había cogido el tres, ahí residía el error. Tras descubrirlo lamentó haber sufrido tal confusión, quería tener el pelo corto, pero no tanto.
Al instante le echó la culpa a su premura, asimismo, algo de culpa tendría su dislexia, la que siempre le ocasionaba problemas, por las confusiones en la que caía, en especial cuando leía, pues liaba términos y significaciones, lo cual lo perjudicaba a la hora de entender lo que tenía delante. Esto lo solucionó leyendo más despacio y haciendo anotaciones.
Al verse nuevamente, notó que tendría que hacer algo radical, sobre la marcha tomó la decisión de rebajarse el pelo a la misma altura.
Volvió al espejo y no le contentó su aspecto, no parecía el del reflejo, era un extraño que había tomado su lugar, con más años de los que realmente tenía.
Siguió centrado en su imagen sin saber cómo reaccionar, se había metido un buen rape, inesperado, se enfadó consigo mismo.
Sí alguien le preguntaba qué había sucedido, diría la verdad, aunque probablemente no le creerían, había que ser muy tonto para tener una equivocación así, a pesar de su reticencia, tendría que reconocer que en ocasiones lo era.
Al ver el reloj se percató de que tenía el tiempo justo para llegar a la reserva.
Terminó de arreglarse, antes de salir volvió sobre su imagen,
el pelo crece −se dijo resignado y suspiró−, cogió la gorra, se la puso e intentó no exteriorizar el mal rato que estaba pasando.

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