Creatividad

Un viaje particular

Mientras observaba por la ventana, percibía los cambios en el paisaje. El tren no se detenía, iba a toda velocidad. Fui sacado de ese ensimismamiento al oír unas palabras cercanas.
Se escuchaba una voz que contaba historias. A pesar del ruido el mensaje era legible, se inventaba narraciones, era agradable oírla.
En tal circunstancia comencé a divagar, retrocediendo a otra época, en la que, siendo un niño, me sentaba al lado de mi abuela, pero, al intentar recordar, las imágenes eran borrosas, como si fuera un sueño nublado.
Esto me jodía, esperaba que esas evocaciones invaluables estuvieran conservadas en mejor calidad, me esforcé en vano, tenían una bruma que las cubría.
Es así como tuve que apelar a mi imaginación para volver sobre aquellas rememoraciones. Con esto solucionado, reviví aquel tiempo en el que mi yaya me ayudaba a dormir usando relatos en lugar de nanas.
El ritual se repetía casi todos los días, aunque en ocasiones variaba, en esas oportunidades, me invitaba a cerrar los ojos para que fantaseara con sus expresiones, así, con los ojos cerrados me adormilaba pronto. Me acostumbré tanto a este artificio que aún, en la actualidad, cuando me desvelo, lo sigo utilizando. Me imagino arquetipos, los sitúo en diversas situaciones, ideo sus comportamientos, con esto logro dormir pronto, es un método infalible.
Sus descripciones me regocijaban, me alegraban, eran una gran baza para mi creatividad.
En ese instante un fuerte ruido hizo que todos los viajeros se pusieran en alerta, una piedra chocó con una de las ventanas, provocando que se resquebrajara.
Un empleado de la compañía se acercó para evaluar los daños, bajó la persiana para que los restos de vidrio no cayeran en el interior del vagón, y conminó a los pasajeros que estaban cerca del incidente a cambiar de asiento, incluso añadió que, si notaban algún problema, no dudaran en contactarlo.
Después de decir esto se comunicó con la estación de destino y expuso lo sucedido, preguntaron si había heridos, al oír que no, se quedaron más tranquilos, al ser únicamente daños materiales, los repararían al llegar. Luego de unas palabras colgó.
La voz se escuchaba más cerca, de este modo pude seguirla con más claridad, de soslayo percibí a unos niños hipnotizados por aquellas representaciones, se entusiasmaban, disfrutaban de un periplo ameno.
Volví sobre el panorama que observaba por la ventana, teniendo de fondo aquella voz, me hubiera gustado acercarme y comentar mis impresiones sobre lo que estaba escuchando, sin embargo, solo me resigné a imaginar. Seguí centrado en las vistas, estas eran cambiantes, por momentos era verde, luego se trocaban en beis, el contraste era llamativo, pero esta cualidad le daba un aire particular.
Las historias concluyeron, el silencio se acentuó, habíamos llegado a nuestro destino. En una pantalla indicaba la hora y en otra, la manera de coger los equipajes. Cuando el tren se detuvo confirmé que, al final, era cierto, con una buena historia los viajes se hacen cortos, fui a por mí maleta y bajé del vagón.

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