Creatividad

Un sueño agorero

La fila avanzaba lentamente, al parecer a todos les había sonreído la suerte, como a él —o eso creía.
Aquel lugar no tenía muchos compradores, a excepción de Navidad, en la que se podía encontrar a muchos esperando a hacerse con un número de lotería para el sorteo en el que ofrecían jugosos premios.
Le sorprendía, cuando pasaba por los alrededores del teatro, sede el evento, ver a tanta gente trasnochando con tal de conseguir un buen asiento desde el cual ser testigos de como el azar premiaba a seres anónimos, quienes luego salían en las noticias contando sus historias y las anécdotas que surgían en torno al momento exacto en el que probaron suerte.
El tiempo de espera le daba para pensar en las cuestiones del azar, no era amigo de participar en esos juegos, es más, durante una época los veía como una forma insustancial de tirar el dinero, pero como nada se mantiene inmutable, durante la última temporada comenzó a hacerse asiduo y se dedicó a poner su estrella a prueba, en especial en aquellos enfocados en los deportes.
Estas lides, según él, se le daban bien, pues no había ningún fin de semana, que no siguiera la parrilla deportiva, conocía muy bien cómo iban los diferentes equipos.
Tenía un método, apostaba según el porcentaje que le otorgaban a cada conjunto. Era simple, bastaba con buscar en el diario las posibilidades que tenía cada elenco, con esto se aseguraba más probabilidades a su favor, las estadísticas no se podían equivocar —se decía.
Cuando cogía la hoja para rellenar su pronóstico, visualizaba toda la información, le daba vueltas a cada opción, cuando no lo tenía demasiado claro, se decidía por elegir dos resultados, aunque esto le costara más, pero, aun aplicando sus métodos no consiguió resultados satisfactorios.
En tal tesitura, al observar que estaba limitando sus opciones al centrarse en una sola modalidad de juego, decidió valorar otras posibilidades, sopesando entre las distintas que existían en el mercado, se decantó por comprar lotería, pero no cualquiera, solo se enfocaría en aquellos billetes que terminaran en sus números de la suerte, el 3 o el 7, sin embargo, su ventura no mejoró.
Solo una vez obtuvo un reintegro —recordaba durante su espera en la fila—, aquella vez el sorteó lo pilló en un bar de carretera en el que se detuvo a tomar un café, si bien no era un premio jugoso, por lo menos le devolverían lo invertido en el décimo.
Este hecho más que desmotivarlo le dio pie a creer que iba por el buen camino y a confiar en sus posibilidades de hacerse con un jugoso premio, la única forma era seguir intentándolo, en algún momento su buena estrella saldría a flote.
Hasta que un día se despertó de madrugada con una corazonada, soñó que le recomendaban apostar por determinados resultados, no era usual que creyera en los presagios oníricos, pero, como ya había probado de todo, o casi de todo, no venía mal hacerles caso a esos consejos y confiar.
De repente, ahí estaba el kit del asunto, esa sería la jugada ganadora, por eso, antes de que se le olvidara, la apuntó en la primera hoja que encontró, de esa forma aseguró por escrito el pronóstico.
Y así, por la mañana, con el folio, se dirigió a una administración de lotería, sin darle muchas vueltas realizó su jugada para el fin de semana, mientras lo hacía, obvió fijarse en los equipos y en los resultados que estaba colocando, porque probablemente le entrarían las dudas, una vez que la cumplimentó se la entregó al encargado y esperó a que le diera el comprobante, lo recibió y regresó a casa.
Aquel fin de semana se lo pasó encerrado, siguiendo cada encuentro y cruzó los dedos para que los hados se pusieran de su lado.
Al final de la jornada consiguió trece aciertos de quince posibles, solo le fallaron dos resultados, pero ¿qué diferencia de dinero podía haber entre el que hacía pleno y el que se quedaba a puertas de hacerlo? —se preguntó.
Con el comprobante siguió esperando a que llegara su turno, la cola avanzaba lentamente, en ese momento pensó que había más oficinas por los alrededores, tal vez con menos usuarios, pero las bases del juego decían claramente que el premio debía hacerse efectivo en el lugar en donde había realizado la apuesta, por eso se resignó a seguir esperando, mientras se imaginaba recibiendo una buena pasta, pasta que invertiría en más jugadas para incrementar su ganancia.

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300

Dos