Creatividad

Un gran descubrimiento

Tirado en la calle encontró un recorte que indicaba la realización de una marcha a favor de la libertad.
Hasta no hace mucho había sido un descreído de las manifestaciones, por su carácter decimonónico, desfasado, que olía a anarquía, por ende, le parecían que no servían para nada, solo para ensuciar las calles, crispar los ánimos y enfrentar a sus conciudadanos, pero gracias a su curiosidad, comprendió el momento histórico que estaban viviendo en su país, en donde era importante sacar el patriotismo a flote, porque, de otro modo, los enemigos de su terruño camparían a sus anchas.
Debido a estas ansias de saber, se hizo seguidor de un comunicador, cuyo mensaje calaba por su forma simple de explicar temas complejos, por eso no se perdía los diferentes podcasts que emitía a diario.
Escuchando sus contenidos conoció una serie de datos que le resultaban fascinantes, ocultos para el vulgo por no ir de la mano con el establishment.
Se quedó anonadado por todo lo que escuchaba. ¿Cómo era posible que hubiera estado al margen de todo esa problemática existente?
Estaba pasando delante de sus ojos y no se había percatado, se dio cuenta de que sus certezas eran simples falacias, por eso comenzó a dudar de todo. Había despertado de un largo letargo, en el que lo mantenía el sistema para manipularlo a su antojo, había estado en el oscurantismo, como tantos otros que estaban desinformados, ahora seguía a la verdad, a pesar de las trabas que encontró.
¡Qué equivocado había estado hasta ese momento!
En tal tesitura sería un soldado más en esa guerra invisible que se llevaba a cabo en distintos frentes. Por eso no se perdía ningún programa.

El problema de este caos es el foráneo, quien, en lugar de adaptarse a nuestro medio, es renuente a olvidar sus costumbres, resquebrajando con su actitud una homogeneidad que hasta antes de su llegada había existido y de la que muchos hemos disfrutado. Este proceso se está acelerando por las modas impuestas, así como los modelos que se siguen, ya que nos encajan dentro de la gran aldea global —expresaba el comunicador y añadía—, mis conciudadanos no sabén que pertencen a una nación milenaria, constituida como tal, aun cuando el concepto no existía, sin embargo, en su grandeza, sin saberlo, implantó un modelo que seguirían otros territorios —hacía una pausa y proseguía— En poco tiempo nuestra tierra, hasta hace poco rica culturalmente, está convirtiéndose en un esperpento, a causa de quienes quieren lo multicultural, a pesar de que en el proceso se suplante la identidad de nuestros pares. Es algo tremendo este fenómeno, nadie se da cuenta de ello, pero aquí estoy para informarles. Los autodenominados modernos quieren cambiarlo todo y llaman reaccionarios a quienes, como nosotros, desean que se mantengan intactas nuestras costumbres —tras decir esto remataba su intervención y se despedía.

Escuchándo al informador tenía claro que apoyaría como fuera cualquier movimiento que surgiera en base a esas ideas, quería demostrar que era un gran patriota y que amaba a la tierra en la que había nacido, por esta razón, si nadie hacía nada, él al igual que otros defenderían su patrimonio, aunque en el proceso los tildaran de forma despectiva, pero eso daba igual, estaba en el lado correcto de las ideologías, por lo tanto, nadie lo tacharía de traidor a los ideales nacionales.
Lamentablemente estos temas solo los podía tocar en determinados círculos, era consciente de que nadie lo tomaría en serio.
El vulgo prefería tener certezas, preferían que otros pensaran por ellos, el pensar les daba temor, no querían hacerse preguntas, ese era el gran dilema que muchos discutían, no obstante, el pensar no era para todos, solo algunos podían dilucidar temas complejos —meditaba.
Hasta ese momento no había caído en la importancia de unirse con quienes pensaban igual que él, solo así se podría hacer la guerra cultural —se recalcaba—.
Así pues, durante varios días se preparó, en esta oportunidad no dejaría de ir a la manifestación en contra del dictadorzuelo que estaba a punto de culminar su plan maquiavélico: quitar las libertades fundamentales.
No se le podía permitir una aberración de ese nivel, ya estaba bien de aguantar —se dijo—, era momento de alzar la voz y apoyar a quienes defendían sus derechos, gente noble que enarbolaba la bandera de la identidad local.
La historia manipulada, la educación manipulada, la prensa manipulada, todo manipulado, era un sinvivir conocer la verdad y no poder hacer nada —se decía mientras deambulaba por una de las calles aledañas al sitio de reunión—, cada vez faltaba menos para ser uno con toda esa gente de bien, con todos esos seres que querían defender su historia milenaria que, hoy por hoy, peligraba a causa de estar en manos de gente de dudosa filiación política.

APP

300

Dos