Creatividad
Un día cualquiera
—Basta con que a un producto le agreguen BIO para subirle el precio. ¿Qué opinas sobre esto?
—No es solo porque vaya con ello agregado, hay más cosas detrás, todo un proceso de cultivo, cosecha y mantenimiento.
—¡Dios mío!, te has pasado al lado oscuro.
—No, sigo en el mismo lado de siempre, solo que estuve leyendo sobre estas nuevas modas.
—Tú lo has dicho, nuevas modas. Sin embargo, calan en el imaginario y el que menos compra estos productos.
—No creo que sea solo por eso, además dicen que tienen más propiedades, al estar basados en productos que no han sufrido modificaciones durante su elaboración, cuidan de la biodiversidad.
—Vuelvo a repetir, el discursito este ha calado en ti.
—Lo leí en un pequeño ensayo, me pareció de lo más ilustrativo, siempre es bueno estar enterado de las movidas que se están produciendo en tu entorno, así tendrás un juicio más certero y no serás un simple memo que repite lo que dicen los demás.
—No es ser memo o no, además tú estás repitiendo sobre lo que has leído que, grosso modo, es lo mismo, ¿o has realizado una investigación?
—No es necesario realizar un estudio, con tener nociones básicas es suficiente. Encájalo dentro de la cultura general.
—Pero si es así, eso tampoco te saca de demasiadas dudas, no te hace un experto.
—No hablo de ser un erudito en el tema, es solo por tener una idea, más o menos profunda.
Durante las últimas temporadas comenzaron a pulular por el barrio los negocios enfocados en la venta de productos ecológicos, productos que tenían un plus especial y a los que ponían por las nubes, en comparación a sus homólogos de los supermercados.
Su mensaje caló en poco tiempo, era sorprendente, como algo que parecía destinado al fracaso, comenzó a llamar la atención de los vecinos. Sin embargo, aún no estaba demasiado masificado, sus precios eran disuasorios, pues solo unos cuantos podían hacer frente a sus precios, para comprar, por ejemplo, un simple kilo de harina se pagaba el doble y, a veces, el triple, este incremento se debía a que no se elaboraban en cantidades ingentes, sino en un número limitado.
El trato agradable de los encargados y sus consejos precisos, hacían que entrar en uno de estos locales fuera una experiencia gratificante (o eso era lo que afirmaban sus asiduos compradores). Esta atención personalizada no la encontraban en ningún otro lado, tal vez por esto la respuesta de los supermercados no tuvo la repercusión que esperaban, a pesar de implementar espacios exclusivos, casi nadie compraba sus marcas bio, por esto dejaron de lado la idea de hacerse con una cuota del mercado de los productos ecológicos, ese no era su fuerte y lo comprendieron.
—Uno de estos días me acercaré a uno de esas tiendas y probaré, pero no terminan de convencerme.
—A ti te da miedo probar cosas nuevas.
—No es miedo, simplemente, me gusta jugar a caballo ganador, para qué cambiar algo que funciona bien, además no estoy dispuesto a pagar de más por algo que podría comprar a mitad de precio.
—No te das cuenta que esto es parte del nuevo estilo de vida de los urbanitas, si te consideras uno, tendrás que cambiar tus costumbres y gustos.
—En todo caso, cuando vaya al pueblo me vengo cargado con productos de la tierra y listo, así colaboro con gente que realmente lo necesita y no con especuladores.
—No creo que sean especuladores, tienen sus artículos y tratan de ofrecerlos al mejor precio.
—No dejan de ser intermediarios.
—Claro, un precio que les deje ganancias.
—Es un negocio como cualquier otro.
—Si quieres podemos ir a uno.
A menudo llamaban la atención por la cantidad de curiosos que los abarrotaban, incluso, los de nueva apertura, como una forma de atraer clientes, regalaban muestras de lo que venderían, repartían unas pequeñas bolsitas que contenían una selección de objetos en donde resaltaba la palabra bio, esta muletilla era lo que respaldaba la calidad de lo que ofrecían.
—Ese de ahí está abarrotado.
—Hoy está así porque es el primer día, mañana no habrá nadie, podemos venir y dar una vuelta, de paso que estiramos las piernas, debido a las últimas circunstancias es necesario despejarse.
—Cierto, es la novedad, además tienen mucho que ver los regalos, la mayoría va por eso.
—Ya sabes, la primera dosis es gratis.
—Menuda mercadotecnia.
—No es imaginativa, pero suele funcionar.
—Todo está escrito.
Era la novedad, con el tiempo se anexaría al paisaje común y no llamaría tanto la atención, pasaría a ser uno de los tantos comercios que había.
—El doctor me ha recomendado salir a caminar, eso, sostiene, será beneficioso para mí, no hace bien estar encerrado.
—Es lo que tiene estar cerca de la ancianidad.
—Para eso faltan muchos años.
—Según una publicación, ya estás en esa franja.
—La gracia que me hace, no lo sabes tu bien.
—No creo que se equivoquen.
—Lo que pasa es que sus redactores son unos zopencos.
—No se puede sacar de dónde no hay.
—Con lo fácil que hubiera resultado decir los adultos entre… y… la cuestión era colocar la palabra anciano por donde fuera.
—Fue un lapsus.
—De repente, fue escrito por un niño, un chavalín, que considera a todos sus mayores ancianos.
Pasaría como todos los comercios, dejaría de llamar la atención, entrarían curiosos de vez en cuando, con el tiempo lo cerrarían y dedicarían el local a otra actividad.