Creatividad
Traslado
Las vacaciones terminaron pronto, en su cabeza tenía planeado recorrer lugares recónditos y volver con las ganas suficientes para hacerle frente a la temporada laboral.
Eso sí, los primeros siete días los dedicaría a sacar adelante temas pendientes, bastaría con una semana —se dijo.
Debido a que un colega tras una amena charla le soltó, entre broma y broma, el comentario de que su piso parecía un almacén, le hizo tomar consciencia de que el hecho de no cortarse con las compras le estaba generando un inconveniente.
Desde esa ocasión buscó un sitio en dónde almacenar sus objetos, al no querer que se estropearan, tuvo mucho cuidado en elegir el espacio, por eso a los diferentes sitios les encontraba peros, minucias que en otras circunstancias serían fácilmente soslayables.
Como vio que su indecisión no lo llevaría a ningún lado, se enfocó en el trabajo, de tal modo que se agarró a la excusa de no tener tiempo y así se lo repitió para no sentirse mal, hasta que llegaron las vacaciones.
Así pues, los primeros días los dedicó a esa tarea pendiente, pero siguió en la misma tesitura, encontrándole peros a todo y no dando luz verde a un sitio para depositar sus pertenencias.
Por un momento pensó que la mejor solución sería no invitar a nadie, con ello no tendría que embarcarse en un negocio que implicaba desembolsar pasta, aunque esta idea tenía asidero en sus elucubraciones, pronto notó que sólo sería un parche, algo pasajero que semejaba a esconder el polvo debajo de la alfombra.
Cuando por fin encontró algo de su gusto, un espacio amplio que le permitiría tener todo ordenado, cayó en la cuenta de que se embarcaría en una mini mudanza. Y efectivamente, como si de una se tratara, tuvo que conseguir cajas para empaquetar sus pertenencias y así comenzar con la faena
Una vez que tuvo todo embalado buscó la forma pertinente para llevar las cajas en el plazo que se había marcado,
La solución, para hacer todo rápido, era coger una furgoneta, pero al acercarse a alquilar una se le presentó un inconveniente, debía cumplir determinados requisitos, tener el carné con un par de años de antigüedad, una tarjeta de crédito, entre otros, al no poder satisfacerlos descartó la opción de llevar todo de una tacada.
Esto motivó que buscara otras opciones. Para no sumirse en un quebradero de cabeza, se decantó por llevar todo en una carretilla, sin echar cálculos, creyó que cumpliría sus plazos.
Tras un rápido estudio se dijo que la mejor hora era al amanecer, en ese periodo había poca gente por la calle, esto le permitiría ir y venir sin ser molestado, ni molestar, a los transeúntes que pululaban por las terrazas de la zona.
Sus ansias por terminar pronto hicieron que el ritmo inicial fuera bueno, iba y venía, sin inconvenientes, pero poco a poco, conforme fueron pasando los días, decayó, haciendo que se sintiera hastiado de realizar una actividad tan repetitiva, madrugar se convirtió en la norma.
Así pasaron las vacaciones y a pesar de que aún quedaban cajas por llevar, cuando se dio cuenta estaba nuevamente en la oficina trabajando.