Creatividad
Tiempo para leer
Diciembre 25, 12 am, en plena celebración navideña me regalaron el libro «Tiempo Recios (Alfaguara 2019), escrito por Mario Vargas Llosa (Arequipa 1936). Me causó gran sorpresa, pues no esperaba recibir un regalo así, fue inesperado. Pensaba hacerme con él en enero (estaba en la lista de compras del año 2020), sería el primero del año. Siempre que el «Sartresillo valiente» publica una nueva obra suscita mi interés. En esta oportunidad no fue menos.
En cierto modo pospuse su compra porque tenía otras lecturas sin terminar, específicamente estaba centrado en Moby Dick, una obra catalogada como maestra y que se recomienda leer: según la crítica especializada es uno de los imprescindibles de la literatura universal. La obra escrita por Melville es apabullante, la inmensa cantidad de referencias, los ensayos incluidos, lo desfasado del narrador, hicieron de esa lectura un reto del que, gracias a la insistencia, salí airoso, a pesar de que en algún momento sentí que lo abandonaría a medio leer, pues percibí en varias de sus páginas que se iba por las ramas. Yo quería leer las aventuras del capitán Ahab (como en la obra de teatro a la que asistí en el barrio de La latina) en donde queda patente su búsqueda tenaz del diabólico cetáceo, la ballena blanca Moby Dick, considero que sí, desde el principio se hubiera centrado en ella, el libro no pasaría de las trescientas páginas, no obstante, tuve que aguantar a mi demonio interior que argüía: esas páginas no aportan nada. Seguí y al terminar me quedé con la idea de que, en conjunto, todo tenía sentido, a pesar de que en el proceso parecía lo contrario.
Una vez que recibí el ejemplar, finiquité mis lecturas pendientes —cuando dejo un texto a medias me siento fatal, es como un mensaje en mi consciencia que me atormenta y no me deja en paz— y empecé con la novela. Desde el inicio uno se da cuenta que está delante de una obra excelente, las primeras páginas te enganchan y no dejan de hacerlo hasta el final, la voz que nos guía en cada renglón nos atrapa, esta es una cualidad que dejó patente en sus primeras novelas el escritor arequipeño y no ha perdido a lo largo de los años.
El narrador de Tiempos Recios es cercano, encandila con su estilo, con sus saltos temporales, con la estructura que le da su autor, ora inconexa, ora entretenida, al estilo faulkneriano, pero que es sustanciosa al penetrar en sus fronteras.
Esta historia nos acerca a la convulsa Guatemala de mediados del siglo pasado, es curiosa la manera como los hechos ocurridos en ese país se repitieron en otros estados de Centro América y América del Sur, si bien, los nombres de los personajes variaban según la zona, sus comportamientos eran similares. No cabe duda que en todos los países en los que ha intervenido Estados Unidos han tenido procesos análogos, ya que se ha encargado de evitar que la zona del centro y sur de América progresen.
En las páginas de su trama nos encontramos con Arbenz, con Miss Guatemala, con Carlos Castillo Armas, Johnny Abbes, entre otros personajes, que le dan sentido al relato, pues son esenciales en el devenir de la misma y, asimismo, son el eje que da sustento a todo lo que sucede en la gran mentira elaborada por Vargas Llosa, en donde muestra el lado oscuro de la política y las compraventas que tuvieron lugar en ese país debido a los intereses de la empresa norteamericana United Fruit Company (compañía exportadora de bananas), los de Rafael Trujillo y a la intromisión de la CIA.
Sé que todo lo que me cuenta la novela lo podría haber leído en un libro de historia (existe ingente bibliografía), pero sé, también, con toda seguridad, que leer los eventos en un texto fáctico no hubiera sido tan entretenido, no hubiera hecho volar mi imaginación del mismo modo como lo hizo el Gran escribidor con su ficción.
Mitchel Ríos