Creatividad

Temprano

Las malas noches y las horas extras comenzaban a hacer mella en su aspecto. Su buen humor, aquel que lo hacía interesante ante los demás, se estaba convirtiendo en un lastre, tener que fingir le costaba. A pesar de que no le gustaba trabajar de noche, cumplía su horario.
Aquel día, tras terminar la jornada, esperaba llegar cuanto antes a casa, al ser temprano tuvo que esperar para que abrieran las puertas de la estación. Mientras esperaba se aseguró de tener en el bolsillo su abono de transporte.
Una vez abiertas se dirigió lentamente a los tornos, luego hacia el andén, no sin antes ceder el paso a varias personas que iban apuradas, por ganar unos cuantos segundos no se mataría −se dijo−, era mejor ir tranquilamente, de una u otra forma llegaría a su destino. Este andar pausado le hizo perder el primer tren, pero, incluso con este inconveniente, su actitud se mantuvo impasible.
Era temprano y aún no era hora punta, en ese lapso el transporte era sólo para los madrugadores, gente nocturna que hacía su vida cuando el resto descansaba.
Como debía esperar, se sentó en el banco más próximo que encontró, estaría ahí pocos minutos, se acomodó y se dedicó a ver pasar el tiempo. Poco a poco el lugar comenzó a abarrotarse.
La gente iba y venía, bajaban y subían, pasaban por su lado, no se detenían, pensando en que no valía la pena hacerlo, no sabían cuál sería su reacción, por eso era mejor hacer como si no hubiera nadie, si estaba en esa situación sus razones tendría, lo correcto era seguir de largo. Por el contrario, los que sí, lo observaban unos segundos y continuaban, solo los que esperaban en el andén se fijaban en él.
¿Qué le habría pasado?, ¿estaría bien? −se preguntaba alguno−, sin embargo, no faltaba aquel que se centrara en el mal aspecto que daba a la estación, así nos va, por eso esta ciudad no avanza −se decía entre dientes−, tras terminar de profesar internamente su desagrado apuraban el paso, debían subir al vagón.
De vez en cuando cambiaba de posición, pero no era de forma brusca, lo hacía ligeramente, aun así, parecía que no se enteraba de lo que acontecía a su alrededor.
¿En esa situación podría soñar? −se preguntaba algún curioso y se respondía−, con una existencia tan miserable lo de soñar sería baladí, estaría pendiente de su problemática, de sus necesidades. Su superioridad moral le indicaba que su existencia estaba en una mejor situación, además, se reconfortaba al ver que otros eran más desgraciados que él, por lo menos, en el escalafón de la vida, tenía a algunos por debajo, esos rastrojos que no merecían respirar su mismo aire.
Los trenes continuaban su trayecto.
Un tipo buscando un lugar para sentarse, se situó a su lado, pero inmediatamente, al sentirse incómodo, hizo un gesto de desagrado y cambió de lugar, no tenía la intención de estar a disgusto, el día empezaba y lo mejor era hacerlo de otro modo −se dijo.
De repente, confundiendo la banca con su cama, se dio la vuelta y casi cayó al suelo, pero logró sostenerse y se despertó.
El andén estaba silencioso, la hora punta había cedido su lugar a una con escaso movimiento.
Los pocos que se percataron de sus movimientos, imaginaron que se trataría de un borracho, uno de tantos, aunque no era normal verlos a esas horas, tampoco era inusual.
Desorientado y apoyándose en la barandilla, se levantó, conforme fue dando pasos, tomó consciencia del lugar en el que estaba.

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