Creatividad
Solos en un asiento
Durante la espera charlamos de hechos puntuales e incluso nos hicimos una foto para el recuerdo.
Foto que no sé dónde está, quizás se perdió o sin querer la borré.
Nos enfocamos en elucubrar ideas sobre el futuro, nos dijimos que siempre estaríamos en contacto, que, de una u otra forma, sacaríamos tiempo de donde fuera para hablar. Aunque no teníamos claro lo que nos deparaba el destino, acordamos estar en contacto siempre, independientemente de lo ocupados que estuviéramos.
Eres mi último recuerdo de aquel lugar, fue un buen detalle de tu parte.
Días antes dijimos que coincidiríamos en la puerta, junto a esa en donde suelen detenerse los taxis, la que está pintada de líneas amarillas. Al llegar pensé que no estarías, debido a que estuve, en el sitio acordado, treinta minutos después.
No tenía planificado demorarme, pero mientras terminaba de preparar la maleta y de revisar que no olvidaba nada, se fue pasando el tiempo.
Al encontrarnos fuiste comprensiva, es más, argumentaste que te habría pasado lo mismo si estuvieras en mi lugar.
—Un viaje tan largo no se hace todos los días −expresaste.
Ciertamente era un viaje largo, el más largo que iba a realizar hasta ese momento.
Se me ocurrió cambiar de aires y hubo la posibilidad de hacerlo, todo se fue dando. Cuando saqué el billete la fecha parecía una más, no tenía una significación especial, pero con el tiempo ha cogido un sentido impensable en aquellos días.
La fecha señalada era el día veintiuno del tercer mes del siguiente año, catorce días después de mi cumpleaños.
Como dije, una fecha más, como fue esa, pudo haber sido cualquier otra.
Mientras se acercaba la partida pensaba en cómo sería mi vida en aquel nuevo lugar, si me acostumbraría pronto, si conocería nueva gente y, asimismo, si tendría una existencia confortable. Esto no dejaba de ser una quimera, pues por más que lo pensaba no llegaba a tener claro como iría o si me arrepentiría de cambiar de aires.
Al ver el reloj notamos que aún faltaban un par de horas para que el avión partiera, por eso nos dirigimos a unos asientos que estaban junto a los puestos de facturación de equipaje.
Nos sentamos y seguimos con nuestra charla, estábamos de acuerdo en que era una buena oportunidad de conocer una nueva cultura, sería enriquecedor, podría recorrer ese continente.
Conforme se acercaba la hora, comenzaba a dudar si realmente era la mejor decisión, si valía la pena o sí, por el contrario, era mejor desistir, perder el avión y hacer como si nunca hubiera pensaba en dejarlo todo.
Las dudas se iban incrementando, ¿sería bueno o no?, era algo que retumbaba en mi cabeza y no se iba, incluso se habrían más senderos, todos negativos, claro, en los que me vislumbraba viviendo mal, lamentando no haber escuchado a aquellos que me decían que recapacitara.
Pronto dejé de pensar en ello, me enfoqué en las cosas buenas que, según yo, me depararía ese viaje, era una puerta que se me abría y no podía dejar que se cerrara. De repente no tendría nunca más una oportunidad así, por eso mismo tenía que coger ese vuelo sí o sí.
Seguimos haciéndonos promesas, nos llamaríamos constantemente y volveríamos a vernos, en cuanto fuera posible.
Hablamos de cómo nos conocimos.
Aquella vez, en la clase del profesor León, llegué tarde y no había asientos libres. Me senté a tu lado porque estaba cerca de la puerta. Lo que en ese momento fue por casualidad, dejó de serlo cuando nos fuimos conociendo más, en ese punto comprendimos que no fue solo el azar. Algo más fuerte que nosotros intervino, pues yo no solía llegar tarde a esa clase, era la que más me gustaba, al contrario, llegaba por lo menos una media hora antes, para pillar el sitio que me gustaba.
Me sentaba en los últimos lugares, porque estaba convencido de que se apreciaban mejor las explicaciones.
Basados en esto, llegamos a la conclusión de que una fuerza más grande intervino aquel día para que estuviera disponible ese sitio.
Esa rememoración nos hizo sonreír, quien nos diría que de eso ya habían pasado varios años y aun seguíamos, lo que nació con un simple hola se fue haciendo más fuerte, nos fuimos haciendo íntimos.
Así de curiosa era nuestra historia, soltamos una carcajada tan fuerte que todos pensaron que estábamos locos. Sin embargo, se equivocaban, podíamos ser muchas cosas, pero locos no, por eso no les dimos importancia, seguimos centrados en disfrutar.
Así permanecimos hasta que ingresé al área de embarque, de soslayo te observé mientras me acercaba a los controles, mientras te perdía de vista por la cantidad de gente que se aglomeraba para acceder a sus vuelos.