Creatividad
Retomando una idea
Tenía una gran noticia, había dado con el lugar en el que se encontraba el autor modernista.
Aunque conocido, era poco publicitado por los medios especializados de su país, quizás pesaba en esa decisión su filiación política o la ignorancia de su pueblo, en ese sentido, la confluencia de ambas explicaría su omisión por parte del esquema dominante, ya que confiaba que con esa decisión sus ideas no mancharían su discurso oficial.
Se había propuesto escribir un artículo sobre su figura, por eso se trasladó a aquella ciudad, pero esa intención inicial, al ser un proyecto personal, se fue posponiendo, decidió dedicarse a otros menesteres, hasta que, de casualidad, volvió a retomar el tema.
Durante uno de sus paseos por la calle más conocida de aquella urbe, cuyo ambiente había generado diferentes composiciones de nombre homónimo, le comentaron que el autor estaba enterrado en una zona conocida, solo tenía que indicar el nombre, no era complicado, los taxistas darían con ella.
Al escucharlo, siguió caminando, no fue hasta que llegó a la parte en la que había un enorme mural que pudo coger un coche hacia aquel lugar que, efectivamente, lo llevó sin más dilación.
Una vez en el sitio indicado dio varias vueltas, no encontraba la tumba, por un momento dudó si realmente estaba ahí, pues se encontró con otros autores de renombre, para no seguir haciendo el tonto se decantó por preguntar al encargado cual era la ubicación exacta.
No tenía claro como se habían reunido todos esos autores en un lugar tan particular, ni ellos mismos, en vida, se habrían imaginado compartir su descanso con tales personajes.
El encargado lo guio y, al final, pudo encontrar la tumba.
A comparación de otras que observó por el lugar, estaba mejor cuidada, sin embargo, recorriéndola con la mirada encontró una botella de cerveza, para él eso era una infamia, por eso no frenó sus impulsos, la cogió y la lanzó a la basura, con esta acción quedó satisfecho, había quitado ese elemento infecto e irrespetuoso.
Mientras admiraba el entorno recordaba a uno de sus maestros (el más entusiasta al hablar de este autor) que le inculcó el placer que significaba leer sus obras. Lo recordaba llevando a los alumnos a ver documentales sobre tal figura. Le hubiera gustado mandarle alguna foto de la ocasión, pero para ese momento había perdido el contacto.
Buscó un sitio para sentarse, tras encontrarlo, comenzó a tomar apuntes, intentó ser lo más detallado posible para darle sentido a todas las ideas que tenía, aunque no estaba seguro de que su artículo pasara de ser un mamarracho.
La vuelta decidió hacerla a pie, cruzó varios puentes, pasó por una pequeña isla y siguió admirando aquella ciudad elevada a niveles impensables por «La Nouvelle Vague».
Probablemente, así como él, el poeta estaba ahí por lo paradigmático que resultaba el lugar, por las historias que habría escuchado o porque, simplemente, se vio empujado a resguardarse en aquel espacio ya que sus ideas lo lastraban.
Se podían elucubrar distintas suposiciones, a las que iría dando forma en cuanto se pusiera a revisar sus apuntes y estuviera más centrado, menos excitado, más sosegado.