Creatividad
Pluriempleado
Sentado delante del portátil revisaba los números de la empresa y se preguntaba: ¿cómo había terminado ahí?
De todas las actividades que podía ejercer se decantó por una que le daba constantes dolores de cabeza, puntualmente cuando las cantidades no cuadraban y tenía que buscar línea a línea el error a corregir.
Pero lo intrincado no estaba ceñido solo a este modus operandi, pues si surgía algún imprevisto debía dejar todo y dedicarse a solucionarlo.
Esta incertidumbre la tuvo durante una temporada, cuando empezó, llegando a replantearse si continuar o dejarlo, pero conforme se fue acostumbrando entendió que así era el trabajo y el único camino era pillarle el truco, coger ritmo.
Por este motivo de sus labios nunca se escuchaban negativas, le pusieran lo que le pusieran delante, lo solucionaba, de tal modo que aprendió a estar dispuesto, tenía la disposición de embarcarse en nuevos rubros, con tal de cumplir con las directrices.
No obstante, a pesar de dedicarse a realizar diferentes actividades, no sentía que su situación económica mejorara, seguía sin poder darse lujos, pues cuando quería cogerse unos días de asueto, por ejemplo, notaba que su cuenta no daba la talla.
En tales circunstancias se preguntaba a dónde iba a parar todo lo que ganaba, la respuesta, aunque sencilla, le generaba dudas, debido a que solo pagaba el alquiler, los servicios básicos, la comida, la ropa y, a veces, las quedadas con los colegas, pero no mucho más, este descontrol solo era aclarado cuando su gestor le indicaba los impuestos que debía pagar.
En ocasiones pensaba en los problemas que tendrían aquellos que no eran de clase media para afrontar sus deudas, pobres —se decía—, sí él las pasaba canutas, no quería imaginarse a los menos afortunados —añadía—.
El no estar tan jodido lo reconfortaba, aunque con el paso del tiempo el modelo económico imperante hiciera que su poder adquisitivo disminuyera (por la devaluación y constantes reajustes en los precios).
Cambiar de rubro no era una opción, aunque él era más de pensar, quizás como consultor lo haría mejor, alejado de lo que realizaba en la actualidad.
Algo utópico —se recalcó—, pues tal como estaba el escenario, lo que le gustaba, no le daría dinero, tendría que seguir haciendo lo que hasta ahora si no quería verse en una mala situación, era mejor tener poco a no tener nada.
Sin embargo, a pesar de estar acostumbrado a la incertidumbre, a veces, le jodía tener que dejar a medias un trabajo cuando había cogido carrerilla, pues volver sobre sus pasos era un coñazo, en su orden, el desorden siempre aparecía.
Cuando estaba terminando una de las muchas tareas del día, notó que tenía errores y debía empezar desde cero, por estar dándole vueltas a cosas que no venían a cuento, colocó unos contenidos multimedia en dónde no debía, de tal modo que afeaba todo lo que debía presentar.
Cuando hubo corregido el error, miró por la ventana, había oscurecido.
¿Cuánto tiempo llevaría ahí?, ese era uno de sus problemas, perdía la noción de todo cuando se concentraba. Probablemente llevaría el doble de horas de las que debía estar.
Una vez concluido, apagó el portátil, salió raudo a la calle, quería llegar a casa y descansar.