Creatividad

Pedacito de felicidad

De soslayo se fijó en una pareja, miraban en dirección a lo que tenía entre las manos.
Durante la última semana sus planes se habían ido al traste, tenía planificado salir de viaje, pero tuvo que cancelar todo a causa de unos compromisos de última hora, de esos que no faltan, de esos que no te permiten desconectar.
Los jefes lo habían colocado en un puesto de mando y tenía más carga laboral. Por lo menos era importante −se decía−, su área no podría funcionar sin su presencia, por eso intentaba estar disponible siempre, lo cual lo mantenía inmerso en un círculo de mucho trabajo y poco descanso.
En tal tesitura le era imposible hacer planes, pero, tras hablar con un conocido, se propuso hacerlo aquel año, era necesario.
−No puedes estar metido siempre en el mismo sitio, es inhumano, nadie puede aguantar un ritmo así −le espetó.
Aunque tenía sus dudas comenzó a revisar algunos folletos, podría irse a las antípodas o, simplemente, a la sierra, podía elegir, nadie lo obligaba a centrarse en un solo destino, los quince días que tenía daban para mucho.

Cuando habló con sus jefes sobre cogerse las vacaciones aquel año estuvieron de acuerdo, para que se quedara tranquilo pondrían a alguno de los becarios a terminar las cosas pendientes. Después de aquella reunión se sintió aliviado, pensó que no lo dejarían tomarse los días de asueto, ya que el motor de la empresa no podía dejarlos tirados, pero tras las palabras que le dijeron pensó que no había sido tan difícil como imaginó.

Se puso en contacto con una agencia y le indicaron sus mejores ofertas, también le explicaron que coger los billetes con antelación salía mejor, pues no tendría los problemas que solían surgir al hacerlo con pocos días de margen.
Se sintió halagado con el comentario de ser previsor, estaba en el lugar adecuado −se dijo.
Le comentaron que era necesario dejar pagado todo o por lo menos más de la mitad del precio, de ese modo los de la agencia salvaguardaban sus intereses.
Con todo reservado y planificado, sintió que se había quitado un gran peso de encima, pues eso de dedicarse a esos menesteres no era lo suyo, no le importaba pagar para que le hicieran todo, era consciente de sus limitaciones y, si con pasta lo solucionaba, le venía bien.
Pero todo se fue al carajo. De repente, un día recibió una llamada
−El becario tiene problemas −le dijeron y añadieron−, a ver si te puedes pasar por la oficina.
Cuando escuchó eso sabía que era una orden solapada, una forma indirecta de decirle que se quedara trabajando.
−Las vacaciones te las puedes coger cuando quieras.
De esa manera se quedó otro verano más en la ciudad.

Un día, mientras caminaba hacia casa, entró en una tienda por la que solía pasar, pero a la cual nunca se animó a entrar, pensó que, como en los demás comercios del barrio, no tendría nada interesante.
Notó que había cosas que llamaban su atención, vendía de todo, pero únicamente se centró en el área de los juegos, cogió uno que automáticamente le trajo recuerdos. Habrían pasado unos cuantos años desde la última vez que lo jugó. No pensó que en un lugar así encontraría una joya de ese tipo, lo que más le sorprendió fue el precio, era irrisorio. No sabía cuánto costaría en un centro especializado, pero tan poco, no, seguramente costaría unos euros más, euros que estaría dispuesto a pagar, sin pensárselo.
En ese momento se le vino la idea de que nada le aseguraba que conservaría las dotes de antaño, quizás ni se acordaría de los comandos, tendría que empezar de cero e irse acostumbrando poco a poco a jugarlo, como si fuera la primera vez.
Emocionado por aquel hallazgo, no cayó en que sería necesario comprar una consola para poder jugarlo, ya que con tener el disco no bastaba, a no ser que no quisiera disfrutar de él, sino solo coleccionarlo. Cuando se percatara de aquello, se daría cuenta de que tendría que esperar para demostrar que aún tenía el don de buen jugador.
La tienda comenzó a llenarse, notó que mucha gente paseaba por los diferentes pasillos, asimismo, se acercaban al lugar en el que estaba, probablemente buscando lo que tenía en las manos. El creer que sería el único al que le trajera recuerdos sería pecar de iluso, como él, habría cientos, sino miles, de nostálgicos. Por eso mismo tendría que pensárselo bien antes de dejar el juego en su sitio, si lo hacía, probablemente, luego sería imposible volver a encontrarlo.
Por eso mismo, saldría de ahí con ese juego sí o sí, nadie le robaría aquel pedacito de felicidad.

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