Creatividad
Oportunidad perdida
Muy a su pesar se había demorado en casa más de lo que había planeado, tras hacer unos cálculos apresurados dedujo que si se decantaba por ir en el metro le sería imposible estar a tiempo en la facultad, la forma más fácil sería cogiendo un taxi.
El año había empezado bien, supuestamente, a estas alturas, lo peor había pasado. Concluir la carrera sería una mera formalidad, se graduaría y se sacaría la licenciatura, pasos sencillos —se decía—. Sin embargo, lo que en el papel parecía simple, con el paso de los meses se fue complicando.
Cogió el que estaba al inicio de la fila, ahora sólo era cuestión de confiar en la audacia del chófer y estaría puntual.
Se dio cuenta de que los conocimientos previos no valían de nada, fue duro reconocer que no tenía ni pijotera idea de lo que trataba en clase, se sentía como un alumno de primer año.
Esperaba que fuera lo suficientemente rápido.
Debido a estas circunstancias, se encontraba en esta tesitura, se jugaba todo en un examen, una especie de recuperación para maquillar el mal año.
Poco a poco comenzó a notar que el coche casi no avanzaba.
Aunque siendo rigurosos, la prueba a la que someterían al grupo no era una recuperación, ya que, más bien, era una ayuda que les estaba brindando el maestro. Al ver que no daban la talla por cuestiones pedagógicas, eligió un temario conocido para elaborar el examen. Todos se sintieron aliviados, pues no era demasiado extenso.
Así siguió hasta que, de repente, el coche se detuvo. Mientras esperaba a que comenzara a avanzar, revisó sus apuntes, a pesar de que los había revisado cientos de veces, no quería que nada se le escapara, si era posible lo transcribiría al pie de la letra, con comas y puntos, no quería tener aquel escollo como infranqueable.
Era una buena ocasión para demostrar que no solo estaba ahí perdiendo el tiempo, sino que había prestado atención a las explicaciones del maestro, había interiorizado lo suficiente cada una de las ideas que explicaba en clase.
Siguió centrado en sus apuntes. Las preguntas las conocía, solo bastaba con repasarlas para aprobar aquella asignatura que no lo dejaba en paz.
El coche seguía detenido y preguntó al conductor a qué podía deberse, la respuesta fue clara, esto es gracias a las movidas de los progres, ya sabe, siempre con sus protestas, no tienen nada mejor que hacer —sostuvo.
A nadie le podía echar la culpa de estar a expensas de la circulación del tráfico. Desde el inicio el problema lo ocasionó él, pues hasta que no comprobó la seriedad de la situación, no se tomó en serio la materia, pensaba que la aprobaría sin más.
Esto es algo que pasa a menudo, esta gente se dedica a entorpecer la libre circulación por la ciudad, si se pusieran en los zapatos de los demás no estarían ahí, haciendo perder el tiempo —enfatizó.
Si no sacaba para adelante aquella cátedra, lo más probable era que sus planes se vieran truncados.
Conforme pasaba el tiempo su angustia aumentaba. Lamentó haber vuelto a casa, si se hubiera quedado en el campus, ahora mismo no tendría que estar ahí a la espera de que los vehículos avanzaran.
Se ponía en el peor de los escenarios.
Le parecía una broma de mal gusto que a esa hora se manifestaran. Si alguien hubiese filmado su cara en ese momento hubiera notado el desconcierto que tenía, el gesto de circunstancias que su rostro estaba adquiriendo.
Si volvía a unas horas atrás se aconsejaría quedarse en donde estaba.
Le jodía bastante, a estas alturas con los cambios que se estaban produciendo en casi todos los quehaceres de la vida, que quisieran conseguir algo bloqueando calles y cerrando los accesos —afirmó el tipo sin soltar las manos del volante—, era una estupidez confiar en tonterías desfasadas, estamos volviendo a la época de las cavernas, cuando los hombres se dejaban llevar por sus instintos primarios y cazaban pájaros con piedras, cuando la barbarie se elevaba por encima de la inteligencia.
Meterse en la biblioteca y no salir de ahí.
Con lo fácil que es poner un hashtag en cualquier red social y hacerse oír —él era bueno en eso—, en la época digital lo mejor es usar medios digitales, no técnicas desfasadas —repitió—, pero esos que están delante están peleados con la tecnología, a las justas habrán leído un libro en su vida.
No tenía los ánimos para replicar, su preocupación estaba en otro frente.
Así son los rojos —afirmó rotundamente el chófer—, están en la tierra para impedir los avances, creen que gritando el gobierno les hará caso. Está comprobado que así no se consigue nada, sólo perjudican y entorpecen la vida de los ciudadanos, ¿no cree?
No prestó demasiada atención a lo que dijo aquel tipo, pero a pesar de no haber escuchado, asintió.
Así les va la vida a estos okupas, se creen dignos porque gritan más que el resto y no se dan cuenta de que el sistema pasa de ellos, su ideología está trasnochada.
Apoyó su cabeza contra la ventana.
Ayer mismo escuché que se pierde mucho dinero cada vez que salen a protestar, pero parece que les da igual, no se dan cuenta que la gente necesita trabajar, muchos vivimos al día, si no trabajamos no comemos, pero es fácil protestar cuando se tiene la panza llena, viven de las subvenciones y para justificarse se encargan de ponerle trabas a la ciudad, podría seguir, pero sería un sinsentido, no acabaría nunca.
Mientras escuchaba aquella diatriba, su angustia aumentaba, si la situación no mejoraba, habría perdido una buena oportunidad, al no estar a la hora pautada, se habría preparado en vano.