Creatividad
Olor a María
Desde hace unos días tenían que aguantar el humo que invadía su habitación. Entraba en tal cantidad por las ventanas que daba la impresión de que provenía de su piso y no de un espacio aledaño, en dónde se comenzaron a hacer fiestas.
A ellos no les causaba gracia, más bien les resultaba molesto, por eso, en tales circunstancias, hablaron con su casero, pero les comunicó que, al no ser en las zonas comunes, no se podía hacer nada, por lo tanto, lo único que, tal vez, solucionaría este inconveniente era cerrar las ventanas.
Viendo que fue infructuosa la consulta, tuvieron que sopesar entre dos opciones: la recomendación del dueño del piso y aguantar la temporada estival encerrados, sin ningún airecillo que los refrescara, o tener todo abierto y soportar el olor a tabaco.
A regañadientes probaron por un par de días la primera opción, sin embargo, el calor era tan insoportable que se vieron empujados a tener todo abierto.
Por lo que sucedía daba la impresión de que los fiesteros estaban de vacaciones, solo así se explicaba que estuvieran de celebración un día sí y otro, también.
Por un momento se les ocurrió presentar una queja formal expresando sus sospechas de estar viviendo junto a un piso turístico, pero estaba claro que, mientras no lo confirmaran, no podían hacerlo tan cándidamente, ya que estos estaban prohibidos en la zona, pero, visto lo visto, probablemente lo era, siendo así, cambiaba por completo el panorama, no obstante, aparcaron lo de poner una denuncia hasta confirmar esta suposición.
Conforme pasaba el tiempo llegaron a la conclusión de que les sería imposible acostumbrarse a esta nueva situación, por eso pensaron en la opción de cambiar de piso, pero tras hacer una escueta búsqueda se dieron cuenta de que no sería posible, pues los precios les resultaban prohibitivos.
No estaban dispuestos a invertir más del 75% de su sueldo en pagar el alquiler, pues eso implicaba no tener vida, ya que no podrían darse sus gustitos, no podrían salir.
Convencidos de que solo duraría esa temporada, pues en invierno no tendrían necesidad de abrir las ventanas, decidieron aguantar el tiempo que durara el verano, a pesar de que les molestara el humo, un par de meses no venía mal, saldrían más y tratarían de estar poco en casa.
Con esto paliarían la situación, no se complicarían la vida más de lo necesario. Así pues, cerraron la puerta a seguir rompiéndose la cabeza, sobrellevarían la situación e intentarían que la fiesta fuera en paz como hasta ahora, es más, en ningún momento alzarían la voz, simplemente lo comentarían entre ellos, para que los demás vecinos no se enteraran de su disconformidad con lo que ocurría, seguirían con sus cosas como de costumbre.
Un día notaron que alguien hacía una mudanza por el sonido inconfundible que hacían los muebles al ser subidos por las escaleras, su primer impulso fue indicarles a los nuevos habitantes que tendrían que acostumbrarse a las vicisitudes del lugar, el bloque no estaba libre de humos, ni de ruidos molestos, tras pensar en esto soltó una sonrisa, no lo haría, que se dieran cuenta ellos mismos, siguió con su rutina diaria.