Creatividad
Lo pensaste…
Hacía poco tiempo que había sido despedido, aún no le quedaba claro el motivo por el cual lo pusieron de patitas en la calle. De un día para otro, le mandaron un burofax. Le jodía que los jefes no dieran la cara, o que, por lo menos, se le acercaran y le dijeran claramente las razones por las cuales dejaba de pertenecer a la entidad a la que le dedicó cinco lustros de su vida
—Menuda forma de desecharte como si de basura se tratara —se decía—, atrás quedaron los enfrentamientos a causa de la compañía, quitarle ventas a la competencia y hacerles propaganda cada vez que podía.
Ahora, sin saber qué hacer, pues la edad, ya no era joven, lo dejaba en una situación peliaguda, eran pocas las empresas que se fijaban en gente de su perfil, por no decir que ninguna. valoraban más la juventud a la experiencia, quizás porque podían encandilar a espíritus aventureros con promesas falsas, decirles un par de cosas que sonaran bien y venga, empieza a trabajar con nosotros, aunque las condiciones no fueran nada halagüeñas para un futuro cercano, pero a esa edad ¿quién piensa en el futuro?
No quería afirmar que hubiera jovencitos que no planificaran su porvenir, pero la mayoría solo pensaba en el presente, como si los años no fueran a pasar para ellos.
Ahora, con más tiempo disponible, podría dedicarse a hacer lo que más le gustaba, emprender algún proyecto, buscar financiación. Cuando le daba vueltas a esto último se le venían abajo sus ideas, porque era difícil conseguir avales para iniciarse en el mundo de los emprendedores, ya alguna vez lo intentó, pero le dijeron, en la oficina de toda la vida: no tienes suficiente vinculación con nuestra entidad.
¿Pero qué tipo de vinculación querían? Si tenía la nómina domiciliada en ese banco, más vinculación que esa no se le ocurría, no le entraba en la cabeza.
Los tiempos han cambiado, ahora los bancos no ganan dinero con las cuentas de ahorro, si tuvieras algún seguro contratado, un leasing, un TPV, quizás cumplirías los requisitos, pero con una simple cuenta, imposible, lo siento, me gustaría ayudarte, pero es inviable en mi posición.
La muletilla: más vinculación, se le quedó grabada, por un momento se le ocurrió decirle, igual me puedes presentar al director de la entidad, para apadrinar a alguno de sus hijos, así tendría la vinculación necesaria, pero como chiste sonaba fatal, por eso se calló.
No preguntó más, le quedó claro el tema, solo se dijo que en cuanto pudiera cambiaría de banco, pero hacerlo implicaba realizar una serie de papeleos que eran sumamente tediosos.
Desestimó la ocurrencia de abrir un negocio propio, además no se sentía con las fuerzas necesarias para empezar de cero, a estas alturas debería tener solucionada la vida. Su presente era una quimera.
Lamentando su nueva situación trataba de despejarse y no pensar en los problemas que se le vendrían encima, pues estaba en un limbo, era demasiado joven para jubilarse y demasiado viejo para conseguir trabajo, a no ser que tuviera suerte en el camino, estaba condenado a malvivir. No obstante, por ahora podría vivir en una tranquilidad aparente mientras le durara el paro y el ridículo finiquito que le dieron.
Se le hacía extraño no madrugar, dormir hasta tarde, no tener la necesidad de levantarse. Definitivamente, le costaría acostumbrarse a ese ritmo tan laxo.
Trató de ocupar su tiempo libre. Notó que en su piso había varios objetos que estorbaban. Era necesario hacer una limpieza profunda, por eso los cogería y los llevaría al trastero, así tendría más espacio.
Ese lugar quedaba cerca, bastaría con meter todo en cajas, acomodarlas en una carretilla y llevarlas.
Se puso manos a la obra, ordenó y empaquetó lo que no tenía razón de estar en aquel lugar.
Procedió a guardar lo que había retirado del apartamento. Mientras hacía eso se topó con una escultura que le obsequiaron en uno de sus cumpleaños. Era grande y pesaba, en ese momento recordó lo difícil que fue meterla ahí. Para no dañarla, la envolvió con un edredón.
Tras verla pensó en la cantidad qué podría obtener si la vendía, además su autor era un tipo más o menos conocido que se movía por los ambientes artísticos, a veces hacía exposiciones y en más de una ocasión lo invitó a presenciar alguna. Si bien se habían distanciado, consideraba que su nombre podía otorgarle un valor agregado.
Le tomó varias fotos: de frente, de costado, alguna picada, otra contrapicada y se centró, especialmente, en fotografiar la firma del escultor. Cuando quedó satisfecho con ellas, las subió a uno de los comercios online que vendían este tipo de objetos. Le saldría mejor, sería gratis, así podría hacerse una idea de lo que valía, otra opción hubiera sido llamar a un tasador, pero los especialistas no son baratos —meditó.
Llevó la escultura a su piso y esperó a que su anuncio llamara la atención.
La gente no tardó en hacer preguntas sobre la escultura, versaban en torno a su procedencia y si era auténtica, a todos les soltaba el mismo rollo, más de uno solicitó verlo antes de hacer una oferta, sin embargo, ninguna lo satisfizo, quedó decepcionado, creía tener un tesoro, pero todos los posibles compradores le ofrecían sumas irrisorias.
Alguno, que se daba de entendido en el tema, le argumentó que aquel artista no era lo suficientemente famoso a nivel internacional como para ofrecer más dinero. Lo que jugaba en contra del negocio es que aún seguía vivo y eso, si no era Picasso o Dalí, devaluaba la obra. Esto no le quedó claro, pero asintió e hizo el ademán de haber sido informado de algo importante.
El autor devaluaba su obra, ¿quién lo diría? —soltó una carcajada.
Conforme lo fue cavilando, creyó que lo comenzaba a entender, tal vez era cierta la afirmación.
¿Y si moría el autor y gracias a ello podían pagarle una millonada?, ¿Cómo llevaría a cabo un plan de ese tipo?
Le seducía la idea de hacerse millonario.
Podría acecharlo, sabía los lugares que frecuentaba, siempre iba a los mismos sitios, era previsible, sobre el papel era factible elaborar un plan.
Podría comprar un arma, en la Internet profunda era fácil conseguirlas, ¿el sería el verdugo o contrataría a un sicario?, esa gente, por una buena suma, haría lo que fuese, pero eso no era factible, no contaba con el dinero necesario.
Tras pensar en esto, siguió reflexionando en un plan posible, nadie sospecharía de él si algo así sucedía, nunca se metía con nadie, era un vecino modelo, ayudaba a todos los que podía.
¿Sería capaz de percutir un arma?, ¿tendría la suficiente sangre fría como para matar alguien?
Eran interrogantes que le surgían y no tenía respuestas.
Después de dedicar varios minutos a elaborar un plan, volvió en sí y cayó en la estupidez de una idea así, él no era un criminal. Era mejor dejar aquel objeto en el trastero y guardarlo para siempre.
Se apuró en hacerlo. De vuelta a casa, hizo una llamada:
—¿Te parece bien si quedamos para tomar un café?